Capítulo 8

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-Ahora que ya estamos aquí te diré las normas de este centro-dijo el director. Nos encontrábamos en su despacho. No era grande, todo lo contrario: era una pequeña sala estrecha y alargada en la que cabían milimetradamente la mesa y las tres sillas(dos a un lado y una al otro). Aquel hombre continuaba hablando y yo seguía sin prestarle atención. Prefería fijarme en los detalles de su despacho; siempre he pensado que un detalle puede resolverlo todo, aunque nunca me han dejado demostrarlo. De repente, aquel señor se levantó.-Ahora que ya sabe donde debe ir, puede marcharse-dijo, aclarándome las razones de su movimiento.
-Emm...disculpe, pero ¿a donde tengo que ir exactamente?-pregunté resaltando la ultima palabra.
-Al aula número 3 del segundo piso-respondió él con un suspiro al entender que no había escuchado nada de lo que me había dicho.
-Vale, muchas gracias señor...
-Henrique, señor Henrique.

Tras esto, fui en busca del aula, esperando encontrarme con Marta allí de nuevo.

Los pasillos estaban vacíos, abandonados de todas esas mentes que llegarían muy lejos y de esas otras que no tendrían tanto recorrido. Las escaleras se veían gastadas por todas esas pisadas, llenas de barro y tierra, de futbolistas o aventureros; o de esas otras que ni siquiera dejaban huella, a juego con sus dueños; o incluso de aquellas que tanto abundaban, las más comunes, las que cargaban con el polvo, la suciedad y las gotas de esos charcos que nacían los días de lluvia.

LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora