Siempre estaré enamorado de ella.

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Narra: Derek.

—¿Qué hará?— pregunté molesto.

—¿Qué es lo que mereces Parker?— recargó los brazos sobre su escritorio.

—¿Usted cree que es justo lo que pasó? ¿Yo hice mal en hacerlo?— fruncí el ceño.

—¿Tú crees que hiciste bien?— preguntó la directora.

—No me arrepiento, la verdad.

—Pudiste haber arreglado esto de otra forma ¿Por qué siempre lo arreglan a golpes?

—¿Cómo? ¿Diciendole a ustes?— carcajeé.— Si no pueden hacer algo simple ¿Cree que podrán arreglar algo así?

—Hay preferencias en algunos casos.

—No lo parece, solo se preocupan por la apariencia de su escuela sin saber si los alumnos están bien.— alcé la voz.

—No merezco que me levante falsos, podría meterlo en más problemas.

—¿Estoy diciendo alguna mentira?

—Yo me preocupó por mis alumnos, por eso están aquí, quiero ayudarlos.

— Oh, sí ¿Como?

—Necesito la versión de ambos para poder hacer algo.

—¿Qué? ¿Ó sea que lo que ella dice le vale mierda?

—Por favor, cuide su lenguaje.

—No lo haré si no lo corre de esta maldita escuela, esto no puede ser así. La obligó a hacer algo que ella no quería.

—Son las reglas, y no tengo nada más que decirle.

—Al diablo sus malditas reglas— golpeé el escritorio con mis nudillos.

—Usted esta expulsado ¿Queda claro?— dijo sin más. — el lunes quiero a sus padres para arreglar todo. Y no hay nada más que hablar. Le pido que se retire.

—¿Se sentirá mejor?

—Puede retirarse, ya es la hora de salida.

—Sólo espero tenga muy buenas razones para hacerlo. Señora directora.

—Claro que las tengo. Puede decirle a sus compañeros que no entraran al instituto si sus padres no vienen a hablar conmigo. Gracias.— volvió a sus asuntos.

Tenía ganas de decirle hasta de lo que iba a morirse. Maldita vieja.
Me levanté mirándola con odio. Salí de la sala azotando la puerta.

Sam era él único que esperaba afuera.

—¿Y Camila?— le pregunté, él estaba con ella cuando yo entré a la sala.

—Daniel.— suspiró.

¿Qué? No podía ser, ¿dónde demonios estaba cuando ella lo necesitaba?

Narra Camila.

—No, no paso nada.— le contesté cuando preguntó qué me sucedía.

—Te noto nerviosa, estas pálida.— tocó mis mejillas.

—Quizá sea porque no desayuné bien.— me encogí de hombros.

—¿Quieres qué te compre algo?— se ofreció.

Negué y agradecí.

—Por cierto ¿Dónde estuviste?

—Ensayando con el grupo de porristas.

—Ah ¿Qué ensayabas?

—Tienen concurso, antes trabajaba con ellas— hizo una pausa.— ¿Estás celosa?

Mi Hermanastro [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora