Capítulo 2: Cómo continúa un día cualquiera.

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Al salir de mi casa, me encuentro con mi amigo Miguel Camacho, al cual todos llamamos simplemente Camacho, mirando en dirección al cielo, todavía oscuro, y con una expresión asustada y horrorizada, señala hacia arriba mientras grita, ¡SEÑOR JOSEMEN, SÁLVEME PUES!

Rápidamente, miro hacia donde había señalado, y me encuentro con un enorme Tiranosaurio Rex Biónico con láseres acoplados en sus raquíticos bracitos, y con una enorme ametralladora pegada en su espalda. Es bastante curioso el hecho de que no lo hubiera visto antes a través de mi ventana. Sin titubeo alguno, corro hacia él, y mientras tanto, de mi mochila salen unos propulsores y unas alas, que me impulsan hacia el cielo, aún sombrío, cara a cara con el monstruoso (pero no sé por qué, divertido de ver) Tiranosaurio Rex Biónico. Cuando estoy justo en frente de sus aparatos de mirar, saco mi katana de neón, y le propino al bichejo un tajo digno de admiración, justo en medio de sus dos orificios nasales.

El gigantesco dinosaurio retrocede, y sin desaprovechar la ocasión y moviéndome ágilmente con mi mochila propulsora, le corto sus brazos, sin darle siquiera tiempo para atacar. En seguida sale el contador de golpes, que me avisa de que llevo un combo "x3". Sin parar, y esquivando hábilmente los disparos de su ametralladora, utilizo mi katana fosforescente para hacerle montones de cortes, hasta que el indicador de combo alcanza el "x25", y puedo darle el golpe de gracia. Sin dudarlo un instante, cargo el cañón que surge de mi brazo, y mientras lo hago le asesto un poderoso corte en la boca, lo cual hace que el Cyborg abra sus terroríficas y malolientes fauces, y aprovecho ese momento para disparar mi rayo cargado justo en su gaznate.

Aterrizo en el suelo, y el monstruo explota justo detrás de mi, dejando 5 monedas y dándome +50p de XP. Cada vez me queda menos para subir de nivel, !JODER SÍ!

Mi amigo Camacho me da las gracias diciéndome: "AY RETRUÉCANOS, QUE BIEN QUE ESTUVO, SEÑOR JOSEMEN", y me da el objeto "bocata de xoriso con ximixanga", el cual meto rápidamente en el inventario. Supongo que ya tengo algo que no es paté para el recreo.

Después de este curioso encuentro, Camacho y yo nos dirijimos raudos al instituto, que ya llegamos tarde por culpa de esa escoria del jurásico modificada por algún buen hijo de vecino, y por el camino hablamos de cosas banales, las cosas de las que suelen hablar los amigos, como por ejemplo, las cabras utilizadas para vuelos de prueba, o los ornitorrincos utilizados para la construcción de edificios.

En unos diez minutos estamos ante la puerta del instituto, la cual se trae un aire a las puertas de las celdas de las cárceles antiguas. El edificio en si, es una enorme masa de ladrillo, hormigón y puertas de madera en forma de instituto. El complejo constaba de un edificio principal, un patio, considerablemente grande justo detrás del edificio ya mencionado y un polideportivo relativamente pequeño en una de las esquinas del amplio patio. En la parte derecha, se encontraba el pabellón de bachiller, en el que estudiaban los alumnos de bachiller (valga la redundancia). En cuanto llegamos, entramos por la puerta de acceso al aparcamiento, el cual rodea el edificio principal, acompañados de una avalancha de adolescentes, cabizbajos y con caras aburridas, sin duda ansiosos por aprender y adquirir conocimientos.

Entramos por los pelos, ya que el profesor que cierra la puerta cuando es la hora no tiene ningún tipo de sentimientos y una cara tan seria que corta el hipo.

Como Un Día CualquieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora