Capitulo 3

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—Hola, tía —comentó Emma mientras miraba a Briana. Briana era su tía, aunque nunca la había visto como tal, ya que nadie se lo había mencionado. En su pequeña cabeza, era más considerado que Briana la visitara porque era su tía. Aunque en parte, Brriana también la quería mucho a Emma, pero no del todo. Briana era una empleada que recibía un sueldo por estar allí.—¿Qué estás dibujando, cariño? —preguntó Briana.—Estoy dibujando a ti, a papá y a mí —respondió Emma.—Qué bonito salimos, tienes una sonrisa cálida —dijo Briana con cariño.—Quiero que vivas aquí todos los días, así te puedo ver y me cuentas cuentos hasta quedarme dormida —expresó Emma.—Pero tienes a papá —señaló Briana.—Papá nunca me lee cuentos —protestó Emma, frunciendo el ceño, y Briana suspiró con una sonrisa triste. Acarició el cabello de la niña y ella sonrió.Tres horas más tarde, Briana se encontraba camino a su casa. En cuanto llegó, vio un mensaje en su teléfono."Hola bonita, paso a recogerte a las 8. ¿Te parece bien?", era un mensaje de Eduardo, uno de los empleados de la mansión.Él trabajaba como mozo y era el hijo del mozo que había estado allí durante muchos años. Eduardo había heredado el puesto y era excelente en su trabajo. Sin embargo, se había fijado en Briana. La encontraba hermosa, con su cabello dorado que llegaba hasta la cintura, sus ojos azules y su tez blanca con una perfecta salpicadura de pecas en su nariz. Lo hacía ver adorable, y sus dientes eran grandes pero perfectos.En cuanto Briana vio al joven parado en la puerta de su casa, dejó el teléfono a un lado.—¿Viniste? —preguntó confusa al verlo.—Sí, lo hice —respondió Eduardo.—Tan rapido saliste de la casa, ¿acaso eres Flash? —preguntó Briana divertida, y Eduardo se rió.—Soy Flash para ti, puedo ser cualquier personaje. Soy Batman —respondió él.—Tonto —murmuró Briana divertida acercándose a él.—Entonces, bonita, ¿saldremos hoy? —preguntó Eduardo.—Creo que sí, pero primero ingresemos a la casa, tengo que bañarme porque..—comenzó a decir Briana.—Tienes razón, estuviste trabajando al igual que yo, pero yo estoy sucio —interrumpió Eduardo.—Tú porque eres sucio —comentó divertida Brianna al ingresar.—Mamá, llegué, traje a alguien —anunció Briana.—Hola, cariño. Hola, ¿cómo estás joven? —saludó la madre.—Hola, señora —respondió Eduardo.—Briana, ¿saldrás? —preguntó curiosa la madre.—Sí, mamá, saldré —respondió Briana.—Pero él..—comenzó a decir su madre con una mueca.—Sé que te cae mal, pero es un buen joven —defendió Briana.—No lo sé, hay algo que no me cierra —expresó su madre.—¿Y acaso te cae mejor Lautaro? —preguntó Brianna divertido.—La verdad es que sí —comentó su madre, mientras ponía los ojos en blanco.Fue a su computadora y estaba decidida a eliminar esos mensajes. Sin embargo, no pudo hacerlo. Eran el único registro que le quedaba de su amiga y, en parte, era la única verdad que tenía. Sin querer, mientras se acomodaba el cabello y se maquillaba un poco, dejó la computadora desbloqueada.—Mamá, saldré —murmuró Briana, y el joven la esperaba sentado en el sofá.—Qué bonita estás —exclamó Eduardo con una sonrisa alegre y dijo —Gracias.—Tú sí que quedas bien conmigo, eres perfecta al igual que yo —comentó Eduardo, y Briana hizo una mueca tonta. Era alguien bastante creído y siempre se fijaba en su propia apariencia.—Eduardo, vamos —dijo Briana.—Cuídate —murmuró su madre, y Briana asintió. No le caía para nada bien ese tipo, que siempre estaba coqueteando con ella y se creía perfecto.En cuanto salieron, Briana descendió de su vehículo. Eduardo, el coqueto, gastaba su dinero en ropa y accesorios para él, pero no tenía un vehículo propio.—Vamos —dijo él mientras cruzaba las piernas y estiraba los brazos hacia arriba.—Con cuidado, no me ensucies el lugar —comentó Brianna y aceleró. Llegaron pronto a un barco donde él había propuesto ir, y también había una pista de baile. Briana estacionó, colocó el freno de mano y bajaron.—¿Estás seguro de que este sitio? —preguntó Briana con desgano. El lugar se veía un poco siniestro, con las luces levemente apagadas y no había nadie alrededor.—Sí, es divertido —comentó él mientras tomaba su mano y la ingresaba. Briana no estaba muy convencida, pero lo hizo de igual forma.Por otro lado, Laura, la madre de Briana, miró con atención el desorden que había hecho su hija y decidió ordenarlo. Mientras lo hacía, vio algo que la dejó desconcertada. La computadora de Briana estaba desbloqueada. Sabía que Briana protegía su computadora como si fuera oro en bruto, nunca la dejaba acercarse y siempre la mantenía bloqueada. En ese instante, cuando vio que estaba desbloqueada y la pantalla encendida, corrió y apretó el mouse para evitar que se volviera a bloquear.—Esta niña distraída —comentó Laura. Se dio la vuelta para seguir limpiando, pero la curiosidad la invadió.—No puedo hacer eso, está mal —comentó, pero luego decidió continuar avanzando. Sin embargo, no pudo resistirse y se dio la vuelta de nuevo.Se acordó de algo, pero no recordaba si había bloqueado o no su computadora. Se sintió un poco asustada y dijo:—Creo que es mejor que volvamos.—¿De verdad? —preguntó Eduardo.—Sí, olvidé hacer algo —comentó Briana mientras caminaba hacia atrás.—Briana, llevamos dos horas aquí apenas, lo estamos pasando bien —protestó su acompañante.—Tengo algo que hacer —dijo ella, mientras sus pasos se deslizaban ágilmente por la pista.—¿De verdad? —preguntó Eduardo con desgano, estirando el cuello hacia atrás y cerrando los ojos.—Vamos —comentó Briana, tomando su mano y arrastrándolo lejos de la discoteca.—¿Qué es tan importante que tienes que correr así? —preguntó Eduardo mientras se sentaba en el asiento del copiloto.—Me olvidé de algo —repitió Briana. Eduardo asintió sin tener ganas de protestar. Se miró en el espejo para comprobar que su peinado estuviera perfecto y avanzaron. Briana abrió la puerta del copiloto.—Ya puedes irte —dijo sin despedirse y desapareció hacia el interior de la casa. Eduardo levantó una ceja y sin decir nada, se dio la vuelta para regresar a su casa.—Hola cariño —comentó su madre mientras lavaba los platos.—Hola mamá —respondió Briana con desgano, y corrió hacia su habitación. Pudo ver que las cosas estaban desparramadas como ella las había dejado. Briana era una persona bastante desordenada, no le gustaba mucho el orden y eso se notaba cada día. En ese momento, hizo una mueca al ver que su computadora estaba bloqueada. Suspiró aliviada, aunque tuvo una leve sospecha. El mouse estaba corrido. Confusa, bajó las escaleras y enfrentó a su madre.—Mamá, ¿tú moviste algo en mi habitación? —preguntó.—No, cariño, yo ni entré.— Pero tú siempre ordenas todo, cada vez que me voy apurada, organizas cada detalle de mi tocador. Esta vez no lo hiciste, lo encuentro sospechoso—dijo Briana acercándose a su madre con los brazos cruzados.—Carino, tengo otras cosas que hacer—respondió su madre sin mirarla.—Mírame a los ojos, por favor—pidió Briana, y su madre finalmente accedió.—¿Tocaste mi computadora? —preguntó Briana directamente.—No, cariño, yo ni siquiera sé cómo usarla—comentó su madre, dando la espalda y secando unos platos.—Mamá, sé que la tocaste. ¿Verdad? —insistió Briana.—No puedo creer que defiendas a esa persona de Lucía—replicó su madre con enojo.—¡Mamá!, por favor, escúchame—suplicó Briana.—No, tienes que decirle la verdad. Si estás enamorada de Lautaro. Lo peor de todo es que guardas el profundo secreto de esa mujer—continuó su madre acusatoria.—Mamá, detente—interrumpió Briana.—Ella no es una desgraciada. ¿Cómo puedes juzgarla así? ¿Cómo pudo ser tan interesada en estar con él solamente por dinero? —replicó su madre con enojo.Briana trató de calmar a su madre y le dijo: "Mamá, por favor, déjame explicarte..."—Mamá, relájate. Estoy muy molesta contigo. ¿Cómo puedes invadir mi privacidad de esa manera? —preguntó Briana, alejándose de su madre.—No puedo creer que guardes ese secreto tan pesado en tus hombros, hija—respondió su madre.—Mamá, por favor..—suplicó Briana.—No, Briana, tienes que ir y decirle la verdad—insistió su madre.—No puedo hacerlo—comentó Briana y continuó caminando, mientras su madre la seguía.—Briana, tienes que hacerlo, es lo correcto—dijo su madre.—Mamá, es mi problema. Te pido por favor que no te vuelvas a meter en mis asuntos—dijo Briana enojada, y su madre se quedó en silencio.Decidió hacerle caso a Briana y su madre dijo: "Yo no diré nada." Briana asintió.—Eso espero—comentó Briana y decidió ir a su habitación y tratar de dormir, pero las preocupaciones no la dejaron descansar. Volvió una y otra vez en su mente, hasta que finalmente pudo conciliar el sueño. Lo último que vio fueron los ojos de Lautaro visitándola en su sueño y sonriéndole con nostalgia.Al día siguiente, Briana se despertó con un intenso dolor de cabeza. Su madre llegó con una taza de té.—Diablos, cariño. ¿Estás bien? —preguntó su madre, sosteniendo su mano.—Estoy bien, mamá. De alguna manera, en algún momento, alguien tenía que saberlo—respondió Briana.—¿Y cómo te sientes cargando ese secreto? —preguntó su madre, preocupada.—Mal, mamá. Porque, como sabes, estoy enamorada de Lautaro—admitió Briana.—Ay, mi niña, sería mejor que te alejes de todo esto—comentó su madre.—No puedo, mamá. Quiero mucho a Emma y ella está sola en el mundo—respondió Briana.—Tienes razón. Esa pobre niña tiene un padre ausente y vive el recuerdo de una mujer que la idealizó como perfecta—reflexionó su madre.Dejó a Eduardo en paz y Briana suspiró. Era extraño compartir ese secreto con alguien y sentir cómo una carga se aligeraba de sus hombros. Se puso de pie, ignorando el reclamo de su estómago, ya que no había comido, y decidió ir al trabajo. Se vistió con unos cómodos pantalones vaqueros y un suéter marrón que le llegaba a la cintura. Se calzó unas zapatillas grises y se dirigió hacia su coche Honda estacionado afuera. Justo cuando llegaba a su coche, chocó accidentalmente con Eduardo.

Contrato con el viudo paralíticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora