~El Augurio de Valka 1/2~

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La lluvia golpeaba contra la tierra con una furia descomunal, el viento que lo acompañaba arrasaba con rudeza sacudiendo los árboles, pero estos se rehusaban a caer ante el poder de la naturaleza. La plateada luz de luna que brillaba expectante hacía brillar las gotas del diluvio como si fuera un farol en aquellas calles vacías, que poseían el fantasma de la gente.

No importaba cuánta agua cayera, ni por cuánto tiempo fuera la tormenta que se desate, el puerto de Arendell siempre olía mal y se veía como la zona más oscura de todo el reino. Las calles de tierra se convertían en densos cúmulos de agua y barro, ensuciando hasta determinada altura todos los carros destartalados que atestaban la zona. Tal vez era por el mercado, donde había mucha cantidad de pescado y otras carnes, podrían ser los sucios vagabundos, la roña y las ratas, pero el aroma fétido que impregnaba el lugar era insoportable aún en la tormenta.

Aunque  no se puede esperar más de un puerto oscuro y de mala muerte, en todos lados había uno.

Entre las más humildes casas, apartándose lo más posible de la mugre del puerto, estaban los Overland, una familia pequeña y pobre que intentaba sobrevivir después de la muerte de Chris, el hombre de la familia, que pereció en alta mar en una tormenta similar.

En una cama, tapada por mantas, había una niña castaña que preservaba su inocencia, tosiendo frenéticamente. La fiebre la había agarrado y no la abandonaba, hace días que estaba enferma y no había mejorado. Su madre se encontraba tratando de consolarla, sosteniendo un plato de sopa en las manos.

Iban a tener que mezclarla con más agua para poder llenar tres platos ese día, y posiblemente al siguiente también.

─ Tranquila, Ele, respira, ¿sí? ─ murmuró la mujer angustiada, sin saber cómo aliviar a la pequeña niña.

─ ¡Jackson! ─ gritó. En el marco de la puerta apareció enseguida un chico joven de cabello blanco y ojos celestes, dios sabe por qué su hijo salió albino.

─ ¿Sí? ─ contestó, miró a su hermana detenidamente.

─ ¿Podrías... ir a la casa de los Dixon? Diles que necesitamos medicamentos... Elena no mejoró. ─ permaneció impertérrito, a pesar de que le dolió escuchar esa última parte, asintió con la cabeza. A su madre le temblaba la voz, no era la primera vez que empezaba una epidemia y la gente comenzaba a morir y temía por su hija.

─ Ten cuidado, Jack.

El chico salió de su casa con una capa marrón y gastada sobre los hombros, con la capucha puesta sobre su cabeza, pero eso no evitó que se mojara. Hacía tanto frío y se sentía tan húmedo afuera que apuró el paso para llegar a la casa de los Dixon.

Mientras tanto, una nueva peste llegaba al puerto en aquella tormenta. Un barco grande y negro amarraba las cuerdas en el muelle, con sus hombres indiferentes de la lluvia y el viento.

Como piratas, no importaba el clima, el día, ni la hora, mientras volvieran a alta mar con un buen botín que gastar.

Los piratas no eran bienvenidos allí, ni bien vistos... qué más da, no eran bienvenidos en ningún lado. Sólo las aguas profundas y llenas de horizontes era la tierra prometida de aquellos sinvergüenzas.

Sin embargo, ellos no eran otros piratas más, ellos eran los piratas del navío de Berk, llamado El augurio de Valka, donde cada hombre y cada mujer tripulante tenían un valor por cabeza más alto que la mitad de los tesoros que conseguían. Eran famosos por sus múltiples saqueos, por la corrupción que contenían en la realeza de muchas tierras, por el gran botín que se dice que guardan, por las aventuras que se cuentan, los asesinos que allí habitan, la sangre que allí fue derramada y las personas que allí fueron torturadas.

Nous [Hijack, Frostccup] OneShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora