El sol comenzaba a esconderse tímidamente aquella tarde entre los edificios, aunque seguía alumbrando cálidamente la lectura que Evelyn sostenía entre las manos mientras descansaba en el sofá. Era agradable disfrutar de algo de tiempo para sí misma después de tanto ajetreo en la universidad.
Comenzó a tararear sin darse cuenta cuando el sonido del cerrojo reclamó su atención. Como solía ocurrir, Robert asomó primero su cartera por la puerta y luego el resto le siguió con el mismo aire agitado que solía traer a casa, sólo que en aquella ocasión hablaba con alguien por teléfono. Evelyn aguardó paciente, haciendo gestos a su compañero, quien la ignoraba por completo. La morena frunció el ceño. Parecía preocupado, y por el tono con el que conversaba, no le estaban dando buenas noticias.
− ¡No! ¡No puedes cancelarlo, así como así, y mucho menos ahora! Megan, no puedes hacerme esto. ¿Cómo narices voy a arreglar esto ahora? – Quedó en silencio un segundo y suspiró mientras Evelyn lo observaba atenta y algo alarmada. - ¿Sabes? Da igual, lo solucionaré. ¿Cuándo no soluciono yo algo? Sí. Sí, ya lo sé. Adiós.
La morena permaneció callada hasta que él hubo guardado el móvil en el bolsillo y recayó en su presencia. Levantó los brazos en el aire un segundo y los dejó caer, exasperado, aunque sin pronunciar una sola palabra. Evelyn levantó una ceja, esperando una explicación o simplemente un saludo. Se levantó de su asiento y caminó por la habitación, mientras Robert hacía lo mismo, mirando al suelo consternado.
− Hola a ti también, Rob. – comenzó, al fin, tratando de llamar su atención. – Iba a preguntar si va todo bien, pero es obvio que no... ¿Qué ocurre? Si se me permite la pregunta, claro.
− Lyn, lo siento, ni siquiera te he saludado. – El moreno suspiró hondo y se cubrió el rostro con las manos antes de cruzar los brazos, negando levemente con la cabeza. - Estoy desesperado. Mi empresa inaugura un hotel al otro lado de la cuidad dentro de nada y la que iba a ser mi acompañante para la gala, que además es la supervisora del proyecto, se ha echado atrás en el último momento y ahora no tengo con quién ir. Es una catástrofe. – comentó.
− ¿Y por qué no puedes ir solo?
− ¡Es el protocolo! Se pactó así desde el principio. Va a celebrarse una cena y luego el hotel ha dispuesto un baile y todo el paripé, no es que sea muy fan de todo eso. Todo el mundo va a ir acompañado, no puedo ir sin más, estaría fuera de lugar. – De pronto se quedó inmóvil en mitad de la sala con los ojos clavados en Evelyn, quien le devolvía la mirada algo tensa. – Tú.
− ¿Yo? – Preguntó sonriendo nerviosamente. - ¿Q-qué pasa conmigo?
− Por favor, dime que no tienes nada que hacer el sábado por la noche. – imploró él, acercándose hasta ella y tomándole suavemente la mano. A Evelyn siempre le había parecido graciosa la dramática diferencia de altura que había entre ambos, ahora acentuada debido que no llevaba zapatos. – Te lo ruego.
Evelyn lo miró, todavía algo confusa. Sin embargo, no pudo evitar la inocente mirada en la que se reflejaban sus ojos. Dudó un segundo, pensando a toda velocidad, antes de decir que no casi en un hilo de voz seguido de una tímida sonrisa. Los hombros de Robert se relajaron al instante mientras su frente se posaba suavemente sobre las manos entrelazadas de ambos.
− Eres la mejor. Te debo una, una muy grande. – dijo entonces, echando la mano dentro de su maletín y sacando de ella una agenda forrada en piel. – Te recogeré a las ocho, antes tengo que hacer un par de recados. Confío en que estarás espectacular.
− Cual princesa. – bromeó ella, tratando de ocultar el nerviosismo que hacía que le cosquillearan las palmas de las manos. No tenía ni idea de dónde se había metido, ni qué tendría que hacer allí, pero no quería dejar tirado a Robert. Además, según le constaba, en su maleta no había traído ningún vestido de gala.
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Fading Lights
Storie d'amoreEl destino es muy caprichoso, sobre todo en temas de amor. Y sino que se lo digan a Evelyn.