Trece de junio. (Fic Clace)

II. Grace

Cuando acabó de tocar la pieza y alzó la mirada, sus ojos encontraron los de Clary mirándole. Estaban llorosos, pero aún cuando una solitaria lágrima se deslizaba por su mejilla, ella sonreía.

Jace pensó que nunca se había visto más hermosa que en ese momento, sonriendo mientras sus ojos rebosaban lágrimas de felicidad. Se puso de pie y se aproximó a ella. La rodeó con sus brazos y la besó con dulzura, secándole la lágrima con el pulgar.

Clary se sintió derretir entre los brazos del rubio, como siempre le sucedía cuando Jace la besaba así. Ella había creído que después de siete años juntos y cinco estando casados se acostumbraría a eso, a esa sensación que sentía cuando Jace la tocaba. Había creído que se acostumbraría a él. Le agradecía al Ángel que no fuera el caso. Cada día se volvía a enamorar de él como la primera vez; y cada segundo que Jace pasaba a su lado la amaba más que el anterior.

Eran felices. Clary había leído de pequeña muchos cuentos que acababan con "Y vivieron felices para siempre." Y había soñado con ser esa princesa que encontraba a su príncipe y cabalgaba junto con él al atardecer. Simon se había reído de ella una vez, diciéndole que la razón por la que todos esos cuentos terminaban alegremente era que nadie te contaba lo que sucedía después. Clary no había querido oírlo entonces, pero luego, siendo ya más grande, se había encontrado varias veces pensando que los finales felices no existían en el mundo real. Sin embargo, ahora, junto a su esposo, se permitía creer que eran posibles.

Rompió el beso para abrazarlo fuerte, refugiándose en su pecho. Jace la abrazó con esa delicadeza que era propia de él cuando trataba con las cosas que amaba. Él trataba a Clary como trataba a las teclas de su piano: con suavidad y destreza a la vez, acariciando los lugares justos para arrancarle suspiros de la misma forma en que le arrancaba notas musicales al instrumento. Era sorprendente cómo un muchacho que había sido criado como un guerrero y que alguna vez había tomado como evangelio que amar era destruir pudiera sentir y mostrar tanto cariño ahora. Por supuesto que todo se debía a Clary. Ella lo había cambiado y Jace se lo agradecía cada día con cada pequeño gesto con el que le expresaba que la amaba. A veces eran estos discursos sentimentales, llenos de metáforas y romance; pero otras era un abrazo cuando llegaba a casa luego de una noche de cacería, una mirada preocupada cuando era ella la que iba a patrullar, un beso en la mejilla mientras ella hacía el desayuno en las mañanas, un beso en la frente cuando ella estaba enferma y él la cuidaba...

Pero la prueba más grande del amor que se tenían era su hija Grace, que se acercaba a ellos ahora en pijama, descalza y arrastrando un conejito de peluche en su mano. La pequeña Grace tenía cuatro años y era una copia en miniatura de su madre: cabello rojo, ojos verdes y piel blanca adornada de adorables pecas. Jace amaba tanto a esas dos mujeres que su pecho no parecía ser lo suficientemente grande para contener a su corazón cuando las veía. Se separó de Clary y alzó a su pequeña en brazos.

-¿Qué haces fuera de la cama, princesa?

-Te oí tocar –respondió la pequeña, mirando el piano con curiosidad por encima del hombro de su padre.

-Oh, lo siento, ¿te desperté? –preguntó él con una dulce sonrisa de disculpa mientras le acomodaba el cabello detrás de la oreja.

Ella negó con la cabeza, miró a Clary y luego a él. –Estaba despierta esperando que fuera mañana, papi. El tío Alec me ayudó a hacerles un regalo por su aniversario.

Jace la miró con toda la dulzura de la que sus ojos dorados miel eran capaces y sonrió. La bajó al suelo, ella le tomó la mano y luego hizo lo mismo con la de Clary. Los llevó hasta su habitación y los hizo sentar en la cama. Se agachó debajo de ésta y sacó una caja con empapelado de corazones que puso sobre el acolchado junto a ellos. Trepó a la cama y se sentó en medio de ellos, cruzando las piernas en la posición del loto. Los miró a ambos y les entregó la caja. Clary la tomó y le quitó la tapa. Estaba llena de papeles.

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