Parte 6

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Sexto capitulo: Ropa Interior

Mizuki llevó a Nanami junto a los demás, Tomoe se levantó al verlo llegar, dejando el libro olvidado en la arena. En dos zancadas estuvo junto a ellos, sus ojos calibraron a ambos, parándose en los lugares donde la serpiente sujetaba a su maestra, sus manos junto a la cálida piel de Nanami. Y ella estaba usando aquella diminuta prenda...
Sus orejas amenazaron con salir, rompiendo su hechizo, pero consiguió contenerse. Fulminó a Mizuki con la mirada.

-¿Que sucedió?-Bramó con voz profunda, evitando subir mucho el tono de voz para que las amigas de Nanami no lo notasen.

-No fue nada, estuvimos buceando un rato, encontramos unas conchas...Nanami-chan solamente tiene los ojos rojos por el mar-Explicó mientras dejaba a Nanami en el suelo. Esta recuperó el equilibrio y miro, bajando los ojos, hacia su amado familiar zorro. Se sentía alagada porque Tomoe se preocuparse tanto por ella, sentía el corazón alocado y lleno de molestas mariposas.

-Estoy bien...-Dijo suavemente, Tomoe la miro y se acerco, sujetando con sus manos el rostro de Nanami y clavando sus profundos ojos en los de ella. Se creo un mundo paralelo entre ellos, la mirada de su familiar era tan intensa...Nanami no podía ni respirar o parpadear por miedo a perder aquella conexión con Tomoe. Pero tan pronto como empezó, acabo. Tomoe se alejó y asintió con la cabeza.

-Si, tienes los ojos rojos...Ven, podemos ponerte algo de hielo-Dijo y Nanami se apresuró a seguirlo. La hizo sentar en la toalla que anteriormente había ocupado el familiar y mientras él buscaba los hielos en las bolsas que habían traído, Nanami se dedico a observarlo.
Los rayos del sol le daban en el cabello, haciendo que brillara con reflejos dorados, los mechones danzaban en el aire como por encanto, ocultando parte de aquellos pómulos duros y suaves, tenía la mirada concentrada en buscar aquello para aliviarla, sus brazos, fuertes, sin un gramo de grasa estaban contraídos moviéndose con elegancia, con la elegancia propia de un animal sagrado.
Era una de las pocas veces que podía ver a su familiar de aquella guisa, con un simple bañador azul marino, anudado en las caderas, justo debajo de los graciosos huesecillos de las caderas, de aquella tableta de chocolate bien marcada, su piel pálida brillaba bajo aquel día de sol.
Hasta la espalda estaba bien definida, fuerte, musculosa pero no saltona. Tomoe era fuerte, pero su cuerpo era delgado, bien proporcionado...tanto su color de pelo como sus hermosas orejas acentuaban aquel halo mágico que siempre le acompañaba. Nanami tembló, por los sentimientos acalorados que estaban surgiendo en su interior. Por un momento deseó volver al momento en que la beso en las escaleras del templo y no en la playa,...!Basta de pensamientos extraños!

-Ten-Dijo Tomoe, rompiendo su ensoñación. Sus ojos enfocaron el pequeño paquete de hielos que tenía en sus manos-Échate en la toalla-Lo hizo y Tomoe le colocó el paquetito sobre los ojos cerrados-¿Te alivia? ¿Esta muy frío?

-No, se siente muy bien-Dijo Nanami y escucho los pasos cercanos de Tomoe y el ruido inconfundible de la arena cuando se sentó junto a ella. Nanami dejo que sus sentidos volasen muy lejos...Podía escuchar las risas de Kei y Ami, esta ultima emocionada por un comentario de Kurama, escuchó vagamente algún pajaro a lo lejos y más voces de gente que paseaba o conversaba en las toallas cercanas...
En verdad parecía que el frío le estaba haciendo bien, no pudo evitar sonreír al recordar la preocupación que vio reflejada en los ojos de Tomoe, intentó controlarse ya que era consciente de que el familiar estaba junto a ella, podía sentir el calor de su piel junto a su brazo...¿Cuando se había acercado tanto? ¿Antes estaba tan cerca?

Su corazón latía desbocado cuando sintió los dedos frescos de su familiar en las mejillas, un suave caricia...Nanami no movió un musculo, fingiendo que dormía o que no era consciente de que la estaba tocando.
¿Pero que hacia? ¿Por que la estaba tocando de aquella manera?
Los dedos del familiar le acariciaron la mandíbula, se acercó peligrosamente a los labios y Nanami tubo que hacer el mayor de los esfuerzos para no temblar o abrir la boca. Su temperatura corporal estaba al máximo, sentía como todo su cuerpo se calentaba deliciosamente y cuando los dedos frescos del familiar bajaron por su cuello dio un suspiro que hizo que Tomoe se detuviera.

Problemas femeninosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora