No hay nada como cuando suena el despertador a las siete de la mañana para irte a trabajar y tener un dolor de cabeza increible por beber tanto la noche anterior. Es como si te hubieran puesto doce kilos de plomo en la cabeza. No estaba en condiciones de trabajar, pero necesitaba distraerme y olvidarme de la noche anterior, así que me lavé la cara, me vestí, me hice café en un termo y me fui al trabajar.
Trrrrrr
-¡Apartate gilipollas!- me grita el conductor de atrás mientras me pita.
-¡Vas pisando huevos, anormal!-se pone a gritar también el conductor de la derecha.En ese momento quería insultarles pero me di cuenta de que ya había llegado, así que aparqué, conté hasta diez y salí del coche para entar en el telepizza, ya que trabajo ahí para pagarme la carrera de abogado y el alquiler del piso.
Entré adentro y lo primero que vi fue a mi gefe.-Carlos, entra un momento en mi despacho. Tengo algo que notificarte.
De repente se me calló el mundo encima. ¿Me querría despedir? Dios no podía hacer otra cosa que entrar en su despacho y sentarme.