Liv - capítulo 5.

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Lo último que recuerdo es un mar de pensamientos esparcidos por la nieve y la fría sensación de soledad. Y pastillas. Entonces, se supone que estoy muerta. O debería estarlo.
Realmente me siento muerta. Quiero decir, qué clase de alma viva y sana decide poner fin a su existencia?
Dios mío. Que he hecho. Ahora no solo sigo viva, sino que se que podría no estarlo. Y mi familia también lo debe de saber.
Soy una desagradecida.
Mis padres lucharon por mí, y ahora van a saber que intenté quitarme la vida que ellos acogieron y cuidaron. Sé que lo que hice está mal, aún antes de hacerlo. Pero quería hacerlo, lo necesitaba, no podía soportar más el mundo, hermoso y cruel, dulce y agresivo, comprensivo e insensible. Supongo que desde pequeña he podido apreciar su belleza ambigua; por eso odio tanto a este planeta. Que sea tan hermoso y tan solo pueda ofrecerte desgracias resulta desalentador.
Cuando por fin me digno a abrir los ojos, distingo varias siluetas.
Una chica menuda y pálida sentada al lado de un chico alto y delgado. Ambos con miradas de desconsuelo. Eso me hace sentir cruel. Yo no quería hacerle pasar a nadie un mal trago, sólo quería morir en paz sin que nadie se preocupara. A mi lado hay una enfermera. Está comprobando mi presión sanguínea y murmura algo sobre estómago y lavado.
Giro la cabeza para ver que hay a mi izquierda, gesto que podría haberme ahorrado porque sólo hay una silla y
la chica se percata de que estoy consciente y me mira sonriente. Que bonita es. Por ella sigo aquí, aunque no la culpo, era un simple acto de bondad. A veces la gente, tratando de ser buenas personas hacen cosas desastrosas. Además, para ser buena persona, hay que ser cruel.
El chico sigue cabizbajo y nervioso, por qué está preocupado? Por mí? No, no me conoce, si lo hiciera no estaría aquí.
De repente, alguien irrumpe en la sala. Reconozco su olor. Emana seguridad y calidez. Es mi padre. Me entran ganas de llorar. Recién pierde a su marido, y yo iba a hacerle perder también su hija. Repito, soy una desagradecida. Pero no podía hacer otra cosa, la desesperación estaba carcomiendo mi mente.
Cuando me ve, enseguida se abalanza sobre mi cama. La enfermera, escandalizada, trata de detenerlo, en vano.
Mi padre se echa a llorar mientras oye mi corazón palpitar.
Adoptarme debió se suponer un gran esfuerzo, pero más debió de serlo criarme.
Sólo soy capaz de producir desgracias. Soy demasiado humana.
- Liv...Liv. Cuando tu padre y yo te adoptamos, enseguida supimos que ibas a ser difícil. Pero nos gustan los retos, sabes? Y tú eres de los mayores que he visto. Te quiero tanto, Liv... Y papá también lo hacía.
Abro los ojos lentamente, y le miro fijamente durante un instante, para luego volverlos a cerrar por el torrente de lágrimas que emanan.

- Olivia Prior, paciente 7102 ? - pregunta una voz firme pero suave.
- La misma. - responde la enfermera, despreocupada.
- Podrás salir del hospital en 3 días. - tu organismo ha expulsado casi todos los productos químicos de los fármacos que ingeriste.
Genial. Otra vez a enfrentarme al mundo en su mínimo esplendor.

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