Recientemente he sentido miedo.
Y me encanta.
Disfruto del temblor de pánico de cada célula y cada instante.
Porque en mucho tiempo no había sentido nada.
Bueno, a parte de la fría y monótona tristeza que normalmente envuelve mi existencia, pero ya me he resignado a ella y hasta le he cogido cariño, porque siempre está ahí para recordarme que estoy viva (no sé si es un punto a favor o en contra) , y es agradable que me rodee entre sus brazos y poder quedarme ahí y encerrar mis pensamientos mientras dormito en su cueva. Podría decirse que me encanta estar triste. Sí. También me gusta estar feliz, por supuesto, pero ambos sentimientos son muy diferentes. La felicidad, depende de los demás. La tristeza depende de ti. Porque sólo tu decides si te vas a dejar ayudar a salir de la tristeza y ser acogido por las flores del campo de la felicidad. La tristeza es tranquila. Puedes pensar y aprovechar el momento para desatar tu creatividad a la par que desahogarte. En la felicidad, te ríes y gritas y bailas y saltas. Pero no piensas. Esa es la principal diferencia entre una persona feliz y una triste.
Pero eso no quiere decir que las personas felices sean vacías y tontas, no. Con esto quiero decir que, por mucho que piensen siguen fuertes.
Supongo que soy débil, pues.