Aclaración: el título completo no llega a leerse, pero este capítulo se llama 'La fina línea entre la vida y la muerte'.
Me cogió en brazos mientras yo seguía llorando.
Desorientada, me posó en el suelo segundos después.
-¿Qué ves?
Alcé la cabeza, aparté la maraña de pelos que caían sobre mi rostro y me sequé las lágrimas. Estaba frente a un espejo.
-A un ser que está vivo sin nunca haberlo merecido.
-Yo veo a la mejor persona que he llegado a conocer: a ti.
Eso me descolocó... Heló mi sangre... Me supo mal. Seguro que mentía. Yo no soy así. Pero, ¿por qué entonces él me ve de esa manera?
-Eso es mentira. -Sentencié.
-No. -Desmintió.
-¿Por qué?
-Porque piensas en los demás continuamente; demasiado, incluso. Y muy poco en ti. Ahora te pregunto yo: ¿por qué?
Eso es complejo de explicar...
-Remóntate a los males por los que he pasado.
-Te han cambiado. -Callé. -Antes no eras así. Antes eras... dulce.
-Por favor, devuélveme mis cuchillas y mis pastillas. No quiero seguir con vida. La detesto.
Calló él.
-¿Y qué sería de mí? ¿Y de las personas que te quieren?
-Nadie lo hace.
-Sí. -Hizo una pausa. -Yo lo hago.
-No. -Mis ojos volvieron a estar vidriosos. -No. -Continuaron resbalando lágrimas por mis mejillas. -¿Por qué?
-Eres preciosa, increíblemente amable con los demás...
Perdí los nervios. Me desplomé, anhelando morir. Y, cabizbaja, divisé una gota de sangre en el suelo. Seguida, cayó otra. Y otra más. Se formó un charco rojo ante mí y él fue a parar sobre dicho líquido, pues este era suyo.
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Hipócrita rosa y dulce negro
PoesíaEl mundo desde la perspectiva de una simple mundana.