La capturadora de fantasmas

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Miguel estaba riñendo severamente a su hijo Carlitos. Otra vez se había levantado y la consola Xbox estaba conectada con el monitor en marcha. Obviamente no era el gasto de electricidad lo que le enfurecía, sino el hecho de que su hijo de 6 años estuviera hasta las tantas de la noche jugando y que, además, le desobedeciera.
Pero Carlitos parecía más afectado que de costumbre. Prometía por todos sus personajes de dibujos favoritos que él no había encendido ni la televisión ni la consola y que era injusto señalarlo como culpable.
La hermana mayor de Carlitos, Claudia, no parecía darse por aludida. Con 19 años y un novio con el que hablar por Skype, parece que la consola era de poco interés para ella. Su mujer, Ana, tampoco podía haber sido porque no la utiliza nunca y él sabe que durmieron juntos toda la noche.
Para evitar futuros problemas, Miguel decidió instalar una cámara capturadora, que se activaba en cuanto la televisión se encendía. Miguel la dejaba activada siempre que se iba a dormir y un día cuando bajó volvió a ver la televisión encendida.
Aún no se había despertado nadie, pero quiso encender la grabación de la capturadora y descubrir por fin al culpable. Sin embargo, lo que descubrió no era nadie de su familia. Ante él, una figura pequeña, la de un niño, sin duda el fantasma de un niño ya muerto, encendía la televisión, la consola y se ponía a jugar durante toda la noche, justo hasta el momento en el que él había bajado las escaleras del piso de arriba hacia el comedor.
Miguel miró a su alrededor y no vio nada. Decidió apagarlo todo y no decir nada. Llamó al vendedor de la casa, quien le confesó que allí se había producido un terrible crimen, pues un padre había matado a su mujer y se había suicidado después, pero antes había matado también a un hijo pequeño que tenía.
Miguel y su familia sólo llevaban 3 meses en aquella casa, por lo que aún podían recuperar la fianza del vendedor por no haberles informado completamente de todo lo acontecido en la casa. El resto de la familia no lo entendió, pero Miguel les obligó a hacer las maletas y a irse de aquella casa. Sólo dejó conectada la consola que, según cuentan los vecinos, algunas noches se enciende durante horas.

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