-CAPITULO 24-

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El pequeño goteo haciendo eco en medio de la nada, era lo único que interrumpía el tormentoso silencio que invadía la habitación.

Ya habían pasado tres semanas desde que había llegado.

Las cosas estaban mas dificiles de la cuenta, casi no entraban personas a verme, sólo una vez al día, un joven traía un tazón de sangre para que tomara, el primer día lo tomé, pero en lugar de alimentarme solo disminullo mis fuerzas, a tal manera que hasta abrir los ojos me dolían, desde entonces no tomo nada de lo que traen.

Eso a estado ocasionando que me debilite cada vez más, no por la falta de sangre, si no por estar rodeada de plata, eso afecta a un más a mi cuerpo.

Se supone que ahora es cuando me vienen a traer el asqueroso líquido que hacen llamar sangre.

Mientras contaba los minutos que pasaba en la penumbra, un estruendo y una ráfaga de luz me sobresaltaron haciendo que me cubriera la cara por la inmensa cantidad de luz.

Cuando pude acostumbrarme a la claridad, pude ver a un joven, este no era como los demás, era hermoso había que reconocerlo, su piel era blanca como porcelana, su cabello negro y ojos azules eran ignotizantes, pero lo que mas llamo mi atención fue el aroma de su sangre, era una sangre dulce, no como los otros plebeyos que habían venido antes, esta era una fragancia deliciosa, mis pupilas se dilataron y mi garganta pico por la sed de sangre que tenia.

Este se detuvo en frente de mi, sus ojos me miraban con curiosidad en ellos.

- hola- dijo el joven curioso, por hací llamarlo, pero no respondí a su saludo, solo observé como me miraba con atención. El olor de su sangre me traía enloquecida.

- ya que no piensas hablar, lo haré yo, me llamo Socrates, soy la persona que está a cargo o de ti  y los muchachos me han dicho que no te estas portando bien...- dijo mientras me miraba de arriba a bajo, haciendome sentir incomoda.

- no tomare tu mugrosa sangre, se que le hechan algo, no soy estúpida- dije con asco.

- si ya me he fijado que no lo eres- dijo mientras tomaba el cuenco entre sus manos con la cosa asquerosa esa y se acercaba hacia mi- pero con migo no se juega pequeño escarabajo, crees que eres peligrosa? Que puedes hacer lo que quieras? Dejame decirte que ahí atada no eres nadie y quien pone las reglas soy yo.. - dijo al monento en que me agarraba la cara y me enviscaba el cuenco entre los labios para que bebiese, solo cerré la boca y no dejé pasar nada, la única sangre que quería estaba en frente de mi...

Mientras él trataba de hacerme beber la cosa rara esa, yo solo trataba de hacercarlo más a mi, nunca en la vida había descubierto una sangre tan apetitosa como la suya y el haberme subestimado será su peor error, mientras el trataba de hacerme beber, yo solo trataba de tener a la vista su cuello de manera, que cuando me lanzará hacia él, por mas fuerza que tenga no pueda librarse de mi sin quedar mal parado y yo sin conseguir lo que quiero.

En un mometo de descuido pude alcanzar su cuello y el gemido de dolor que salio de su garganta hizo que mis sentidos y lado salvaje saliera a flote con ello. En ese momento no hubo ruido, no hubo fuerza sobrehumana que separara mi boca de ese cuello tan delicioso, sabia que si seguia tomando sangre terminaria muerto, pero era tanta la sed y la alegria de mis glandulas, que no me importó detenerme hasta que deje de sentir forcejeo por su cuerpo, pude sentir como su vida se iba entre mis dientes, cuando en su cuerpo ya no quedaba rastro de sangre pude soltarlo haciendo que cayera a mis pies sin vida y sin una gota de sangre en el.

Mientras aun saboreaba el dulce sabor de la sangre en mi boca, un estruendo en la puerta me hizo poner los ojos en blanco, al parecer esta gente no sabe abrir una puerta despacio, por ella entró un victor airado, pero lo mejor de todo fue ver su cara al notar el cuerpo del joven tendido en la plataforma, esa fue la mejor imagen que haya quedado plasmada en mi memoria.

Eternamente(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora