Admitir es más difícil que elegir

149 23 5
                                    


El camino a la escuela ni siquiera me pareció suficiente para digerir todo lo que tenía en la cabeza. Aunque no quería pensar tanto, me era imposible sacar ciertas cosas de mi cabeza. Y para ser justos, se trataban mayormente las que involucraban a Dongwoon. Porque desde hacía tiempo, él se estaba convirtiendo en el elemento central de mi vida. Y yo lo estaba permitiendo. Incluso buscando.

Traté de cambiar la dirección de mis pensamientos cuando llegué al instituto, pero fue más difícil cuando comencé a notar de nuevo las miradas sobre mí. No necesitaba ser muy creativo para adivinar porqué los demás me miraban. Los ignoré como de costumbre, pero no podía evitar sentirme incómodo al sentir la atención de otras personas sobre mí.

Las tres primeras clases se pasaron demasiado lentas, una tras otra. Y durante todo el tiempo estuve sumergido en una nube de pensamientos, una nube que tenía nombre, cabello castaño y la sonrisa más encantadora del mundo. No me sorprendería mucho si una de estos días llegara a sacar una mala nota. Los estudios, que siempre me habían gustado, habían pasado a un lugar muy abajo en mi lista de prioridades.

Me levanté en cuanto sonó la campana del almuerzo. No tenía hambre, pero quería llegar pronto a la cafetería. Guardé mi libro de Historia y lancé todos los bolígrafos adentro antes de ponerme la mochila sobre los hombros.

Los pasillos estaban llenos de estudiantes cuando dejé el aula, lo habitual a la hora del almuerzo.

Por costumbre, lo primero que hice al poner mis pies en suelo de la cafetería fue echar un vistazo a la mesa de los Beast. Sorprendentemente, ya estaban ahí sentados los cinco. Doojoon, Yoseob, Junhyung, Hyunseung y Dongwoon.

Ah Dongwoon...

Sentí un revoltijo en el estómago cuando lo vi.

Desde aquí, él lucia tan inalcanzable, tan irreal. Cómo era posible que él me hubiera besado hace menos de 24 horas. Ese era el lugar donde él pertenecía, sentado en su mesa con sus amigos, donde yo solo podía aspirar verlo a escondidas. Era tan extraño el hecho de imaginarme sentado con él.

Tomé una bocanada de aire y antes de soltarlo el corazón ya me latía desbocado.

Hoy voy almorzar con él.

En su mesa.

Con ellos.

Lo olvidé. No. En realidad no lo había olvidado. Lo recordaba. No era algo que pudiera olvidar tan ligeramente. Imposible. Llevaba fantaseando con la idea desde mi primer día aquí. Pero hasta ese momento me di cuenta cuan real era. Iba a suceder de verdad. Era como la culminación de mi fantasía secreta.

Y aunque no me sentía listo, tampoco podía negarme. Tenía que hacerlo.

Pero no podía.

La sensación de nerviosismo comenzó a llenarme el cuerpo por completo. Podía sentir mi pulso ya acelerado subirse a mi garganta y mis movimientos también comenzaron a entorpecerse mientras me esforzaba en avanzar.

Era una reacción exagerada, lo sabía. Pero no podía evitarlo.

Y, no por primera vez en mi vida, deseé desesperadamente ser más valiente. Si lo fuera, podría ir a esa mesa, sin temblar como lo estoy haciendo, sentarme ahí con ellos, conversar y bromear como lo hacían en el resto de las mesas. Pero yo no lo era valiente. No era algo de lo que estuviera orgulloso, pero también era consiente que no podía cambiar eso en el minuto que haría en caminar desde donde estoy hasta su mesa.

Sin atreverme a dar un paso incorrecto, tomé el pequeño pasillo que rodeaba las mesas, en lugar del pasillo principal central. Iba a tener que seguir un camino en escuadra para llegar a su mesa de la esquina.

Bienvenido a SeúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora