De repente, me despierto, sobresaltado, preguntándome que es lo que acabo de soñar. Antes de nada, busco mis brazos y piernas entre mis sábanas para comprobar que siguen teniendo una espesa y masculina capa de vello.
También me toco la cara para poder comprobar que mi poderosa y también masculina barba está en perfectas condiciones.
La verdad, no ha sido lo que se suele llamar un sueño reparador, pero al menos sigo vivo, y eso mola. Me pego un par de tortas para espabilarme y tiro hacia el baño para lavarme la cara, esta vez sin ningún tipo de árbol gigante acechándome desde las alturas.
Al igual que ayer, me visto, desayuno y salgo hacia el colegio con el señor Camacho, el cual me lleva esperando unos diez minutos en la puerta de mi edificio, pero como me ama mucho, pues me espera y esas cosas.
Como todos los días, nuestros caminos van directos hacia ese lugar de desesperación y muerte, o instituto, como lo llaman los mortales y, como todos los días, las horas se alargan como si de una regla extensible se tratara. Por no hablar de los deberes, tarea que se supone que debo hacer, pero que finalmente desaparece de mi memoria por arte de magia, y termino llegando a clase de biología sin tener ni la más mínima idea de que el profesor iba a revisar las libretas.
Y así día tras día, semana tras semana, aguantando las densas clases. Una rutina que quieras o no, se hace muy aburrida, aunque siempre vas con miedo al colegio, ya que nunca sabes por donde te va a salir el profesor de historia cada vez.
En uno de estos días aleatorios, un jueves en concreto, mi camino se cruza con un burrito flotante bastante grande, del tamaño de 3 mesas del IKEA, pero de esas grandes no, más bien de esas que son como un taburete con problemas de crecimiento. El burrito flotante se acerca a mí, muy rápido y dando amplios pasos. En cuanto se encuentra a 16 zantropadios de mi, me dice que un terrible destino se cierne sobre mí, y que tendré que estar preparado en cualquier momento, ya que incontables y grotescas criaturas del averno pisarán la tierra, para acabar con toda la raza humana y todo el planeta será exterminado. También mencionó algo de "eres el elegido" o "así podrás aumentar tu poder de mermelada de melocotón", pero a esto último no le hice mucho caso. Después de advertirme sobre la completa exterminación de la raza humana, el burrito flotante profiere un terrible berrido en forma de: "HÍJOLE, NOS VEREMOS ALGÚN DÍA EN MICHOACÁN" y explota dejando una densa nube de carne picada, frijoles y pimiento. Cuando la nube se disipa, puedo vislumbrar unas "zapatillas de correr", que son unas botas de basket azules y negras bastante grandes y francamente, bastante molonas, en cuya suela hay un post-it con una imagen de una persona deslizándose por el suelo como si de un pingüino se tratase.
Cuando llego a casa, me pongo mis zapatillas nuevas y una ventana emergente se materializa justo delante de mí en la que hay escrito un texto que dice así: "¿Quieres hacer el tutorial?" y antes de poder reaccionar, me teletransporto a una sala amplia, con el techo muy alto, de paredes blancas. Parece la típica sala donde te enseñan los aspectos básicos de un videojuego.
En la esquina superior derecha de la pantalla, una nueva ventana me informa de que puedo activar mis "zapatillas de correr" si pulso el botón "LS" del mando. Cuando lo pulso, una tabla flotante de color blanquecino aparece debajo de mis botas y, como si de un betatester se tratase, me desplazo con mi nueva "hoverboard" con gran destreza. Una vez he conducido durante 50 segundos, vuelvo a mi habitación, regresando temporalmente justo al momento en el que me había teletransportado a la sala del tutorial.
El resto del día transcurre con normalidad, quitando que acabo de conseguir una hoverboard que me permite desplazarme a gran velocidad, e incluso elevarme unos cuantos metros en el aire. Después de gozar como un enano mi nueva hoverboard, vuelvo a mi casa, ceno, me ducho y hago una visita a mi querida PC Gaming hasta que me acuesto.
