El corazón me late a mil por hora, más o menos, mientras observó esos profundos y hermosos ojos verdes, que me suplican sin pronunciar palabra que me quede a su lado para siempre.
—Raul, ¿acaso te haz vuelto loco? — Mi voz es sólo parte del viento, cuando susurró su nombre.
—No sé si sea considerado locura querer tanto a alguien de la noche a la mañana, pero, Cristina, no te estoy pidiendo la luna ni las estrellas, apenas y quiero...
—Quieres que me vaya a vivir contigo cuando hace unas horas acabo de conocerte. — Hago una mueca con mi boca, sin aún poder creérmelo. — No lo sé, Raul, pero eso en mi lenguaje es lo mismo a la locura o a pedir el universo entero. — Arrugó la nariz; conmocionada ante está situación.
Estábamos en el restaurante todavía, terminandonos nuestros postres, cuando de repente él lanzó tal tema de conversación (o discusión). Yo por mi parte sigo buscándole lógica y forma a la susodicha.
—Cristina, por favooooor. — Su labio inferior hace de puchero y sus manos se juntan en forma de ruego y no sé que hacer, ni cómo reprimir todos los impulsos que desea liberar mi cuerpo.
Yacemos allí, los dos, tumbados en el césped del parque, ese en dónde nos volvimos a encontrar, esperando el despertar del sol, deseosos de contemplar el amanecer de tan bello panorama que nos rodea.
— Ya te lo he dicho unas mil veces, Raul. — Cierro los ojos, cuando mi cabello es acariciado por tan largos dedos; expertas manos. Bufo entonces, sabiendo que él sólo trata de persuadirme. — Mi respuesta seguirá siendo no. Insistir será en vano.
—Pero, chiquillaaaaa...
¡Joder, vaya terco!
—Raul Romero, ni siquiera sé tu segundo nombre o tu segundo ape...
—Raul Eduardo Romero Ávila, para servirle, señorita.
Fingo una risa, mientras levanto mi cabeza de su regazo.
—Raul, entiendeme. Ponte en mi lugar por un momen... — Su mano, gélida, se topa con mi boca callandome; le doy un beso a la misma sin poder contenerme.
—No, Cristina, entiendeme tú a mí. —Él hace una pausa corta, mientras aleja su mano lentamente de mis labios, para robarle un castro beso a estos, dejándolos con un sabor condenamente dulce.
—Tarta de choc...— Voy a decir, pero me vuelve a besar y sonrió entre el beso.
—Sip. Como decía...Te quiero, Cristina y no estoy divagando o mintiendo. — Inhalo y exhalo, tratando de conservar la razón. Entonces sigue, con el acento español exageradamente marcado, hablando como en esas épocas de antaño: —Le deseo, para acurrucarla entre mis brazos durante la eternidad si es siquiera eso posible; le anhelo para hacerla feliz cada segundo siempre y cuando usted me permita tan ambiciosa petición, y le necesito de nuevo para que me enseñé a cómo vivir sólo de amor, si es que se vive de él, pero sobre todas las cosas le quiero, de esa manera retorcida y anticuada que ya no se ve...
—Raul... — Tengo un nudo en la garganta y las lágrimas brotando de mis ojos marrones cuál cascada.
—Y me importa una mierda lo que piense usted del amor instantáneo, señorita Cristina, pero le quiero y es lo único que le ofrezco, además de mi compasión, fidelidad y presencia.
— ¿Prometes quedarte y permanecer a mi lado? — Pregunto, en un susurro mezclado entre llantos y gemidos.
— ¿Sinceramente?
— Sinceramente.
—Entonces sí es así, prometo quedarme y permanecer a tu lado el tiempo que desees, que para tí sea suficientemente justo;no espero que sea demasiado porque quién sabé sí un día dejas de quererme y amarme, pero mientras eso no cambié estaré pegado en todos los sentidos a tu ser, mi chiquilla.
—Sinceramente siempre tuya, gorila...
—Una sesión de besos, ¿uhm? — Sugiere, batiendo sus pestañas y con eso ya me tiene más que comprada.
— ¿Sabor a chocolate? — Curioseo, rozando la comisura de sus labios. Su boca está entreabierta; deseosa de la mía.
—No, achocolatados. — Responde y suelto una risa estruendosa, repleta de alegría.
— ¿Achocolatados?
—Así mismo, chiquilla... — Se pasa la lengua por su labio inferior y mis ganas de besarle suben como la flama del fuego. — Voy a darte una sesión de besos achocolatados...— Entonces ocurre la explosión dentro de nuestras bocas y una danza apasionada da comienzo a algo absolutamente nuevo, maravilloso y especial...
Quizás y fuimos demasiado rápido.
Quizás y estábamos destinados.
Quizás y nos enamoramos en un momento dado.
Quizás y los libros, los besos achocolatados y los mensajes ayudaron.
Quizás, quién sabe.
No soy nadie para juzgarlo o poder cambiarlo.
Esto es lo que ha pasado y lo amo; por completo...
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Besos Achocolatados©
RomanceTodos queremos ser amados, todos queremos enamorarnos, pero a menudo sentimos que estamos solos, sin ver que somos páginas del mismo libro. A veces dos personas necesitan ayuda para ver lo que hay en frente de ellas, pero ¿en verdad creemos que vamo...