Primer encuentro: El comienzo

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El camino al instituto nunca me había parecido tan largo.

La razón, podría tener algo que ver con el hecho de que este no era el mismo camino que siempre tomaba, ni esta la misma escuela a la que me dirigía.  A partir de hoy, iba a asistir a otro instituto.

Mi madre se había vuelto a casar. Eso no era algo que me molestara. Pero aún no podía dejar de luchar contra la idea de tener que dejar mi vida entera atrás para venir aquí, cuando fue ella la que dijo acepto. Y lo sé, talvez no era la gran vida que digamos, pero era lo que había tenido siempre, a lo que estaba acostumbrado.

El auto avanzaba silenciosamente por la carretera. Mientras yo miraba por la ventanilla desde mi asiento del copiloto, o al menos pretendía hacerlo. Porque no había nada que mirar. Corrección: no había nada que yo quisiera mirar. La ciudad estaba llena de publicidad y carteles luminosos, puestos callejeros en las banquetas y un montón de establecimientos comerciales.

Sin nada en que poner mi atención, clavé mi vista en mis manos. Estaba combatiendo el impulso de clavarme las uñas en las palmas, ya tenía un poco de piel desprendida y me negaba a seguir haciéndolo aunque me estaba constando lograrlo.

–Ya casi llegamos –me avisó el esposo de mi madre. Tenía la vista al frente y las manos en el volante como cualquier conductor.

No contesté, solo asentí con la cabeza. Quería parecer tranquilo aunque estaba tan incómodo que tenía ganas de abrir la puerta y saltar del vehículo en movimiento. Traté en vez de eso dirigir la vista al frente para encontrar el instituto con la mirada, (ya que la idea de saltar de alguna manera estaba volviéndose muy tentativa). Lo ubiqué solo después de dar vuelta en la esquina. Era un edificio enorme. Lo único que me hizo reconocerlo como una escuela fue el enorme letrero sobre la entrada principal donde resaltaban las letras de CUBE HIGH junto al escudo institucional, mismo que estaba bordado en mi uniforme.

El estacionamiento estaba al lado derecho de la entrada. Cuando entramos ya estaba repleto de autos a pesar del gran tamaño. En mi antigua escuela era inusual ver a alguien llegar en auto, ya que estaba lo bastante cerca como para ir caminando. Y aquí eso parece ser algo normar. Al menos no sería el único. La única razón por la que acepté que me trajeran fue porque no sé el camino a la escuela.

Sin embargo, mi alivio fue efímero. Al acercarnos solo un poco más vi que los únicos que bajan de los autos eran los mismos estudiantes. No había ningún padre. Ellos conducían.

Una bruma de pesadez cayó sobre mí. Ahora me sentía peor que al principio. Claro, tenía que verme el doble de patético.

Y como si quisiera torturarme aún más, el esposo de mi madre no fue a buscar un lugar en el estacionamiento, detuvo el coche justo en frente de la entrada donde se encontraban un montón de estudiantes reunidos.

–Adiós –me dijo, a lo que entendí como un "bájate ya".

Suspiré. Igual, las personas nunca me notan ¿por qué habrían de empezar a hacerlo justo ahora?

Salí del auto acomodándome la mochila en la espalda y cerré la puerta. Por un momento pude ver mi reflejo en el cristal de la ventanilla. Me acomodé los lentes y traté de componer mis facciones. Pasé totalmente de intentar una sonrisa y opté directamente por poner mi ya habitual cara de póker.

Los chicos que rodeaban la entrada no dejaron de lado su plática para ver quién era el raro chico nuevo que había llegado. Algunas veces era bueno ser invisible. Incluso, mientras pasaba junto a ellos no se tomaron la molestia de darme lugar para pasar, tuve que arreglármelas para conseguir un poco de espacio y llegar hasta adentro.

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