El hombre de la pipa

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Rodolfo encontró una coincidencia extraordinaria el hecho de que después de escribir la carta Carolina lo llamara. Estaba nervioso, sentía un mar de emociones y le sudaron las manos, tomó una bocanada de aire y exhalo. En definitiva estaba muy nervioso, más de lo que en realidad debería, pero no lo demostró, y le dijo:

- ¿Hola?

- Hola Rodolfo- contestó ella.

- ¿Eres tú? ¿Carolina?-

- Claro que soy yo, espero no interrumpir nada- y Rodolfo sintió cómo ella se mordía un labio- , supe lo de tu padre y quise llamarte, supuse que por eso desapareciste tan repentinamente, me preocupaste muchísimo aquella noche. ¿Estás bien? –

- La vida sin mi padre es algo más dura, no te mentiré. No es tanto su partida si no lo que no viví con él en vida. A pesar de que no fuimos de lo más cercanos, saber que ya no está es difícil, pero nada fuera de lo común. De hecho es más difícil despertar y no poder ir al café de don chava, sólo para verte.- Rodolfo pudo sentir cómo sonreía Carolina a través del teléfono.

- También llamaba para eso, quería verte. Bueno, quiero verte. En verdad espero encontrarme contigo pronto, prontísimo y abrazarte. Agendemos un día por favor

, lo más rápido posible pues muero por escuchar tu voz-

Vaciló en silencio y dijo

– Bueno, por escucharla en persona, porque ya la escuché hace un instante-

Rodolfo soltó una pequeña risa, inocente como su amor por Carolina

– Me encantaría. Aunque, cierto es, que no estoy tan disponible, he venido a un retiro espiritual-

- ¿De qué hablas? Creí que no tenías religión-

- NO- vaciló en silencio- No es un retiro espiritual de alguna religión, sino algo personal, algo que creo me hace demasiada falta, he venido a encontrarme a mí mismo-

Carolina, algo desanimada – Bueno Rodolfo, ya habrá ocasión-

Y Rodolfo la interrumpió con una voz cálida y sincera - Aunque, qué mejor manera de encontrarme que perdiéndome en ti! ¿Por qué no vienes? Te prometo un diálogo discreto y chocolate. Estoy en el Hotel Santa Rosa, a la salida de Zacatecas, por el bosque de Corinto. Pregunta en recepción y te darán mi habitación.

- Entonces es una cita. Interrumpiré dos días tu retiro.

- Dos, o diez, los que creas convenientes- Ella se rio tiernamente

- Qué cita tan más interesante. Descansa

- Adiós Carolina- Colgó Rodolfo.

Carolina se emocionó. Después de tantos días de no saber ni una palabra de él, logró hablarle y mejor aún, logró agendar una segunda vista para hablar con él, para estar con él y conocerlo mejor.

Recapacitando, entró en pánico por un momento y se preguntó a sí misma si de verdad iría hasta la cabaña a verlo. Luego recordó la sonrisa tan pura y esos ojos fríos que Rodolfo tenía y supo que valdría la pena. Inhalo y se dijo para sí misma – Tengo una cita!-

Ya más tranquila y de buen humor, se levantó de la cama y salió al patio de atrás para alimentar a Rodrigo, su perico parlanchín. Tomó las semillas que tanto amaba el pequeño Rodrigo, saludándolo con un silbido depositó las semillas en la bandeja azul del ave.

Después recogió un par de hojas secas. Mismas hojas que ella había pisado unos minutos antes (ella adoraba hacerlo con los pies descalzos). Se sentó bajo la sombra protectora de un árbol de durazno que había sido plantado cuando ella nació. Muy grande e infestado (solo en primavera) de gusanos verdes. Esos malditos y despreciables gusanos verdes que se acababan los duraznos de la joven Carolina. Disfrutó de los últimos rayos de luz de ese día. Fumó un poco, y regresó a la casa.

Hacia la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora