Capítulo 8

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(Aileen, 16 años)

Suena el timbre. Es un sonido pesado y repetitivo, casi molesto; sin embargo, parece el disparo de salida que desencadena el movimiento del universo, de cada una de las partículas que forman los átomos, y estos, estrechamente relacionados con las células de nuestro cuerpo, interfieren en nuestro cerebro haciendo que se acelere y emocione. Pero para mí solo se traduce en veintiocho personas recogiendo y guardando libros en sus respectivas mochilas.

Vivienne sigue en su sitio, el profesor se acaba de ir sorteando a la gran masa de gente que hay en los pasillos. Miro a Ethan y él parece tan desconcertado como yo, no sabemos si Vivienne quiere esperar o si solo está siendo dramática. Pero al cabo de un minuto ella empieza a recoger y así lo hacemos nosotros también. Sale al pasillo, pero yo tardo un poco en conseguir que mi mochila cierre por culpa de un estuche con demasiados lápices de colores; Ethan me mira impaciente como si no pudiera creerse que me esté peleando "tranquilamente" con una cremallera. Por fin salimos de la clase y veo a Vivienne apoyada en la barandilla, tal y como haría Maia, de la cual no hay ni rastro; me pregunto qué ha sido de ella, a estas alturas ya debería estar corriendo por el pasillo para llegar hasta mí, a lo mejor al ser la última hora ha preferido irse nada más salir. Me apoyo en la barandilla junto a Vivienne y Ethan imita mis pasos, observamos juntos a la gente bajar las escaleras que dan a la primera planta; avanzan a empujones, sin un orden definido, sin cuidado ni paciencia, todo junto es una masa de límites indefinidos.

-Parecen ratones -se me escapa y, para suavizar el corte de silencio que ha hecho mi comentario, sigo hablando- como si fuera una plaga, como si fuera una columna de refugiados, solo les preocupa llegar al final de su destino, cubrir la necesidad de salir del recinto; no les importa el resto del mundo, no lo ven. Se mueven sistemáticamente, con una sola idea, sin razonamiento, tan solo son capaces de compartir un objetivo común. Son una masa uniforme, de forma indefinida pero uniforme. Sin embargo no tiene puntos de apoyo; se desmoronaría y fragmentaría si alguien fuera a contracorriente, si alguien se atreviese a interferir en su camino.

Vivienne se gira y sonríe como se sonríe ante un niño cuando pregunta por qué los pájaros vuelan.

Se oyen gotitas discontinuas que chocan contra el techo, progresivamente aumentan su abundancia hasta que estoy segura de que afuera está cayendo un aguacero digno de grabar. Ethan deja la mochila apoyada en la barandilla y él se sienta en el suelo contra la pared de la clase de sociales, justo frente a nosotras, el sonido de pasos ha sido sustituido por el de la lluvia y, a pesar de que dificulta nuestro campo de audición, me da más tranquilidad, es como una inexplicable sensación de familiaridad.

-Todos los dibujos tienen fecha del curso pasado -comenta Vivienne.

-¿Y?-respondo yo, como si ese fuera un dato insignificante.

-¿Fue entonces cuando empezaste a dibujar?-vuelve a preguntar.

-Supongo -me estoy empezando a poner nerviosa.

-¿Habías usado antes esa técnica?-inquiere ella.

No sé qué contestarle así que me muerdo el labio nerviosamente.

-Creo que la estás agobiando Vivienne -interviene Ethan.

-Pues yo pienso que deberíamos recomendarla -responde.

-¿No crees que es un poco pronto?, acaba de llegar -repone él.

Me siento estúpida, no entiendo nada de lo que dice y parezco tonta girando la cabeza de izquierda a derecha como si estuviera en un partido de tenis.

-Cuanto antes mejor ¿no?-replica ella.

Dejo la mochila en el suelo y me siento en mitad del pasillo cruzando las piernas con dificultad a causa de los vaqueros.

El Camino del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora