Capítulo 4: Miradas que matan

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Se sorprendió mucho al verme.

-¡Anda! Hola, que sorpresa enconrarnos de nuevo - dijo ella con una sonrisa que le daba la vuelta a la cara.
-Ho..ho...hola - dije yo mientras me ponía colorado.
-Oye, siento mucho lo del otro día. Jeje, ¿sabes? Le he perdonado, el otro día me trajo una rosa y mi corazón me mandó señales para que le besara.

En ese momento se me partió el alma y entré en desconcierto. ¿Cómo puede perdonar a un tipo que le deja plantado ya por tercera vez? Y se conforma con una rosa. Solo quería irme y encerrarme en mi casa, pero en ese momento dijo:

-De hecho, esta aparcando el coche. ¿Quieres conocerle? A, mira, está entrando por la puerta. Te lo presento, él es Iván.

En ese momento quería morirme.

-Encantado, yo soy Iván, ¿y tú eres....?

Yo soy el gilipollas que ha quedado como el culo, pensé mientras le decía mi nombre.
En ese instante ellos se sentaron en otra mesa y, para no molestar, Joan y yo nos sentamos en la barra. No podía aguantar la molesta risilla de Iván, ni siquiera la mirada que hechaba. Parecía muy mona, pero en el fondo eran ojos que me quemaban porque, aunque nadie se daba cuenta, yo sabía que le molestaba mi presencia.
No podía aguantar sus miradas dulces, pero les acabé cortando el rollo, sobretodo cuando me subí a bailar borracho encima de su mesa, o por lo menos eso me dijo Joan, porque no me acuerdo de nada más de esa noche, pero lo que me dijeron que hice después no es precisamente algo bonito de contar.

Dulces Sueños, PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora