"El Después" - Capítulo 10

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Salir del hospital sin que nos descubrieran fue una completa odisea. O al menos eso es lo que Anahí me iba contando y aunque a mí me salvaba el hecho de no enterarme de nada y caminar a ciegas, agarrada de su brazo, lo cierto es que había tensión en el ambiente que nos rodeaba a ambas. Pero no era una mala tensión, al contrario, experimenté una adrenalina muy divertida. Una mezcla entre miedo por tener que caminar sin ver un pimiento y que nadie se diera cuenta de ello y seguridad, porque al ser guiada por ella y estar agarrando su brazo, nada malo podría sucederme. Bueno, y también emoción... porque aún, estando en el asiento del copiloto de su coche (o del coche de su madre, para ser exactos) sigo sin saber hacia dónde nos dirigimos. En cuanto me senté, lo primero que hice fue deshacerme de la sudadera que me estaba dando mucho calor y lanzar la gorra hacia algún lugar del asiento trasero. Anahí abrió la ventanilla antes de emprender la marcha, así que durante todo el trayecto he podido disfrutar del viendo golpeando la parte descubierta de mi cara y ondeando mi pelo sin control, seguramente alborotándolo por completo.

─Primera lección: Siempre te ha gustado sentir el viento en tu cara cuando hacemos un largo viaje en coche. No necesitas los ojos para ello.

─También me gusta contemplar el paisaje... ─rebato con algo de tristeza.

─Hay cosas que escapan a nuestro control... No siempre se puede tener todo lo que uno quiere. Pero sí se puede aprender a disfrutar de todo lo que uno tiene. Así que en lugar de extrañar ver el paisaje, concéntrate en disfrutar la sensación que te produce el viento. Y así lo hice. Por extraño que parezca... en ese momento entendí que, efectivamente, por muy mal que me sintiera, nada iba a cambiar el hecho de tener una venda en los ojos que me impide ver como dejamos atrás árboles, casas, asfalto, otros autos... No puedo verlo y no puedo cambiarlo. Pero me di cuenta de que tampoco lo necesito... A veces nos cegamos tanto con aquello que no podemos tener, que olvidamos preguntarnos si realmente lo necesitamos.

Siento el viento, escucho la música, tengo a mi lado a la mujer que llevo años amando sin saberlo, esa que además de todo, es mi mejor amiga... Y algo muy importante, también tengo la suerte de haber nacido para el arte. El hemisferio derecho de mi cerebro está en continuo movimiento... siempre creando, siempre imaginando... Si quiero ver un paisaje hermoso, no tengo más que crearlo dentro de mí. A veces, la venda más poderosa no está hecha de tela ni de algodón, sino de límites a la imaginación. Y lo peor de todo, es que somos nosotros mismos los que la colocamos en nuestros propios ojos.

No sé a ciencia cierta cuanto tiempo transcurrió. Adivino que pudieron ser horas, pero realmente el trayecto no me resultó demasiado largo. La verdad es que con Anahí, nada es demasiado largo. Hay tantas conversaciones, como silencios y eso consigue que cualquier diversión comience desde que nos sentamos en el auto... Disfrutar el camino y no solamente el destino.

Destino al que supuse que habíamos llegado en cuanto sentí como aminoraba la velocidad y emprendía marcha atrás, dispuesta supongo que a estacionar el coche. Pocos minutos después nos detuvimos por completo y dejé de escuchar el ruido del motor.

─Aquí estamos ─Informó.

─Ah... ¿Dónde? ─Pregunté riéndome.

En lugar de responderme, escuché su puerta cerrarse, confundiéndome al imaginar que había bajado del coche. Pero segundos más tarde, se abrió mi puerta y una ligera brisa asaltó mi rostro. Sentí el tacto de su mano agarrar la mía con su habitual dulzura.

─Vamos...

─Gracias por responder eh ─me quejé comenzando a bajar.

─Es que decírtelo no tiene gracia... Tengo que enseñártelo.

Creer Para Ver (Portiñon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora