—¡Liam! —Exclamó Jesy, pisándome los talones—. ¡Vamos, vuelve!
Sin tomar en cuenta sus palabras, seguí avanzando. La ira y la vergüenza corrían por mis venas como torrentes de agua hacia el océano en busca de libertad. Me sentía humillado, agredido, pero principalmente, tenía la deshonra de mi placa policial en la palma de mi mano.
Continué caminando las escaleras y subí hasta el quinto piso. Los pies me dolían de golpearlos tan fuerte contra el suelo. Saqué la llave de mi pantalón y abrí la puerta del departamento 47, cerrándola nuevamente con un portazo. Lancé las llaves hacia el sillón y me quité los zapatos tirándolos hacia la cocina.
—¡Liam! —Jesy comenzó a golpear la puerta—. Abre la puerta, tenemos que hablar.
—No hay nada de qué hablar —le contesté—. Ambos sabemos que esto iba a pasar en algún momento.
—Y es precisamente de eso de lo que tenemos que hablar —Jesy volvió a golpear, esta vez con más intensidad—. Liam, soy una ladrona conocida internacionalmente por haber cometido los mejores robos. Puedo abrir la puerta en 15 segundos con sólo un clip para el cabello. Lo hacemos por las buenas o por las malas.
Tomé aire y lo liberé segundos después con más tranquilidad. Mientras caminaba hacia la puerta, me esperaba el reproche que me comenzaría a decir la castaña en cuanto la abriera. Y solo bastó ver sus ojos para saber en el lío que me había metido.
En cuanto entró, ambos nos dirigimos hacia el sillón, el cual se encontraba cubierto por una delgada capa de polvo por el tiempo que estuvo sin utilizarse. Habíamos llegado tan apresurados a Washington que me había olvidado por completo que me encontraba en casa. Mis esculturas de cerámica; fotografías de toda mi familia en mi antigua casa; el desorden propio de una persona de 26 años que apenas pasaba tiempo en su hogar. Era bueno volver.
—Hey —la voz de Jesy me sacó de mis pensamientos—. ¿Te encuentras bien?
Asentí a medias, volviendo a sentir el peso de la vergüenza sobre mi espalda. Solté un bufido.
—Solo estoy cansado por el viaje. Muchas horas pensando y pocas descansando. Cualquier cosa que hubieran dicho también habría sido mi detonante.
—No te creo —dijo ella al cabo de unos segundos—. Sé que lo que dijo Perrie fue lo que realmente te enojo. Si, estuvo mal, pero ya era hora de que alguien se enterara. No íbamos a mantenerlo en secreto toda la vida.
Su voz se escuchaba lastimada y curiosa, como si ahora mismo se estuviera haciendo esa pregunta en su cabeza. Yo también me la estaba haciendo. ¿Íbamos a esconder lo nuestro para siempre? Habíamos empezado solo como una simple pareja, esperando que fuera algo solo del momento. ¿Pero y si no terminábamos? ¿Y si nos casábamos? ¿Si teníamos familia? ¿Hubiéramos mantenido todo eso en secreto? ¿Siquiera hubiéramos podido?
—No es que nosotros me de vergüenza —le dije—, pero un jefe de policía que se enamora de una ladrona... —levanté la vista, encontrándome con mi diploma de la universidad de seguridad nacional.
Aún podía recordar las caras de los chicos; todos asombrados y confundidos al mismo tiempo, dirigiendo sus miradas tanto a Jesy, a la puerta por la que había salido Perrie, y a mí. Decepción fue lo que noté en la cara de Louis al voltear. Él fue siempre mi mejor amigo, más cercano que lo demás. Y al enterarse de que yo estaba con alguien como Jesy, sabiendo la clase de personas con las que había estado, le había caído como un balde de agua fría.
—¿Y una ladrona profesional que se enamora de un policía? —se defendió—. No estás solo en esto. Yo también tengo mis pros y mis contras.
Asentí. Me había cerrado en mí y no me había dado cuenta que ella también se encontraba en la misma situación. Si yo caía, ella también lo haría.
—Lo siento —le dije, colocando una mano en su muslo. Su piel se encontraba suave y lisa—. Pero que haya pasado eso no me agradó para nada. Esperaba poder decirles personalmente y en un ambiente más... tranquilo.
Jesy colocó su mano sobre la mía y entrelazó nuestros dedos.
—Yo también quería todo eso, pero las cosas nunca salen como uno espera. Lo único que podemos hacer es vivir con eso. Lo saben, ¿y qué? No ha muerto nadie.
Volví a asentir. Levanté nuestras manos aún unidas y dejé un beso en la suya, colocándola luego sobre mi frente. Miré sus ojos verdes brillar gracias a las lámparas fosforescentes del techo
—Te amo, y nadie ni nada va a cambiar eso.
Ella sonrió y se acercó para besarme.
—Tal parece que esta ladrona se robó tu corazón.
—Cállate y bésame.
6H
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One Shoots » LOTD
FanficCualquier historia necesita un final para cerrar finalmente el libro. Incluso el brillante amanecer ilumina la oscura noche. Historias cortas sobre lo que sucede a continuación en Ladies of the Darkness.