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Briana se sentía molesta no solo por el hecho de que Lautaro estuviera teniendo relaciones sexuales con alguien más en la otra habitación, sino porque se sentía bastante triste. Salió de la habitación, tomó su cartera y decidió encender su vehículo. Apoyó su cabeza en el volante, intentando de esa manera no sentirse tan triste. Su corazón se llenaba de pesar en ese momento. No sabía muy bien en ese instante cómo sentirse, y su corazón se detenía poco a poco.En cuanto llegó a la cocina, todos sus nervios se disiparon, convirtiéndose en una ruleta de preocupaciones y suspiros. Se sentía nostálgica y, en parte, bastante indecisa. Quizás una parte de ella no sabía muy bien cómo empezar, pero cualquiera de las opciones la mantenía entretenida. Cuando finalmente pudo darse cuenta de que lo que menos tenía que hacer era distraerse, estaba bebiendo un vaso de agua mientras aún escuchaba aquellos ruidos como si hubiera vuelto a ingresar a la casa. Pero nuevamente tomó el coraje que no tenía, agarró la cartera entre sus manos y decidió que lo mejor era salir hacia afuera. Se subió al vehículo, miró el reloj y eran las 4 de la mañana. Ya no lo soportaba, no soportaba saber que Lautaro estaba acostándose con otra chica. No se entendía ni siquiera a sí misma, pero se sentía triste.En cuanto finalmente llegó a una ubicación, como la mansión de Eduardo, se bajó y no sabía muy bien qué hacer. Llamó a Eduardo y dijo: "¿Puedes abrirme? Soy yo."—Claro —comentó un poco confundido. Se incorporó en la cama, se pasó la mano por los ojos y se sentó en la silla de ruedas. Comenzó a deslizarla con suavidad hasta colocarse en la rampa. Bajó y pronto llegó a la puerta para abrirla y encontrarse con una Briana confundida. ¿Qué ocurre? —preguntó.—¿Puedo dormir esta noche aquí? —preguntó, insegura.—Claro — comentó, un poco confundido. —Gracias —susurró, sosteniendo su cartera. —¿Tienes frío? —preguntó, acercándose a la cafetera.—Un poco —comentó.—Te prepararé un café, siéntate —murmuró, y ella hizo caso. Su vista estaba perdida en un punto fijo de la mesada.—Me dirás qué haces aquí. No es que me incomode, aunque un poco sí que me despiertes a las 4 de la mañana —comentó divertido.—Es que Lautaro trajo una chica y no podía dormir. Hacían ruidos muy fuertes —preguntó curiosa, mientras se acercaba Adriana y esperaba a que la cafetera terminara el café.—Algo así —comentó con desgano.—Mírame, tú eres una mujer muy hermosa y perfecta, no necesitas sentirte así.—Es la primera vez que me dices un halago —comentó divertida.—Es la verdad, creo que me levanto de buen humor a las 4 de la mañana —comentó con sarcasmo.—Lo lamento —murmuró.—No te preocupes, sabes que eres bienvenida y no hace falta que golpees esta casa.—Lo sé, pero de igual forma, solo soy una empleada.—Dentro de poco no lo serás —comentó, y Briana suspiró.—¿Hoy cómo van los preparativos para la boda?—Bastante bien. Ya está todo listo. Lo único que falta es que me pruebe el vestido —comentó Briana. Tenía una cita con la modista, tenía que ir mañana temprano.—Casi lo olvidas —comentó divertido.—Casi lo olvido —comentó.—Entonces, ¿me dirás la verdadera razón por la que estás aquí? —preguntó.—No podía dormir por los ruidos —comentó nuevamente, y él levantó una ceja.—No pensé que eso te molestara —comentó divertido.—Bueno, Lautaro, él puede hacer con su vida lo que quiere —murmuró divertida y un poco triste.—¿De verdad? —preguntó Lautaro acercándose a ella, esta vez con una taza de café, y la miró.—De verdad —comentó mientras revolvía el café con una pequeña cuchara.—Estás celosa —comentó finalmente, y Briana lo miró con sorpresa.—Eso sería imposible, yo no estoy celosa de Eduardo. Solamente es un compañero de trabajo y de piso.—Entonces, díselo a tu cara —comentó Lautaro.—No estoy celosa —afirmó.—¿De verdad? —preguntó curioso, mientras sostenía la cuchara entre sus manos. Él también se había preparado una taza de café.—Piensa lo que quieras, Lautaro. Yo no estoy celosa —dijo, y tomó un sorbo del café.—Lo dudo —comentó divertido, y Briana lo miró con una sonrisa divertida.—Da igual, que hagan lo que quieran —comentó Briana finalmente, terminando de beber el café.—Esto me va a quitar el sueño.—Eso es una mentira, lo único que puede llegar a quitarte el sueño es la glucosa.—Si no puedo dormir, es culpa tuya —comentó divertida, señalando a Lautaro.—Mañana, ¿quieres que te lleve? —preguntó.—No, iré en mi vehículo.—Está bien —murmuró Lautaro, y desapareció deslizándose con suavidad en la silla de ruedas. Briana,Suspiró, sintiéndose nostálgica y un poco confundida, sin saber muy bien cómo manejar las sensaciones que tenía en su corazón. Una parte de ella quería gritar a los cuatro vientos lo extraño que le parecía todo. Eduardo, por otro lado, se encontraba divertido mientras jugaba con Blanca. En cuanto llegaron a la habitación, Blanca se acercó a él, queriendo besarlo, pero él la detuvo. "No puedo", murmuró con pena, y Blanca levantó una ceja confundida. "Entonces, ¿para qué me citaste?" preguntó un poco desganada."Quería...", comenzó Eduardo. "¿Qué querías?" preguntó curiosa, sentándose en la cama."Quería tener sexo contigo porque estoy enojado con otra mujer, y eso no está bien. No puedo hacerlo por despecho", explicó Eduardo."Vaya, me sorprendes. Eres la primera persona que me dice algo tan sincero", comentó Blanca. "Soy una idiota, soy patético, lo sé", añadió Eduardo."No, eres un buen chico", afirmó Blanca."No lo sé", comentó Eduardo mientras se sentaba y ella acariciaba su espalda."¿Qué haces?" preguntó un poco incómodo."Relájate, solamente te daré un masaje", comentó divertida Blanca."No deberías desperdiciar mi tiempo conmigo", dijo Eduardo."Bromeas, eres el primer chico sincero con el que me topo. Incluso he estado con casados sin saberlo. Gracias por tu sinceridad. Estás muy enamorado de ella, ¿verdad?" preguntó Blanca."De Briana", preguntó Eduardo."Con que se llama Briana", comentó divertida, y él suspiró, cerrando los ojos.

Contrato con el viudo paralíticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora