Charlie

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Odio cuando mi hermano Charlie tiene que irse. Mis padres constantemente tratan de explicarme lo enfermo que está, y que tengo la suerte de tener un cerebro en el que todos los químicos fluyen adecuadamente a sus destinos como ríos sin represas ni diques.
Cuando me quejo de lo aburrido que estoy sin un hermanito para jugar, ellos tratan de hacerme sentir mal al señalar que su aburrimiento probablemente supera con creces al mío, teniendo en cuenta su confine a un cuarto oscuro en una institución.
Yo siempre les pido darle una última oportunidad; cosa que por supuesto hicieron al principio. Charlie ha estado en casa varias veces, cada una de menor duración que la anterior. Cada vez sin falta, todo comienza de nuevo, los gatos de la vecindad aparecen en su baúl de juguetes con los ojos arrancados, las navajas de afeitar de mi padre tiradas en la resbaladilla para bebés que se encuentra en el parque al otro lado de la calle; y las vitaminas de mamá reemplazadas por trozos de pastillas para lavavajillas.

Mis padres ahora lo dudan, tratan de usar las "últimas oportunidades" con moderación. Dicen que su trastorno le hace encantador; hace que sea fácil para él fingir normalidad y engañar a los doctores que le atienden para que piensen que está rehabilitado, listo para salir. Que si quiero que él se mantenga seguro, debo aguantar mi aburrimiento.

Odio cuando Charlie se tiene que ir, porque así debo pretender que soy bueno... hasta que él regresa.

Terror Al 100%Donde viven las historias. Descúbrelo ahora