Capítulo 8: sobredosis de soledad

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Cuando Katherine volvió a su casa, su padre la estaba esperando en la puerta casi listo para salir y le dijo que se iría por dos semanas a Cuba, por un trabajo. Katherine pasó las dos semanas encerrada en su habitación, con un pilón de libros y unos cuántos desparramados en la cama, con una sirvienta que cada dos o tres horas le llevaba un te o café con galletas pepitos u oreos, sólo eso comía, por leer era capaz de alejarse de la realidad, porque los libros pueden transportarte a cualquier época y lugar sin moverte de donde estás.
Al terminar las dos semanas su padre la llamó para avisarle que venía en camino, pero ella no respondió, porque estaba leyendo y no escuchó el celular.
Al llegar a casa, Nathan observó unos libros tirados en el sofá del living, tasas de café en la cocina y a su hija no la veía por ningún lado. Subió las escaleras y fue a su habitación, ahí la encontró; dormida en la cama, con un pijama de seda blanco, cientos de libros a su alrededor, y todo cerrado, parecía un manicomio, o algo así. Nathan la despertó con cuidado, y ella lo vio y le dio un abrazo, brindándole una cálida pero débil sonrisa. Esto había preocupado a Nathan, no la notaba bien.
Pasaron 5 meses y Katherine ya no era la chica feliz que correteaba por la casa con una sonrisa gratificante, ahora era una adicta a los libros, estaba todo el día encerrada en su habitación o en la biblioteca y casi ni comía por leer. Raras veces salía al patio a leer, pero no hacía más que leer libros, y con especificación eran los que tenía su abuelo en su parte de la biblioteca. Nathan había empezado a preocuparse, por lo cual empezó a llevarla todos los jueves y lunes al psicólogo, para ver que podía hacer con ella. Los médicos decían que tenía una leve depresión, y su psicólogo que no hacía más que pensar en su abuelo y su deseo de que ella fuese una gran mujer.

La Caída De La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora