PREFACIO

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Era una noche fría igual que la mayor parte de las noches en aquel lugar. El sujeto de ojos verdes se encontraba concentrado en el ruido del agua que cruzaba salvajemente en la parte más baja del acantilado.
Un ruido de ramas partiéndose, interrumpió su concentración haciéndole instintivamente llevar su mano hacia su bota café, ya húmeda y repleta de tierra mojada, donde tenía escondida una daga increíblemente afilada, con decoraciones aparentemente talladas sobre la hoja, que brillaba con el reflejo de la Luna llena que se posaba por encima de todos los árboles, avisando que la media noche se acercaba.
—Eso no será necesario—Indicó una voz ronca que resonó a través de los arbustos, que parecían una pared que escondía a quien fuera que estuviera del otro lado. Esto hizo al sujeto sentirse lo suficientemente indefenso como para sentir que su altura disminuía cada vez más.
—¿Quién eres?—Preguntó nervioso el sujeto de ojos verdes—, sal de ahí.
Una sombra comenzó a salir tan tranquilamente que parecía realmente aterrador. Un muchacho de al menos unos 26 años de edad, mostraba una radiante sonrisa sarcástica y con un aire superioridad, por su cuello podían asomarse algunas marcas negras que parecían ser tatuajes, ojos de un azul frío que parecían escudriñar en cada parte de su interior, piel tan pálida que lo hacía parecer inhumano, una mandíbula fuerte y cuadrada que lo hacía ver amenazante, cabellos rubios le recorrían un lado de la cara, mientras que el otro lado había sido rapado.
—Necesito que le envíes un mensaje a una persona—Ordenó el muchacho.
—¿Y yo por qué tendría que hacer algo por ti?—Gruñó el sujeto de ojos verdes, quien ya sentía la ira inundar su cuerpo por la manera en que el muchacho se había atrevido a hablarle.
—¿Sabes? Me parece que ese barranco es demasiado alto ¿no?, yo creo que una caída lograría matar a cualquiera—Dijo el chico, sin embargo, sus palabras intuían una amenaza de muerte segura.
El instinto del sujeto inmediatamente le advirtió que el muchacho hablaba en serio, por lo que una gota de sudor frío le recorrió la espalda y el miedo consumía su interior.
—¿A quién debo entregar el mensaje?—Cuestionó el sujeto desviando la mirada de los fríos ojos del muchacho.
El ojiazul sonrió satisfecho de que su amenaza había sido captada y se acercó unos pasos más.
—Lo conoces, de hecho lo viste ayer—El muchacho paró un momento para observar la reacción del sujeto, este solo se estremeció y asintió—, simplemente dile que no tendrá que preocuparse más por Becker y más te vale que lo hagas pronto—Finalizó el muchacho dándole una última mirada amenazante al sujeto ojiverde.
—¡Espera! No me has dicho tu nombre—Dijo el sujeto casi gritando.
El muchacho ni si quiera se molestó en detenerse, él ya había empezado a alejarse, pero su risa logró escucharse como un eco a través del bosque.

LA CONSTERNACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora