¿Cómo podía alguien enamorarse de Annie? Incluso ella se lo preguntaba cuando veía a ese chico de cabello castaño y unos curiosos ojos marrones con matices verdes, uno o dos años mayor que ella, que insistía en acompañarla a todas partes en el liceo, y al salir; ya que Miles, en otra sección y con otro horario, no estaba disponible. Era persistente, de eso no cabía duda, seguía a su lado por muy antipática que fuera, incluso aunque le dijera directamente que no quería ser nada suyo. Tan persistente que llegaba a ser molesto.
Aún así le dio pena cuando vio a su hermano, y los amigos de este, rodeándolo y burlándose de él. Y los amigos que el rubio tenía por aquel entonces no eran un grupo de chicos de instituto, sino veinteañeros, algunos de ellos bastante fornidos, de semblante serio y pinta de matones, intimidarían a cualquiera (menos a ella, quizás), y el pobre chico no era la excepción: temblaba y parecía al borde del desmayo; así que cuando el ojiverde pronunció la sentencia final "Ya sabes, aléjate de ella, o ya verás", nadie dudó que acataría la orden sin rechistar. En adelante, si casualmente se cruzaban en el pasillo, ni siquiera se atrevía a mirarla a los ojos.
—A ver ¿Miles te devolvió todo el dinero que le habías prestado a lo largo de los años con intereses? —pregunta Nathaniel, incrédulo.
—Ajá.
— ¿Y con ese dinero compraste una botella de brandy?
—Ajá. —La mira confundido—. En ese momento me pareció que tenía sentido. ¿Quieres o te vas a quedar hablando todo el rato? —cuestiona vertiendo el líquido en un vaso.
—De acuerdo, sírveme.
Un rato después se encuentran sentados en el piso, con la espalda apoyada en la pared; ya la botella va a la mitad, lo que explica que se rían de cualquier cosa que les pasa por la mente.
—La primera vez que bebí tenía dieciséis años —cuenta la pelirroja, arrastrando las palabras y riendo al terminar cada oración—. Nunca me habían llamado la atención las bebidas alcohólicas, pero Miles me llevó a una reunión con sus amigotes. Todos bebían, y yo estaba sola y aburrida. Entonces Miles me sirvió brandy. No recuerdo nada después del segundo vaso.
—Yo tenía trece —contesta el rubio, quien también se nota ebrio, pero con la mente más despejada que su compañera—. Fue en una reunión familiar. Mi hermano, mis primos y yo robamos una botella de vino y nos la tomamos escondidos en nuestra habitación.
Continuaron bebiendo, contándose cosas tontas y en algunos casos sin sentido.
—No debería estar bebiendo, los peores errores de mi vida los he cometido ebrio.
— ¿De verdad? No parreces de los que se embiagran. —El chico ríe.
—Lo dejé antes de conocernos. Antes lo hacía, lo hacía mucho. —Está por añadir algo más cuando su amiga se lleva una mano a la boca y sale corriendo, o mejor dicho, tambaleándose en dirección al baño. Mira la botella, a la que aún le queda un vaso, y se dirige con ella a la cocina, para finalmente verter el resto de su contenido en el lavaplatos.
Varias veces notó que los amigos de Miles la miraban, aunque no tenía nada de extraño, ya le habían dicho que de no ser por su cara aniñada podría pasar por alguien varios años mayor. A su hermano esa situación no le gustaba nada, bastaba con ver su expresión cuando descubría que alguno la observaba más de lo debido.
—Oye, si un chico intenta propasarte contigo solo dímelo y le partiré las piernas ¿De acuerdo?
— ¿Y si yo quiero que se propase conmigo? —Había respondido, con la única intención de provocarlo.

ESTÁS LEYENDO
Algo de Ternura
General FictionDos jóvenes sentados uno frente al otro en un restaurante. La pelirroja le murmuró al mesero "Lo de siempre" y el ojiverde se revolvió el cabello, la chica lo miró expectante. - ¿Y bien? - Es una tontería - La última vez que dijiste eso casi nos cue...