La Despedida, la Cabaña y la Carta

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- Mamá ya llegué. ¿Cómo estás? ¿Ya comiste?

- Hola Rodolfo, no hijo aún no como, te estaba esperando. Pasa! Mira qué hermosas flores mandó la señora Trinidad; hazme un favor y llévalas al florero del baño.

- Bueno mamá, no esperes, ya estoy aquí. ¿Qué vamos a comer?- dijo Rodolfo mientras tomaba las flores para llevarlas a donde su madre le había indicado.

- Siento decir, hijo, que nada. La verdad no he hecho de comer desde hace dos meses, no tengo ánimos ni inspiración para estar en la cocina, para ir al mercado y traer verduras y pollo, no tengo ánimos si quiera de idear nuevas recetas. No es lo mismo si no hay a quién cocinarle, sin que nadie me espere con hambre en la mesa. Sin que nadie platique conmigo y me diga lo bien que huele. Así que siéntate a mi lado simplemente y en un momento le diré a Bruno que nos cocine algo. O si prefieres, que traiga algo.

Habían pasado dos semanas después de que Rodolfo había recibido la noticia, la horrible noticia de la muerte de su padre. Comenzaba a resignarse pero su madre parecía hundirse cada día más en el abismo de la tristeza y el dolor.

Rodolfo tomó a su madre de los hombros y sin un aire peyorativo en sus palabras le dijo:

- Mamá no puedes seguir así. ¡NO DEBES! Eres una mujer enorme, una mujer fuerte. Y sigues, seguimos vivos. Tú misma me lo has dicho antes: Debemos ser fuertes pues es lo que papá hubiese querido!, la muerte es part...

- ¡Cállate Rodolfo!- Gritó su madre. Aunque era un grito sin convicción, y más que de enojo era de miedo.

-Tú no sabes lo mucho que duele, no te atrevas si quiera a cuestionar el luto que le tengo a tu padre pues aunque lo niegues no lo querías. Si has de venir a cuestionar la forma de llevar el luto de tu padre, hazme otro gran favor y no vengas. Ahora sólo siéntate y cállate- Y se tapó la cara con una mano

- Vamos mamá sabes que me duele. Tienes razón, no lo quería, lo amaba. Al igual, Celia querida, que a ti. Pero madre no viviré toda mi vida así, pensando en lo efímera que fue la vida con mi padre y lo mucho que pude mejorarla. Solo me queda honrar su cielo.

- Sólo cállate.

- Está bien, creo que nunca me has necesitado y después de todo, parece que te estorbo más de lo que te ayudo. Luego vengo. -

Dijo él mientras se daba la vuelta y se iba de la habitación.

- ¡¡Rodolfo!! No te vayas, perdón es solo que cuando pienso en tu padr... La hizo callar el portazo que sonó en el eco de la casa. De aquella casa fría y con un ambiente malo y lúgubre.

- Qué demonios le pasa, ella no debe tratarme así-. Pensaba Rodolfo mientras caminaba con las manos metidas en los bolsillos de aquel abrigo de piel.

- Aunque, en parte tiene razón. Y me duele, pero es verdad, no debo acercarme a ella pues nunca estuve presente y ellos tampoco, debo ser realista y maduro. Ella no me necesita, no quiero pero me alejaré. Necesito pensar las cosas y asimilar las toneladas de emociones y noticias que hay en mi mente. Sí, eso haré.

Ya casi no recordaba la meta que lo había llevado a casa de sus padres el día en que la noticia apareció. Ese sueño de ser libre. Sin embargo era un persona más liberal pero no del modo en que él quería, espiritualmente...

Rodolfo era una persona muy escéptica pues así lo habían educado. Pero él siempre quería saber más, aunque le daba miedo. Sí, miedo. Pues no conocía nada en cuanto al tema y el mínimo destello sobre lo espiritual lo ponía nervioso.

Siempre trataba de evitarlo.

- Su habitación ya está lista y ya puede pasar. La tarifa ha quedado en 4500 por favor. ¿Tarjeta o efectivo?

Hacia la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora