Sobrevivió todo el fin de semana en Londres, incluso después de que casi muere en manos de un asesino, en ese pequeño lapso de tiempo, supo más o menos como funcionaba todo en el 221B de la calle Baker, la tía Martha era quien mantenía en marcha todo el lugar, en verdad todo y hacía pastelillos deliciosos, John era la clase de persona a la que siempre recurrirías por un consejo, era el más equilibrado de la casa y Sherlock, Bueno Sherlock era la clase de persona que si te encontrabas y cruzabas unas palabras con él, le terminarías rompiendo la nariz.
En el último par de días John y Sherlock habían desaparecido, y bueno no es que Sam estuviera metida todo el día en casa, se la había pasado paseando a lo largo y ancho de la ciudad, conociendo sitios, perdiéndose, encontrándose, admirando edificios de pie por horas sin que nadie notara su presencia, ese era otro de los beneficios de ser invisible, podía ser uno estúpido a sus anchas sin interrupción y admirar lo que otros no.
La ciudad ya no parecía tan monstruosa, más bien encantadora, su arquitectura era casi indefinible por la cantidad de corrientes observables, desde aquellas enormes catedrales antiguas al estilo tudor que invitaban a dar un vistazo al pasado, hasta aquellos edificios modernos que apuntaban hacia el futuro.
Cuando el viento se tornó más frío Sam volvió a casa, la cocina ya olía delicioso, saludó a su tía y le ayudó a poner los platos. Subió a dejar sus cosas, pero al bajar no pudo evitar ir a donde aquel piano que parecía estar ahí solitario esperando, esbozó una media sonrisa y se sentó frente a él, calentó un poco sus manos, la verdad ya no recordaba mucho de aquello pues no había tomado lecciones de una manera formal, había tenido un novio en un bar de Eyemouth que le dio algunas lecciones de piano y... de otras cosas, se mordió el labio inferior recordando aquella tarde donde el blues, Jazz y el alcohol, solo habían sido el inicio de una noche mágica, largó un suspiro y sus manos empezaron a tocar una a una las teclas probando la afinación, el instrumento necesitaba ser afinado urgentemente, pero no estaba tan mal, "take the a train" de Duke Ellington empezó a llenar todo aquel ambiente austero.
-¡Oh Sam! Qué bien lo haces –Dijo su tía desde atrás.
-Es increíble que aún lo recuerde –Sam cerró la tapa y se puso de pie –Tengo hambre- John y Sherlock no llegaron sino hasta muy entrada la noche, al parecer estaban en un caso, o al menos eso es lo que le dijo la tía Martha que ya los conocía bastante bien.
Sam estaba durmiendo tranquilamente, había tenido un largo día, sin embargo se levantó al baño y luego bajó por un vaso de leche. Metió la cabeza en el refrigerador, el sonido del líquido siendo vertido era lo único que se podía oír hasta que escuchó ruidos en el piso de arriba, seguro era Sherlock buscando documentos o algo parecido, apenas puso un pie en el primer escalón escuchó una melodía que provenía del piso de Holmes, subió y en la ranura de la puerta que permanecía entreabierta vio a Sherlock tocar aquel instrumento con maestría e increíble destreza pero ¿Era en serio? ¿A las 2 de la mañana? Dejó salir aire de golpe y subió a intentar dormir. Pasó el resto de la noche escuchando al chivo Lubeski ¿O era Tchaikovski? Ya ni sabía lo que pensaba, solo quería dormir y su vecino estaba dando un concierto que le parecía tan maravilloso que no quería dormir pues quería seguir escuchando, luego se hizo el silencio absoluto, pesó que podría dormir pero no fue así, a esa pieza sucedieron otras, Holmes interpretaba de manera maravillosa, ¿pero por qué demonios en la madrugada?
Apenas durmió unas horas, cuando despertó ya era muy tarde, se metió a dar una ducha, llevaba el cabello aún muy mojado pero no había tiempo de nada. Apenas si llegó a tiempo, la escuela estaba muy grande y bastante bonita, con sus facultades, enormes jardineras, corredores impecables, era un lugar bastante bonito. Buscó el auditorio en que se daría aquella conferencia, apenas había terminado la semana de vacaciones de otoño y había gente por todos lados pero siempre que preguntaba por el auditorio la hacían dar vueltas y más vueltas, estaba segura que había pasado por aquel ventanal más de tres veces, quizá se estaba desesperando porque tenía muchísimo sueño, se concentró y fue a revisar el mapa de la escuela de nuevo, dio media vuelta de manera brusca chocando con una chica rubia de ojos azules que la vio un tanto molesta –Lo siento mucho, ¿no te hice daño? –Esperaba que no la demandara o algo así.
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The Music Of Love
De TodoElla es una chica ordinaria y común, de esas que tienen que repetir cientos de veces su nombre frente a las personas que siempre lo olvidan, eso la hace sentir invisible la mayor parte del tiempo, sin embargo no tiene problema alguno con ello pues s...