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Ya había trabajado por aproximadamente seis meses, y la propina era buena cada semana, eso de trabajar en un starbucks esta genial, y más como cajera.
Pronto me ascenderán a supervisora y mi pago será aún mejor.
Ya he trabajado suficiente para poder rentar un departamento cerca del centro.
Justo lo que buscaba estaba en una renta considerable. Muchas ventanas, tres habitaciones, y muchos vecinos.

Guardaba mis cosas mientras que papá me miraba con nostalgia.

- Puedes quedarte otra semana, querida, no hay prisa.- Dijo papá mientras tocaba mi hombro. Mire él contacto que había hecho, y me retire lentamente.

- No te preocupes, papá. Te dejaré en paz, y me iré, como lo había prometido desde que llegué.- Pronuncie casi escupiendo las palabras.

Él hombre que se hacia llamar padre me miró por ultima vez en él día y salio.

Terminé de empacar mis libros de la universidad en una caja y la subí a él camión de mudanza.

- Nos vemos, tía Martzia.- dije y me subí en él asiendo del copiloto.
Ella se despidió con la mano y él camión avanzo a nuestro destino.
Mientras iba en la carretera, me encontraba pensando en todas las cosas que mi padre había hecho.

Ya tenia otra familia, tenía cuatro hijos, y una esposa a la que no soportaba. Una nieta. Si, una nieta, de la niña de quince. Así esta la sociedad hoy en día.
Cuando me di cuenta, ya habíamos llegado a él edificio de catorce plantas de color gris.
Él hombre que había conducido me ayudo a bajar las cajas del camión y las subió a él elevador, le di propinas a demás de su paga y subí al elevador junto con mis cosas.
En él elevador, en la planta numero ocho, este se detuvo y un hombre de aproximadamente unos setenta años, subió. Me sonrió y miro las cajas.
- Con que tu eres la nueva vecina.- dijo sonriente.
- Shannon Adams, un gusto.- dije tendiendo la mano.
- Richard Harolds, él gusto es mió, bella doncella.- Estrecho su mano con la mía mientras él elevador subía.
Al llegar a la planta doce, Richard me ayudo con mis cajas y me dio una cálida bienvenida. Reímos mucho, y me contó que vive con su esposa, una mujer rubia de sesenta y cuatro años y que había perdido a su hija a los siete.
Después de un rato se fue, no sin antes avisarme de él tal Parker Evans.
¿Quien será ese tal Parker?, quien sabe, pero estoy segura de que no lo quiero conocer.

El Vecino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora