Capítulo 5: Un día de perros cualquiera.

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Hoy es lunes, por lo que toca ir a piscina. Pongo el juego en pausa, preparo la mochila con la toalla, el gorro, las gafas, el bañador y las chanclas, y vuelvo a mi amada con entusiasmo y pasión desenfrenada. Cuando son las seis en punto, cojo la mochila, el móvil y los auriculares, y parto en mi travesía hacia el complejo deportivo que hay a cinco minutos de mi casa.

Enseguida llego, me cambio y me tiro al agua fría de la piscina. Así se me pasan unos tres cuartos de hora hasta que toca cambiarse y volver a casa. Mientras vuelvo a mi humilde morada, me fijo en un punto en el cielo, que cada vez se va haciendo más grande, aproximandose a mi cada vez a más velocidad, hasta el punto en que puedo vislumbrar una gigantesca figura que pasa sobrevolando a 10 metros de mí a una velocidad tremenda, tan rápida que ni siquiera podría describir semejante criatura con exactitud. Pronto me doy cuenta de que el bichejo aminora su velocidad para dar una vuelta de 180º y dirigirse directo hacia mí. Entonces lo veo, justo enfrente, mirándome a los globos oculares con unos ojos bizcos llenos de rabia, de ira, de ansias de destrucción. Es un gigantesco perro chihuahua con unas alas mecánicas, con brazos robóticos en vez de patas, armado con sierras en los extremos de las patas delanteras, y lanzacohetes en las patas traseras, y como si fuera poco, en la parte inferior tiene un enorme cañón de plasma.

Salgo disparado hacia él con decisión, a la vez que desenfundo mi katana de neón, y preparo el cañón láser del brazo izquierdo. Sin mostrar el más mínimo ápice de piedad, cerceno sus extremidades con gran habilidad, tal y como un patético mortal corta una barra de fuet, esquivando sus rápidos y poderosos tajos de sierra mecánica y sus cohetes de seguimiento térmico.

En un abrir y cerrar de ojos, el monstruoso chihuahua es desposeído de sus patas, lo cual hace que tenga cierta similitud con una salchicha bratwurst mexicana con cabeza y alas mecánicas. En ese momento, utilizando los pocos recursos que tiene, me lanza una llamarada desde su hocico, la cual apenas me hace daño, ya que enseguida me cubro con mi escudo de zapatillas bangladesas importadas.

Después de su repentino ataque, aprovecho que su habilidad de llamarada aún esta en fase de cooldown y que el indicador de combo llega a x32 y arremeto contra él, con mi katana por delante. Una vez que está clavada, utilizo mis propulsores para rebanar a esa horrenda abominación por la mitad, haciendo que ésta explote y me otorgue +100 de XP y 20 monedas.

Sin duda alguna, ésto es lo que se llama un trabajo bien hecho.

Después de este repentino encuentro, vuelvo a mi casa a hacer los deberes de matemáticas (aprovecho para decir que mi profesor de matemáticas es Jesucristo en patines, queriendo así decir que es el puto amo). Llego a casa, hago los deberes y sin dudarlo un instante, me dirijo hacia mi amada para jugar al "Dishonored", un juego de sigilo que nada tiene que envidiar al muchos juegos actuales. Después de un buen rato disfrutando de mi amor apasionado, ceno, me ducho y me acuesto, con la esperanza de tener algún que otro sueño de esos que al despertarte piensas "vaya ojalá ese pepinillo no me hubiera despertado, por que de verdad que lo estaba disfrutando".

Como Un Día CualquieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora