Té Para dos

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Amaneció. Era una mañana fría de febrero. Ahora no había rutina aburrida que seguir, disponía de tiempo y dinero. Disponía también de un hambre por conocer lo que ignoraba.

¿Quizás te estés preguntando cómo sin empleo puede llevar una vida? Fácil, el apartamento donde vive Rodolfo fue un obsequio de su padre, antes, incluso de salir de la universidad. Y como él vivía sólo, había guardado buen dinero en el banco, que durante esos 5 años de aislamiento laboral generó interés y al final era más de lo que esperaba. Así podía hacer lo que él quisiera, por un buen lapso de tiempo.

Era un hombre muy tranquilo, mucho más que antes.

Ahora podía respirar las partículas de paz que había en el aura de cada lugar en la tierra.

Decidió ir a casa de sus padres y decirles que se había quedado sin empleo y que sería por fin el hombre que tanto había querido ser. Pero estaba nervioso, de hecho, él no sabía cómo lo tomaría su madre y por supuesto, su padre.

Hacía muchísimo tiempo que no los veía. Temía a lo que su padre fuese a decir, pues era un hombre duro como un roble y muy poco expresivo. De las pocas cosas que el señor Mancera llegó a externar fue el deseo de que su unigénito fuese abogado, justo como él lo era (uno excelente, por cierto).

El señor Mancera era muy bien conocido en la ciudad de Zacatecas pues la gente decía que "podía dejar suelto a casi cualquier loco u asesino".

Habían pasado casi tres meses desde la última visita a casa de sus padres. Y con los sucesos que tuvo y sus episodios de ataques nerviosos no los había llamado en ese lapso de tiempo. No sabía absolutamente nada de ellos.

Emprendió su camino en la fría tarde de Febrero hacia casa de sus padres, iba en el transporte público de la ciudad de Zacatecas, Zacatecas. Pero ahora comenzaba a mirar todo diferente, como si estuviese drogado. Veía las arrugas en su pantalón y veía algo más, veía a Ganesha haciendo la carrera del universo con su hermano, ambos deslizándose por su pantalón. Creía que se estaba volviendo loco, pero pensó que tal vez era que no había dormido bien en los últimos días, pues había podido darse el lujo de leer hasta tarde.

Siguió el camino y entre la gente que viajaba, vio en el transporte a una persona bastante peculiar, vestida toda de negro pero con unos ojos azules como el cielo, no pudo ver su rostro pues llevaba consigo una pipa y un sombrero, una gabardina y un traje. Todo liso y perfectamente planchado, incluso parecía que la tela no era hecha por el hombre, tan fina y tersa ante los ojos del joven. En un momento ese hombre bajó del transporte cuando el hombre, pobre y viejo, al encender la pipa, el humo formó la palabra "Belial" Rodolfo consternado y con el sudor frío no supo qué pensar, lo vio, supo que no había sido mera imaginación o cansancio pues pudo visualizar bastante claro. No tenía sentido alguno lo que había visto. Pero no le dio más importancia pues casi había llegado a su destino, y comenzaba a pensar qué clase de excusa le diría a su padre o qué palabras escoger para abordar semejante tema con el roble sabio, que era el señor Mancera. No sabía qué sentía por él, si miedo o respeto. Ni si quiera sabía si lo quería.

Mientras llegaba, Rodolfo quería concentrarse y en su mente comenzó a practicar:

"..NO!! padre, es algo que debo hacer. Y ni una palabra más.

..Pues mira papá, es algo que debo de hacer, ok?

Mamá, lo siento, pero era algo que debía hacer." Pensaba Rodolfo, pero era inútil. Cada frase que decía era peor que la anterior. Él sabía que jamás había tenido un carácter tan déspota para con sus padres, y menos ahora que se encontraba sin trabajo.

Por fin, el transporte se detuvo en la parada más próxima a su casa.

Atravesó un parque que era bastante oscuro y tétrico, parque que recorría cuando niño, en los ratos (raros) libres del señor Mancera Gutiérrez. Recordó, en particular, aquel día en que su madre tan elegante como siempre se encontró con un cachorro moribundo. El pequeño y hermoso "rex". Un perro muy noble, tranquilo y que después le sería muy leal a la familia Mancera.

Hacia la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora