Capítulo III

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- ¿Alba? Alba, despierta.

- Mmm.

- ¡Vamos! ¿Dónde estabas?

Abrí los ojos y me sobresalté un poco al ver el rostro de una pequeña niña a escasos centímetros del mío. Sus enormes ojos verdes me miraban con atención, y sonreí al ver que sus dos trencitas rubias estaban deshechas, como siempre.

- Vera, déjame -dije acompañando mis palabras con un pequeño empujón cariñoso.

- ¿Dónde estabas? -repitió su voz aguda- ¡No me has contado qué pasó con Targú!

Resoplé. Bueno, más bien fue un suspiro algo resignado. ¿Qué hora sería? Me levanté haciendo caso omiso de la mirada insistente de Vera, y abrí la puerta para asomarme y ver el viejo reloj del pasillo. Las diez y media.

- ¡Alba! -se quejó la pequeña.

- Está bien -dije alargando mis palabras, para hacer ver el esfuerzo que me suponía cumplir su deseo- . Pero cuando acabe te vas a dormir, que es tarde para ti.

- ¡Tengo casi seis años!

- Ya, y si Susana se entera de que te has escapado de tu cuarto, ¿qué crees que dirá?

- ¡Pero bueno! ¡Estas niñas nunca aprenden! ¡Qué falta de disciplina! -su imitación de la irritante voz de Susana me hizo reír.

Le hice un gesto para animarla a que se sentara conmigo y, una vez hubo apoyado su rubia cabecita sobre mi regazo, proseguí la ansiada y tan esperada historia.

Me dio el libro de cuentos abierto por la última página que me dio tiempo a leerle, antes de irme.

- Targú era fuerte y constante en su lucha. Debía salvar a su amada Salima, pero ¿cómo? Había olvidado quién era él por culpa del hechizo. No recordaba ninguno de los momentos vividos junto a Targú. Todo lo que había sentido alguna vez, estaba ahora enterrado en el olvido. Y sobre todo, al haberle olvidado a él, había olvidado quién era ella misma. Y Targú se preguntaba cómo hacerle recordar.

- ¡Con un beso! -exclamó entusiasmada.

- No creo que un beso sirva.

- ¿Por qué no?

- Porque las cosas no son así

- Pero...

- ¿Me vas a dejar acabar o no? -le interrumpí, un poco impaciente. Vera asintió rápidamente, y proseguí con la historia.

Seguí leyendo página tras página sin ninguna interrupción, hasta llegar al final. Sonreí maliciosamente al observar la cara de desconcierto de la niña:

- ¿Pero y ya está? ¿Salima nunca consigue recordar nada?

En la historia, Targú acababa comprendiendo que Salima nunca volvería a ser la de antes, por lo que en lugar de seguir intentando devolverle sus recuerdos, se propuso volver a enamorarla creando nuevos.

Me reí ante su desconformidad.

- A mí me parece mucho mejor este final -comenté.

Vera se dispuso a salir de mi habitación, no sin antes echar un vistazo rápido a los dibujos del libro para después cerrarlo y llevárselo consigo.

Le di un sonoro beso en la frente y observé sus brillantes y enormes ojos. Unos ojos que me reconfortaban, que tantas veces me habían tranquilizado y que habían logrado lo que pocas cosas habían conseguido: hacerme sentir como en casa.

Querida Alba...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora