Un chico llamado Alex

150 8 1
                                    

Las luces de la ciudad se alzaban gloriosas frente a nosotras.
Mientras el taxi nos llevaba a ese club que Nay había buscado, yo estaba perdida observando a las personas de la acera.
Baje la ventanilla y saque la cabeza mientras tomaba una bocanada de aire y sonreía como loca. Sin duda alguna, Los Ángeles era un lugar donde me encantaría vivir.
Las personas en la calle reían, se tomaban fotos y se divertían. Se les veía alegres y eso era algo que yo amaba de esta ciudad, que tanto la gente como el sitio en sí transmitían vitalidad, cosa que me dejaba encantada.
El taxi se detuvo, indicando que habíamos llegado a nuestro destino. Le pagamos al chofer y nos bajamos, y mientras descendíamos del auto observamos una larga fila de personas en espera.
Fruncí los labios. No tenía idea de cómo le haríamos para entrar. Si éramos nuevas en la ciudad teníamos una posibilidad completamente nula.
—Nay... ¿Por qué me hiciste venir aquí? ¡Mira toda esa gente! — señale a las muchas personas que esperaban detrás de una cinta roja. —Seguro que no entraremos ahí.
Mi amiga observo a todas esas personas y luego agito la mano con desdén.
—Despreocúpate. Estás conmigo, y entraremos si o so al Vipe Room y la pasaremos de poca, ya verás. Anda, — me tomo de la mano y me jaló para que caminara junto con ella— vamos que la noche es joven y nosotras demasiado hermosas como para seguir esperando.
Y, como siempre que Nay se proponía algo, acabo sorprendiéndome. Ella podía en ocasiones ser demasiado tranquila o tímida, pero cuando quería, podía ser un arma muy poderosa.
En cuanto me vi que estaba acomodando su escote y moviendo sus caderas de manera más exagerada de lo normal, supe que planeaba.
Llegamos junto al gorila que estaba plantado en la puerta. Un afroamericano con rastas como de dos metros de alto y una tonelada de músculos fibrosos y pesados. Parecía un monstruo a nuestro lado, y eso que ambas éramos relativamente altas, bueno, lo más alta que puedes ser con 1.60 de estatura.
—Hola—. Saludo con ese toque coqueto que su voz adquiría cada que hablaba en inglés.
El guardia la miró de pies a cabeza mientras una sonrisa de lado se extendía sobre sus oscuros labios, y luego de unos minutos de flirteo intenso, ya estábamos dentro del sitio.
Sin duda alguna, Nay podía ser toda una tigresa con los hombres, aunque a veces aparentaba lo contrario.
:::
Estaba tan perdida observando el lugar y lo enorme que era, que no me percaté de que Nay me hablaba.
Chasqueo los dedos enfrente de mí haciendo que la mirara.
—Vicki... ¿Qué tomarás? Yo me pedí una cubata con ron y Coca-Cola, ¿Tú que pedirás?
Lo pensé por unos minutos, pero o andaba con ganas de propar bebidas con muchas cosas.
—Un whisky está bien.
El camarero, que era como de nuestra edad, sonrió y se apresuró a preparar las bebidas.
Diez minutos y dos copas de whisky después, Nay estaba bailando con unos chicos en la pista mientras que yo seguía en la barra, sentada observando como la noche avanzaba y el ambiente se iba poniendo más denso.
Saque mi móvil de mi chaqueta y le hice una foto a Nay, quien estaba prendida de dos chicos con los que bailaba.
Sonreí con malicia. La cara que pondría Mike cuando le llegara esta foto.
Rato después me hice a la idea de que me quedaría sola aquí sentada porque mi amiga seguía entretenida, así que deje mi vaso en la superficie de madera y me dirigí a un área que era específica para fumadores. Necesitaba un cigarrillo urgentemente.
— ¿Qué pasa caracola? Se suponía que debíamos estar de fiesta, no haciendo lo de siempre.
Señalo el humo que salía por mi boca.
No había pasado tanto tiempo cuando Nay vino a verme, unos cinco minutos probablemente.
—Necesitaba uno, ya sabes, me relaja.
—Deberías dejarlo Vicki, esa cosa te hace daño.
—Pero me relaja Nay.
—Ya... ¡Pero te hace daño, joder! — Se dio la vuelta con los brazos cruzados.
Mi amiga era una fiel partidaria de cero tabaco, cosa en la que diferíamos, ya que yo creía que eso, y la comida, era la mejor cosa que podía existir.
Me acerque a ella y la abrecé por detrás, como si fuéramos una pareja. Descansé mi barbilla en su hombro y le coloqué el cigarrillo cerca de sus labios. Enseguida intento alejarse pero no se lo permití.
—Hagamos un trato, si tú le das una calada sin toser, no fumo por el resto de la noche y todo el día de mañana, ¿Te parece?
—Mejor por todo el fin de semana.
Lo pensé por un rato, ¿todo un fin de semana? Era algo que si podía soportar.
—Hecho. Ahora fuma.
Le coloque el cigarrillo en los labios y dio una calada rápida, haciendo que el humo se le fuera de golpe y empezara a toser. Cuando se le hubo pasado le dio otra calada más, solo que a diferencia de hace rato lo hizo más despacio.
— ¿Y bien? — pregunté. Observando como sacaba el humo.
—Sabe horrible, enserio no entiendo cómo es que eso te relaja. Pero bueno, — me llevo al interior del local. —La noche aun no acaba.
Creí que me llevaría a la pista de baile, pero se dirigió a la barra, donde enseguida pidió un mojito más. Después de unos cinco mojitos empecé a observar como sus mejías se comenzaban a teñir de carmesí, prueba irrefutable de que Nay se estaba poniendo ebria. Al momento que pidió un mojito más se lo quite y me lo bebí, ella no estaba acostumbrada a beber en tales cantidades y yo no estaba dispuesta a llevar a una borracha al departamento, yo también quería divertirme un rato, no quería estar al pendiente de mi amiga alcoholizada.
—Eso era mío. — Me recrimino.
—Lo sé, pero para ti no más alcohol por hoy.
Ne observo cual niño le acaban de quitar su chupeta y no pude evitarlo, me entró la risa.
Le bese la frente y le di instrucciones claras al camarero de no darle más bebidas a mi amiga y me fui a la pista, la música era contagiosa y solo quería bailar por un rato.
Momentos después de que me encuentro bailando siento unas manos posarse en mis caderas. Sonrío y envuelvo mis manos en el cuello del desconocido mientras sigo frotando mi cuerpo contra el de él, que es una dura masa bastante grande. Si estuviera en mis cinco sentidos, le hubiera puesto una bofetada al instante en que osó tocarme, pero como el alcohol ya había contaminado mis venas, pues lo deje de pasar, después de todo solo era por esta noche.
Me di la vuelta para toparme con un chico extremadamente guapo, poseedor de ese tipo de sonrisas que hacen que te quites tus bragas y que caigas enamorada en un dos por tres. Cosa que, por supuesto, conmigo no sucedería.
Era alto, de hombros anchos y cabello negro. Llevaba anteojos, pero eso no restaba la belleza de sus profundos ojos marrones que me miraban con atención.
—Tú no eres de aquí, ¿Verdad?
No hizo falta que siguiera hablando. Su acento lo delataba.
—No, soy de España.
Sus cejas casi se alzan hasta la raíz cuando escucha mi respuesta.
— ¡Olé paisana! Que yo también soy de España.
Joder. Que chiquito es el mundo. Pudiendo encontrarme a cualquier persona de cualquier parte del mundo, me topaba con un español.
— ¡Olé! — Grito y lo abrazo, como si nos conociéramos de años cuando en realidad no sé ni su nombre.
Lo suelto y me siento algo apenada.
—Me llamo Alex, por cierto.
Recuerdo a Nay y estoy segura de que quedara enamora de este tipo.
—Yo me llamo Victoria, pero todo mundo me dice Vicky, y ella... — me volteo a ver a Nay pero ya no está. El lugar que ocupaba en la barra ahora está vacío.
Empiezo a buscarla con la mirada, pero nada más no la veo.
— ¿Sucede algo? —la voz de Alex me llama.
—Mi amiga, la ando buscando.
—Te ayudo, ¿Cómo es?
Dudo por un momento pero lo dejo pasar, después de todo es paisano y no creo que tenga malas intenciones.
—De mi estatura, cabello largo y rojizo, ojos miel y trae un vestido rojo.
—Vale, yo busco por la pista y tu ve a los alrededores, en diez minutos te veo del sanitario de chicas.
Asentí y empecé a buscar.
Recorrí los alrededores y nada, así que entre al baño. Empecé a llamarla pero nadie me contestaba, hasta que oí unos pequeños quejidos seguidos del ruido inconfundible de alguien vomitando. Me asome al sanitario de donde provenían los ruidos y me encontré a una muy pálida Nay abrazada del escusado mientras sacaba hasta su alma.
—Mierda, Nay.
Me incline y le recogí el cabello para que no se le salpicara de vomito.
El cuerpo de mi amiga se arqueaba y temblaba al momento que se dejaba el estómago en el váter.
—Te dije que no bebieras más.
—Ya... pero si solo me bebí unos cuantos mojitos Vicky, no eran muchos.
Se sentó, recostando su espalda en la pared. Me puse en cuclillas, justo a la altura de ella.
—Sí, pero no estas acostumbrada a beber tanto mujer.
La voz de Alex al llamarme nos interrumpió.
— ¿Quién te llama? — pregunto Nay mientras intentaba y fallaba al ponerse de pie.
—Alex, un chico de España al que acabo de conocer, — la sostuve contra mí para evitar que acabara con el culo en el suelo. — ¡Alex, ven y ayúdame!
—Alex, Alex, Alex... — canturreo Nay mientras la arrastraba a la salida, —tiene nombre de chica.
En ese momento Alex hizo su entrada triunfal.
Los ojos de Nay se agrandaron y parpadearon rápidamente, este era el tipo de chicos por el que ella si se quitaría las bragas.
Intento en vano coquetearle, pero le resultó imposible ya que cuando quiso caminar sensualmente hasta donde él estaba acabo sobre su pecho, inconsciente.
—Bueno, al menos es linda mientras esta inconsciente. — Dijo Alex al momento en el que la colocó sobre su hombro.
Sonreí. Salimos del local y pedimos un taxi, y digo pedimos porque Alex se negó a dejar que yo llevara sola a Nay, cosa que me pareció linda.
Llegamos al departamento y depositamos mi amiga en su recamara. Le quite los zapatos y la cubrí con una manta.
—Gracias por acompañarnos, eres muy amable.
Estábamos bajando las escaleras.
—Fue un placer Vicky, no tienes por qué agradecer nada, de verdad.
Observe mi reloj, eran más de las cuatro de la mañana, taxis ya no habían y era peligros que Alex se fuera solo, más si su departamento estaba a kilómetros de aquí, lo menos que podía hacer era invitarlo a quedarse.
—Si quieres puedes quedarte a dormir. Seguramente no habrá taxis a esta hora.
Me miro y me dedico una sonrisa de agradecimiento verdadero.
—Por supuesto gracias.
Le di unas mantas y se hizo su propia cama en la sala.
Subí hasta m cuarto y me desvestí para tomar una ducha. Y mientras me caía el agua encima me puse a pensar que era un poco peligroso que dejara dormir a un desconocido aquí, en el departamento. Pero luego deseche la idea, estaba siendo paranoica, Alex era un chico como nosotras que solo buscaba diversión, así que estaba exagerando, además, quien quitaba y con un poco de suerte acaba echando un polvo salvaje con ese tipo que, aunque no fuera mi tipo, no estaba nada mal.
Sonreí y negué con la cabeza mientras salía del baño y me secaba el cabello. Si bien eso no pasaría pero al menos fantasear no me costaba.

Vendida al Rock Star (Andy biersack)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora