El Bosque de los Sueños.

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-¿D-Dónde estoy? -desperezándose de aquel sueño, un pequeño Arthur se puso de pie, mirando a su alrededor confundido, perdido en un lugar que no recordaba. Se pasó los nudillos por los ojos, intentando enfocar bien ese sitio, intentando hallar marcas reconocibles... y frente a él se formó lo que parecía un bosque, unos de esos que le gustaba, porque podía encontrarse con la Señora Hada y todos sus amigos sin que nadie le molestara, o sus hermanos mayores aparecieran diciendo que realmente no había nada donde él veía seres mágicos.- ¡Señora Hada, Señora Hada! -exclamó al aire, pidiendo la presencia de esa pequeña criatura, pero nada apareció. El niño giró el rostro, confundido. ¿Por qué no aparecía?- ¡Señora Hada, le iré a buscar! -esbozando una alegre sonrisa, comenzó a avanzar por el bosque, a través de altos árboles que tenían muchos siglos de vida. De vez en cuando clamaba el nombre de su amiga, pero no obtenía respuesta, por lo que, incansable, continuaba su camino.

El paisaje poco cambiaba, un arroyo aquí, unos arbustos allá, barro, pasto y árboles. El viento, pensó, era de lo mejor; anunciaba lluvia y eso le gustaba, podía sentirlo en la tierra, en las raíces, en la cálida palabra de las hojas que se agitaban con leves ráfagas... Arthur no detuvo su paso, hasta poco después.

-¡Señora Hada, Señora Hada! -volvió a gritar al aire, deteniéndose ahora, bajando la voz e intentando que su respiración fuera leve, casi un pequeño susurro entre el vozarrón de la brisa. A lo lejos veía a otro niño recostado, durmiendo, tal vez de la misma manera en que él había estado hacia un rato atrás. ¿Debía despertarlo, o dejarlo dormir? Si no llamaba a la Señora Hada... ¿Y si ella se había perdido? Sopesó la idea de volver a gritar, de llamar a su amiga, y de despertar al niño. No, se dijo, eso es de mala educación. ¿Qué dirían sus hermanos mayores si había despertado a alguien a gritos, teniéndose en preferencia y no a esa persona? Frunció los labios. Quizá no estaba durmiendo, pensó, solo reposando, así que avanzó silenciosamente, tratando de que la tierra no cogiera sus pasos, de que ninguna rama se cruzara en su camino y en no provocar ruido alguno.

¡Dormía! Kirkland le miró, curioso, recorriendo unos rasgos claramente asiáticos, tanto como su corte de cabello como su expresión serena hasta durmiendo. Había oído hablar de esas personas, que estaban al otro lado del mundo, recatadas, silenciosas y a la vez bastante especiales. Vestía uno de sus trajes típicos, y el niño se preguntaba como es que había llegado ahí, y porqué seguía durmiendo. Su Hada escaparía y se perdería más a cada momento en que se quedaba ahí, mirándole... pero tampoco podía dejarlo allí, porque no sabía los peligros del bosque.

Finalmente el niño de cabellos dorados se sentó en frente del asiático, con las piernas cruzadas, contemplándolo; esperaría a que despertara, y le pediría que le acompañase en su aventura, buscando a su gran amiga. Tal vez ambos podrían llevarse bien...

-¿D-Dónde estoy? -una voz suave, casi un susurro, se pudo oír de aquella personita que descansaba cómodamente sobre la tierra. Se sentó, bostezó (claramente cubriéndose la boca con la muñeca) y se restregó los ojos, intentando ver donde estaba. Oh, era aquel Bosque otra vez. Sonrió para si mismo, levemente, y al elevar la mirada para hallar el camino de vuelta, se encontró con un niño que le hizo sobresaltar y retroceder un poco.- ¿Qu-Quién es usted?

-Hola, ¿Cómo estás? -respondió el pequeño, y ante aquella pregunta inclinó su cabeza.- Soy Arthur Kirkland, ¿Y tú?

-S-Soy... Kiku... Kiku Honda... -pronunció, casi en un susurro. Aquel era su Bosque, en el que solía pasar esas noches en que Yao-niichan le pedía algo, donde se preguntaba tantas cosas, donde sopesaba tanto (y usualmente ese "tanto" solía ser un "no")... su bosque estaba siendo ocupado por otro niño. Le miró tímidamente, sin saber que hacer. Tal vez ese día no podría avanzar más...

[Aph] AsaKiku Week!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora