Si quieres correr, no pienses en mirar atrás

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El martes no tuve ningún problema durante toda la mañana.

Hasta que llegó Economía.

Todo pintaba ir bien cuando decidí sentarme junto a Yoseob. Él era agradable, y me gustaba estar con él. Pero todo fue diferente cuando su curiosidad se desató sobre mí. Me había hecho ya mil veces la misma pregunta. Agregando o quitándole palabras, pero al final la misma pregunta. Quería saber si Dongwoon y yo estábamos "saliendo a escondidas". Y aunque siempre respondía que no, Yoseob no dejaba de insistir.

Respiré profundamente. No hallaba la manera de permanecer tranquilo. Hacía ya más de veinte minutos que el timbre había sonado, pero el profesor no hacía acto de presencia y ya había perdido la esperanza de que fuera a presentarse en algún momento de los cuarenta minutos restantes. Lo que nos daba mucho tiempo libre. Y por supuesto, eso no era algo que Yoseob iba a desaprovechar.

–Dongwoon y tú se ven muy bien juntos –comentó Yoseob, como si no lo hubiera dicho otras diez veces en los últimos minutos–. Además, él no le presta atención a nada que no seas tú, se la pasa hablando de ti cuando está con nosotros. Oww es adorable...

Yoseob estaba determinado en comprobar que sus sospechas respecto a Dongwoon y a mí eran ciertas. Me lo había dicho, y desde entonces, las clases de Economía era lo mismo. Aunque fuera una simple insinuación, siempre había algún comentario o pregunta descuidadamente disimulada. A pesar de su notorio intento de pretender desinterés, era como si las palabras picaran para salir de su boca.

Aunque en el fondo estaba feliz. Muy feliz y si me atrevía a ser sincero. Porque de alguna manera, y por razones que no llegaba a entender, tenía una especie de relación con Dongwoon.

–Y si me lo preguntas a mí –continuó Yoseob–, la verdad no sé qué están esperando. No lo entiendo... ¿Se están dando a desear o qué?

–No, Yoseob –repetí tratando de parecer convincente pero, a la vez, no demasiado rudo–. Dongwoon y yo solo somos amigos.

Estaba temiendo que Yoseob se molestara conmigo. Porque me gustaba estar con Yoseob. Y hablar con él... Sobre todo cuando no estaba diciendo sus equivocadas sospechas sobre Dongwoon y yo.

–Vamos, puedes decírmelo –insistió–. Si es un secreto, yo puedo ser una tumba. Mira. –Hizo como que si cerrara un zíper imaginario sobre sus labios.

La verdad no me molestaría cambiar mi respuesta si de verdad ese fuera el caso. Pero no lo era. Aunque no podía negar que nuestra actitud podría entenderse como sospechosa, tampoco era capaz de afirmar que hubiera algo entre nosotros, algo más que una amistad, y una que era bastante leve.

Yoseob no dejó de ser obstinado, y yo no dejé de insistir en mi respuesta.

–No hay nada entre él y yo –le aseguré, como ya había hecho varias veces–. Si sucediera, serías el primero en enterarte.

– ¿De verdad? –preguntó con ojos brillantes de emoción. Asentí con vehemencia–. Dongwoon dijo lo mismo y aun no me ha dicho nada –murmuró con un puchero.

Yoseob mostraba su cara de exagerada decepción. Y no podía dejar de notar que su rostro se veía aún más tierno cuando actuaba así.

–Lamento decepcionarte de esta manera –le dije y sonreí porque era incapaz de hacer otra cosa.

–De acuerdo, entiendo. Sé qué está pasando... Porque puedes negarlo cuanto quieras, pero a mí no me engañas. Hay algo entre ustedes. Punto.

Se recargó hasta atrás en la silla, con una expresión tenaz en su rostro de bebé, y no me habló en un buen rato.

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