I. Medianoche

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Jace miró el reloj. Faltaban dos minutos para las doce. Una sonrisa estúpida se adueñó de su rostro mientras se ponía en camino hacia el estudio. Clary solía quedarse allí pintando hasta mucho después de la medianoche, puesto que después de la cena eran los únicos momentos que tenia libres. Aprovechaba todas las noches en las que no estaba de cacería para dedicarse a sus pinturas y su arte. Cualquier día de la semana, él sabía que la encontraría ahí. Pero aquel no era en realidad un día cualquiera; era trece de junio: su aniversario de bodas. Jace tenía preparado un regalo para Clary y no quería esperar hasta la mañana para dárselo.

Empujó la gran puerta de madera para abrirla y asomó la cabeza dentro. Clary estaba de espaldas a la misma, esmerándose sobre un lienzo. Jace se acercó y le echó un vistazo a la pintura por encima de su hombro: era un retrato de Luke y Jocelyn. Clary estaba concentrada dando los últimos toques de luces y sombras.

Jace se acercó un poco más con su usual paso sigiloso y se detuvo justo detrás de ella. Le hizo unos suaves masajes en los hombros y la espalda hasta que ella hubo terminado. Se limpió las manos con un trapo humedecido con aguarrás y volteó hacia él, sonriendo.

-¿Qué haces aquí? Creí que estarías durmiendo ya después de todo el entrenamiento de esta tarde. Iba a ir a la cama en un rato.

-Es medianoche. –respondió él. Clary subió la mirada al reloj que colgaba de la pared. Pasaban siete minutos de las doce de la noche. Era trece de junio.

-Nuestro aniversario –exhaló en un suspiro, y su sonrisa se ensanchó.

Jace asintió y le robó un beso. –Feliz aniversario, cielo.

Clary le tiró de la camisa para acercarlo más a ella y lo besó, un beso más prolongado esta vez. –Feliz aniversario, Jace. Te amo.

Estas palabras no hicieron más que ampliar la sonrisa que adornaba el rostro del rubio. Acunó una de sus mejillas con una mano y la miró a los ojos.

-Cada día que he pasado contigo durante los últimos siete años, ha sido un regalo. Cada día me haces más feliz que el anterior. Hace cinco años intercambiábamos nuestros votos y nos prometíamos amarnos hasta la muerte. –su mano bajó hacia el hombro de Clary y continuó su camino en una caricia hasta el antebrazo, donde yacía la runa de matrimonio que su estela había marcado en la piel de ella media década atrás. –Aún entonces, temía que te alejaras. El pensamiento de que podías encontrar a alguien mejor me asaltaba a veces por las noches y no me dejaba dormir. Pero luego entendí que era imposible que el Ángel me hubiera permitido tener algo tan hermoso para arrebatármelo luego. –las lágrimas comenzaban a aflorar de los ojos de Jace y tuvo que pestañear un par de veces para apartarlas. –Gracias por toda la felicidad que gané al lado tuyo, Clarissa. Es mucha más de lo que alguna vez soñé que podría tener.

Clary no sabía que responder. Jace siempre daba estos discursos. Ella era la única persona con la que Jace se abría de esa manera, aun después de tantos años. Solo a ella se le permitía ver frente a frente aquel lado vulnerable. Pero ella no era tan buena como él con las palabras, y a menudo se encontraba incapaz de dar una respuesta en estas situaciones. Todo lo que cruzaba por su mente parecía demasiado vago, demasiado poco para describir lo que Jace le hacía sentir. Sin embargo, había dos palabras que lo decían todo:

-Te amo. –repitió ella. La mirada de Jace se iluminó. Eso era todo lo que él necesitaba. No necesitaba un discurso de cien palabras. Solo con oír aquellas dos su mundo estaba realizado.

Se inclinó y volvió a atrapar los labios de Clary en un beso. Al cabo de unos momentos ambos se apartaron para tomar aire. Jace unió su frente a la de ella y cerró los ojos por un instante. Luego los abrió y se alejó un poco.

-Tengo un regalo para ti. –anunció sonriendo. –Y no voy a esperar para dártelo.

Clary sonrió a su vez y asintió. –Está bien, -bajó la mirada y una pequeña risa escapó de sus labios- pero espero que no venga con otro discurso porque mi regalo para ti es un poco soso, y no me gusta que me ganes.

Jace rió con ligereza, como sólo Clary lo hacía reír. Le tomó de la mano y la llevó hasta el piano ubicado en el otro extremo del gran estudio. La dejó de pie a un lado de éste y se sentó en la banqueta. Sus dedos recorrieron la superficie de las teclas una vez antes de empezar a tocar. Una música armoniosa llenó el lugar. Clary conocía la melodía. Era una versión en piano de una de sus canciones favoritas, Jace debía de haberla adaptado para poder tocarla con aquel instrumento.

Jace le dedicó una sonrisa colmada de amor y empezó a cantar.

Trece de junio. (Fic Clace)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora