One shot 3

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6 años después
(Campamento Mestizo)

-¿Dónde se habrá metido Makenzie? -Annabeth buscaba a su hija por todo el campamento.
Hace un año, Percy y Annabeth les habían contado a sus hijos toda la verdad, que eran semidioses y que los monstruos y los dioses del Olimpo existían.
Liam, al ser aun pequeño, no se enteraba de nada, en cambio, Mackenzie, sabía por donde iba el tema.
Al principio, pensó que sus padres les estaban gastando una broma, pero al ver las expresiones series de Percy y Annabeth, la niña se asustó.
Pidió explicaciones, y ellos se las dieron. Le contaron acerca del Campamento Mestizo, un lugar donde los semidioses y otras criaturas entrenaban para convertirse en héroes. Le hablaron desde la misión del Rayo, hasta la profecía de los Siete, aunque evitando recuerdos dolorosos, como muertes o la caída al Tártaro...
Mackenzie, al principio, no se creyó nada, aunque luego todo le fue encajando, hasta aceptar que era una semidiosa, una nieta de Poseidon y Atenea.

Ahora Annabeth la buscaba desesperada por todo el campamento, ya que hoy le tocaba su entrenamiento diario.
Al final, dándose por vencida, fue a la Cabaña de Atenea, donde estaban sus otros hermanos y su hijo pequeño.

-Liam, cielo ¿podrías buscar a tu hermana? -preguntó Annabath frustada.
El pequeño Liam, ya de seis años, se quejó porque le habían interrumpido mientras leía.

-Pero mami, ¿no lo puede buscar papá? -preguntó.
Annabeth frunció el entrecejo, y luego se acercó a su hijo.

-Papá está entrenando a los campistas, Liam. Ve a buscar a tu hermana, dile que Quirón le está buscando, luego podrás leer el tiempo que quieras.

-Está bien... -accedió Liam. -Pero lo hago por ti, mami.
Annabeth sonrió y abrazó a su hijo.

-Gracias cielo -le besó en la mejilla.
Liam le devolvió la sonrisa, con esos hoyuelos que se le formaban en la cara, y ese pelo rubio heredado de Annabeth (todo lo demás de Percy).

Salió en busca de su hermana. Pasó por los establos, el comedor, rodeó las cabañas, pero nada, hasta que al final supo donde estaría. En el único lugar donde los hijos o nietos de Poseidon se sintiesen tranquilos: el lago de las canoas.
Corrió colina abajo en dirección al lago, esquivando a algunos campistas que peleaban y otros que practicaban con la espada, hasta que llegó.
Se acercó al muelle, y aunque a simple vista no se veía a Mackenzie, el sabía que ella estaba ahí.

-Mackenzie -el pequeño la llamó. -Se que estás ahí, hermanita.
No pasó nada, así que Liam decidió volver a llamar.

-¡Makenzie! ¡Te están buscando! -está vez subió el tono de voz.
Del agua empezaron a salir burbujas, y con ellas una niña de pelo azabache y ojos gris tormenta.

-¡Shh, Liam! Nos van a oír -dijo Mackenzie.
Ya no era una niña de seis años, ahora era una jovencita de doce años, guapa y delgada, idéntica a Percy y Annabeth.
Al heredar todos los poderes de Poseidon, podía controlar perfectamente el agua, (por ejemplo salir del agua sin estar mojada) en cambio Liam había sacado la inteligencia de Atenea, a pesar de tener seis años.

-Mackenzie, tienes que ir a entrenar, te llama Quiron.
La joven suspiró, ya que no le gustan los entrenamientos del viejo centauro.

-Preferiría estar en el agua.
-Eres igual que papi, una sesos de alga -le sacó la lengua Liam.
-Y tu un cerebrito -le contestó sacudiéndole el pelo, para luego irse hacia las cabañas.
Por el camino veía a los demás campistas entrenar, a las hijas de Afrodita ligar con los sátiros y a las ninfas correr por el bosque, y Mackenzie seguía si creerse que todo fuese real.
Llegó hasta el centauro, quien le miró con el ceño fruncido.

-Jovencita, te he buscado por todo el campamento.
Mackenzie agachó la cabeza.

-Perdón...
Quiron pareció entender que Mackezie no estaba muy bien, ya que suavizó su mirada.

-Ven, acompáñame.
La joven no dijo nada y le siguió. Si algo había aprendido de Quiron, era a que nunca le tenías que llevar la contraria.
El centauro le llevó paseando por el bosque, mientras ella miraba a los alrededores.

-Y bien ¿cuál es el problema? -le dijo Quiron.
-¿Qué... problema? -Mackenzie intentó estar tranquila.
-Jovencita, mientes igual que tu madre... Se que te pasa algo.
Mackenzie suspiró y miró arriba, ya que el centauro era enorme.

-Quiron... ¿Crees que algún día llegaré a ser alguien importante? -suspiró.
Al principio Quiron no pareció enterarse, pero luego lo comprendió.

-Mackenzie, tu ya eres importante.
-¡No! Quiron, mis padres y los demás campistas son importantes, son héroes. Yo... yo no soy nadie.
El viejo centauro se rascó la barba.

-Jovencita, casi todas los semidioses que vienen aquí acaban siendo héroes; unos antes que otros, pero lo son. Y créeme, tu también acabarás siéndolo.
Mackenzie le miró a los ojos.

-¿Tú... crees? -le preguntó.
Quiron le sonrió, y luego pasó una mano por su mejilla.

-Pues claro que sí, pequeña. A tu madre le costó muchos años aprender a dominar las dagas, y tu padre... digamos que el hijo de Poseidon no lo hacía siempre todo bien. O que te crees, ¿que los campistas vienen aquí sabiendo ya utilizar una espada? -el centauro se rió.
Mackenzie esbozó una pequeña sonrisa, pero al instante desapareció.

-Y... ¿qué me dices de mi abuela? No he heredado nada de su inteligencia... -dijo apenada.
-¿Ah no? -dijo Quiron. Yo creo que sí, solo que aun no la has sacado.
La niña le miró confundida.

-¿Sacarla? ¿Y... cómo hago eso?
-Mira Mackenzie, se que dentro de ti hay una persona inteligente esperando a salir, solo tienes que confiar en ti misma, entrena, cada vez que se te plantee un conflicto, resuélvelo con sabiduría, sé que lo harás.
Mackenzie le miró sorprendida, y simplemente asintió.
-Y otra cosa, jovencita. No dejes apartado tu verdadero don: el control del agua.
Mackenzie lo sonrió.

-Te lo prometo, Quiron -y extendió sus brazos para abrazar al centauro.
Antes de salir colina abajo hacia las cabañas, Quiron la llamó.

-¡Mackenzie!
Ella se giró, y le miró con esos ojos gris tormenta.

-Estoy orgulloso de ti, y tus padres también.
Ella sonrió, para luego salir corriendo.
Cuando estuvo en el campamento, buscó a su madre por todas partes, hasta que la encontró en la cabaña de Atenea.
Mackenzie se aproximó a ella, y Annabeth al verla, se lanzó a abrazarla.

-Dioses, Mackenzie ¿pero dónde estabas? Me has asustado... -Annabeth le abrazaba con todas sus fuerzas.

-Lo siento mamá, estaba con Quiron.
Cuando se deshicieron del abrazo, Annabeth le miró a los ojos.

-Ni una palabra a tu padre, ¿entendido? Si le hubiese dicho que no te encontraba, te buscaría por todo el país.
Mackenzie rió ante el comentario de su madre.

-Está bien mamá. Te quería preguntar una cosa.
-Dime hija -le miró Annabeth con una expresión serena.
-¿Te apetecería entrenar conmigo? -dijo un poco sonrojada.
Annabeth se sorprendió, ya que en todos estos meses Mackenzie no le había pedido que entrenase con ella.

-¿De... verdad? -preguntó Annabeth.
La niña asintió, para luego añadir:

-Un viejo centauro me ha dicho que para convertirme en una gran semidiosa tengo que entrenar, y he pensado que no hay mejor persona que tu para compartir mi entrenamiento.
Annabeth le sonrió ampliamente a su hija, para luego abrazarla y darle un beso.

-Vamos cariño, mamá te va a enseñar de lo que es capaz.
Y así, las dos semidiosas se dirigieron al campo de entrenamiento.



Holaaa! Tercer one-shot! (Aplausos) espero que os haya gustado semidioses!

Familia PercabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora