"El Despertar" - Capítulo 8

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Día 13


Todo está absolutamente listo para mi ingreso en el hospital.

Bueno, tampoco es que hubiera que preparar demasiadas cosas. Un pequeño bolso con algo de ropa para los próximos días, es más que suficiente. De hecho, en el interior del mencionado bolso, hay más libros que prendas de vestir, y por supuesto, imposible olvidarme de mi cuaderno. Nunca se sabe en qué momento puede llegar la inspiración, así que más vale tenerlo a mano por si acaso.

Un momento... Ahora que lo pienso, ninguna de estas cosas me va a servir de nada si la operación resulta... bueno, ya saben... un fracaso. ¿Libros para leer? ¿Cuaderno para escribir? ¿Cómo demonios pretendo hacer todo esto si... me quedo...? El pánico casi olvidado hasta este instante, comienza a hacer acto de presencia de pronto. Un ligero temblor empieza a recorrer mis piernas y observo aterrorizada esa pequeña bolsa de viaje que tengo sobre la cama. Pero el sonido del timbre me sobresalta y rápidamente me distrae de ese estado en el que amenacé con introducirme.

Trato de afinar un poco mi agudeza auditiva para escuchar la voz de la persona que acaba de llegar. Y no es por cotillear, no. De hecho, creo que es una especie de acto reflejo. Cuando llaman a la puerta de nuestra casa, solemos detener por unos segundos aquello que estemos haciendo y prestar un poco de atención, asegurándonos de que todo está en orden o de que la visita no es para nosotros. Una vez comprobado que el visitante no es un asesino en serie o un amigo, continuamos con lo que quiera que estuviéramos haciendo. Siento dibujarse una sonrisa en mis labios, antes incluso de que mi mente sea capaz de procesar el sonido de su voz. Es curioso ¿No creen? Si supuestamente es el cerebro, el encargado de enviar los impulsos nerviosos al resto del cuerpo para crear las reacciones y los movimientos. ¿Cómo es posible que sea mi corazón, el que se anticipe a ello, sintiendo su presencia y haciéndome sonreír a causa de la misma?

Creo que el amor, es lo único capaz de echar abajo cualquier teoría científica, por muy verificada y comprobada que esté. Con el amor, se agudizan los sentidos... Somos increíblemente capaces de reconocer el olor de esa persona aunque estemos en medio de una multitud. Y lo más curioso de todo... sentimos su presencia. Nuestro corazón la siente, antes incluso de que nuestra vista lo compruebe, antes de que nuestro cerebro lo procese.

Es ella... Y el simple hecho de saberla cerca, consigue que olvide cualquier rastro de preocupación que tuviera hace unos minutos y salga decidida a su encuentro. Bajo las escaleras... descubriendo un poco más de ella con cada escalón. Mi corazón también se acelera a medida que me acerco... Y ahí está, junto a la puerta, con ésta aún abierta de par en par. Debe haber transcurrido menos tiempo del que pensaba. Sonríe ante algo que mi madre le está diciendo y eso me obliga a detenerme donde estoy, queriendo no interrumpir, queriendo observarlas reír juntas. Pero ella, como si hubiera sentido mi presencia a pesar de la forma tan sigilosa en la que llegué, giró su rostro y me descubrió inmóvil. Tan inmóvil, que en el momento en el que sus ojos azules se clavaron sobre mí, algo me obligó a contener la respiración. La sonrisa pareció haberse borrado de sus labios... Y la presencia de mi madre, así como el resto del universo, se esfumaron de un instante a otro. Nuestras miradas están teniendo una conversación al margen de las palabras.

En este momento, me siento como esas adolescentes de las películas americanas, que al bajar las escaleras enfundadas en un hermoso vestido, se encuentran con el afortunado chico de sus sueños, encargado de llevarla al tan esperado baile. Él se queda alucinado al descubrirla cual princesa de cuento, y ella, en medio del sonrojo, trata de controlar el temblor de sus piernas para que el paseo en tacones no resulte aún más difícil de lo que es. Pero en este caso, no existe tal baile, el vestido elegante fue sustituido por unos jeans desgastados y una camisa de lo más normal, y el chico... Bueno, esa es la mejor parte...

Creer Para Ver (Portiñon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora