Oda a una infancia perdida.

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He perdido mi infancia ¿quién me ayudará a encontrarla?

Pues no la he perdido yo sino que me la han quitado. Los guardianes de mis recuerdos se han ido, han descuidado su puesto y han venido los ladrones y se la han llevado. Se deshicieron de lo viejo para construir algo nuevo, la innovación de unos constituye el olvido de otros.

La mente es caprichosa y la memoria es una perra que se prostituye con el cliente más fácil y aquellos que valen la pena no pierden su tiempo con esa clase de mujeres, por lo que mis recuerdos han huido para ser custodiados por otros.

He perdido mi infancia. Y es toda mi culpa por haberla dejado desperdigada por todos lados. No fui capaz de conservarla pues mi adolescencia consumió toda mi energía. Debí haber luchado por ella, hacer todo lo posible por mantenerla conmigo, pero me pareció más fácil dejarla en letreros aquí y allá y verla cuando voy de paso. Aquellos lugares que con solo verlos disparan las conexiones de mi cerebro evocando la misma imagen una y otra vez.

He perdido mi infancia, y ha sido mi culpa. Mi culpa por pensar que necesitaba grandes recuerdos para atesorarla, sin darme cuenta que son los pequeños momentos cotidianos los que forman una vida, una historia, un recuerdo.

He perdido mi infancia, y ya no la puede recuperar. Quizás por eso hay momentos en que me comporto como una niña, como manera de recrear lo que no recuerdo, como una forma de construir memorias que no existen.

¿Acaso no es triste? Pensar que la mejor época de la vida es difusa y confusa en tu consciente, porque tu subconsciente no se digna a trabajar como debería.

¿Acaso no es triste? Ver como los pedacitos que quedaban de esa época son destruidos frente a tus ojos. Un lugar abandonado, un dulce que ya no se vende, un amigo que ya no te habla. Porque cuando ves la piscina que te enseñó a nadar llena de tierra y basura desaparece el deseo de convertirte en sirena. Porque cuando tus primos se vuelven adictos a las redes sociales no tienes a nadie con quien jugar al escondite; y lo peor de todo es que se creen muy grandes para jugar al escondite.

¡Pues me rehúso! Me rehúso a perder lo poco que me queda, me rehúso a olvidar lo poco que recuerdo. Me rehúso, a dejar que la niña que tengo en el corazón se muera, porque la que está en mi memoria ya hace tiempo que ya murió.

Puede que quizás algún día vuelva, quizás algún día me den una segunda oportunidad para no despreciar los pequeños momentos que constituyen algo grande. La oportunidad de no dejar pasar los chistes, los abrazos, las jugarretas; esperando por... por quién sabe qué estaría yo esperando. Quizás algún día, en el futuro, recupere mi infancia. En la vida de los pequeños que saldrán de mis entrañas, asegurándome que ellos no pierdan la suya.

Puede que ya sea muy tarde para luchar por mi infancia perdida, pero por la de ellos... pelearé hasta la muerte.




Reflexiones de una Almohada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora