1. Extraviada + conociéndolo.

206 14 28
                                    

17 de Febrero, 1971.

10:37 P.M.

Los gritos de ambos adultos llamaban la atención en medio de las calles mientras la pequeña observaba todo con miedo abrazada de su osito Teddy y de su muñeca Samantha Valentra.

Ella pensaba que todo era su culpa, siempre la asumió. Los adultos a veces estaban tan ocupados hablando y discutiendo que se olvidaban de la criatura que ellos trajeron al mundo pero que jamás pidió nacer. Ahí las consecuencias de ser producto de una noche.

Aterrada y triste, la niña se vio a sí misma obligada a irse corriendo. Era demasiado para los ojos de una niña pequeña que a tan temprana edad había tenido que comprender que en el mundo hay personas malas dispuestas a hacer daño a seres inocentes e indefensos por bien propio o por simple placer. Eso lo aprendió después de haber sido testigo de las constantes peleas entre su mamá, su papá, su hermana, su cuñado y su abuela.

''¿Cómo puede alguien manchar de obscuridad a una hermosa y brillante estrella?''

Cuando la pequeña niña se dio cuenta de que no sabía dónde estaba, empezó a llorar por su mamá. Ella no sabía Inglés, tan sólo sabía decir ''1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10'', ''Hello'' y su nombre, que sonaba igual en Inglés que en español.

Empezó a caminar mientras observaba a lujo de detalles la gran ciudad mientras tarareaba una canción y hipeaba por su reciente llanto. Gente ''extraña'' pasaba a su lado. Hippies, Rastafaris, damas de compañía, ETC, ETC. Ella los miraba sin miedo, con curiosidad, como la curiosa que era.

Entonces, ella tropieza frente a un edificio. No se hizo daño. Se levantó, limpió el polvo de su ropa y levantó la vista. Estaba frente al Central Park, y ella lo amó. Estuvo a punto de cruzar la calle sin mirar a los lados para poder entrar a esa gran reserva natural y justo cuando un auto desprevenido como ella y a toda velocidad estaba a punto de chocarla, alguien la jaló bruscamente del brazo haciendo que ella se asustara y cayera de nalgas al suelo.

Levantó la vista intimidada, pero se encontró con unos hermosos y brillantes ojos de un hombre blanco joven, de cabello castaño liso-rizado, lentes pequeños y circulares y labios finos y rosados.

—What the heck was you thinking about, girl?! Do you wanted to kill yourself?! –Ella no tenía idea de lo que el hombre estaba tratando de decirle, pero el tono en el que le hablaba y su la expresión del rostro del mayor le hizo intimidarse aún más, y se encogió con una mirada aterrada.

El señor se dio cuenta de la expresión de la pequeña y suspiró, suavizando sus facciones. Ahora era un hombre mucho más apuesto, valía la pena mirarlo más de una vez. Entonces la ayudó a levantarse.

—P-perdóneme, yo no vi...

Él se dio cuenta de que la niña hablaba español y se arrodilló hasta la altura de su rostro. Él dominaba un poco el idioma.

—¿Dónde están tus papás, pequeña? –Le preguntó con un distintivo acento Británico.

—Ese es el problema... –La niña miró hacia abajo a punto del llanto.

El adulto comprendió entonces, que sus padres no estaban con ella. Ignorante de la razón, la invitó a pasar tomando su mano.

—Mi nombre es John. John Lennon.

La niña lo miró con los ojos bien abiertos y asintió. Ella había escuchado de él.

—¿El que sale desnudo en el periódico?

El mayor rió mientras soltaba su mano y buscaba entre su abrigo algunas llaves, como quien busca un encendedor, y abrió el gran portón.

—Sí, pequeña. Ese mismo. –Sacudió el cabello de ella, y volvió a tomarla esta vez de la muñeca y ella, algo temerosa, accedió a entrar.

Sus padres siempre la asustaban por las noches con cuentos de hombres malos que violaban a los niños. Sí, a su temprana edad ella ya había descubierto el significado de la palabra por sí misma.

—Mi nombre es Vitoria Valentine, pero me puede decir Vicky o Valen. Pero prefiero Vicky. –,La niña decidió romper el silencio que se había formado entre los dos mientras él buscada entre las llaves la correcta para abrir la gran puerta que los separaban de las escaleras.

El mayor volteó, fingiendo asombro y le preguntó acerca de su nacionalidad.

—¿Eres del sur? –Sonrió.

—No, señor. Yo soy de Latinoamérica.

Él se rió de la inocente ingenuidad de Vicky y le volvió a revolver el cabello, que hasta ese momento estaba apretado en una alta cola de caballo haciéndola sentir una china.

—Eso es el sur, pequeña.

—¿En serio? ¿No era Latinoamérica? -Valen lo miró inocente y él se volvió a reír.

—Es lo mismo. Sudamérica, Latinoamérica, América del Sur, el Sur... Es todo lo mismo.

Tomó su mano de nuevo y ambos subieron las escaleras entrando a la casa. Luego, John le indicó que se sentara en un sillón de bonitas decoraciones. -Mi esposa Yoko no estará por unos días y yo me siento muy solo. ¿Quieres algo de comer? -Le preguntó mientras abría el refrigerador y sacaba unas sodas. 

Ella, tímida y avergonzada, le respondió.

—S-sí, por favor...

Él regresó con una lata de soda de Coca-Cola y una rebanada de pastel de chocolate con cobertura de Nutella y ella se la comió encantada, colocando el refresco en la pequeña mesita que había al lado.

Incómoda por el silencio que los invadía, ella dirigió su mirada a los varios cuadros de la sala de ambiente hogareño. Vio varias fotos de dos niños, uno caucásico y otra asiática, de aproximadamente 5 o 6 años de edad. También habían fotos de una mujer ''china'', como ella lo supuso, y decidió preguntarle a John quienes eran todos ellos.

—¿Ellos? Bueno, el niño es mi hijo de 8 años Julian. La niña es mi hijastra de 8 años Kyoko, y la mujer es mi amada esposa Yoko. -Él suspiró al decir su nombre y apoyó su rostro en su puño, pareciendo colegiala enamorada.

La niña pensó ''pero qué fea esposa tiene'' pero se contuvo. La última vez que hizo un comentario así de imprudente, su mamá la regañó en su casa.

—Okay. ¿Cuántos años tiene usted?

—Yo, pequeña, tengo 30 y medio.

—Wow, no parece.

John se rió y la miró.

—Gracias, gracias, me alagas mucho.

Cuando Vicky miró por su osito, él ya no estaba. Sólo estaba su muñeca Samantha.

—¡No encuentro a mi osito Teddy!

John miró por todo el lugar tratando de conseguirlo con la mirada, pero no lo logró.

—Lo buscaremos mañana, Vicky. Ahora sólo duerme.

La niña, a punto de llorar, fue dirigida por John a la habitación.

—¿Voy a tener que dormir aquí? -La niña miró todo con curiosidad.

—Sí, pequeña. Se ve que a tu edad tienes miedo de dormir sola, así que dormiré en otra colchoneta. Tú sólo descansa. Te quedarás hasta que encuentre a tus padres.

La niña, insegura, se acostó en el colchón asiático del hombre y su esposa y éste sacó de su clóset una colchoneta más pequeña. Apagó las luces y se acostó en ella, pero la niña no podía dormir, como de costumbre.

Quería a su mamá.

Tenía miedo.

¿Y si no los veía de nuevo?

¿Y si no la buscaban?

Little Miss Lennon - (John Lennon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora