Arrastré mis Vans Old Skool negras por los pasillos grises de el enorme edificio de D.Z recién levantada para ir al enorme comedor, con una camiseta de Superman enorme bajo una sudadera negra de DC y unos pantalones cortos a pesar de que era invierno.
Sí, soy retrasada por si no lo notaste.
Once de la mañana. Había dormido cinco horas después del festival de hardcore de ayer y tenía el maquillaje corrido y parecía un mapache drogadicto, sumándole las ojeras.
En el comedor olía genial, las cocineras eran geniales, la comida era genial y TODO en esa estancia era genial. El olor a churros me despertó del todo y cogí un plato y fui como una poseída a por churros y porras y tostadas y todo lo que pillase. Terminé con dos platos llenos de comida y una taza enorme de chocolate caliente. Sonia, una encantadora cocinera me sonrió con cariño.
-Eres un pozo sin fondo, pequeña Clarke, no tienes remedio, vas a dejar sin comida al resto.
Le devolví la sonrisa con un churro entre los dientes y me fui a sentar. No había un alma en el comedor, pero tampoco me importó. Más churros para mí. Estaba masticando una galleta de limón cuando una mata de pelos rubia vestida con un chándal rosa ajustado apareció por la puerta. Sue era reconocible a kilómetros por su espectacular melena rubia platino ondulada, natural por su origen noruego, y por sus ojos grises, que brillaban como el sol. La ex atracadora, y ahora ladrona, se sirvió una mandarina y un zumo de fresas y se dirigió a mi mesa. Al ver mi macro-desayuno arqueó una ceja.
-Qué, ¿la primera vez que ves un churro? Tienes dos platos enteros llenos de churros, vaca burra, que no es sano, tienen mucha grasa.
Mojé un churro en chocolate mientras la miraba fijamente a través de mi flequillo escalado y lo mordí.
-Mmmmm... Pues las grasas están buenísimas, fíjate. Buenos días a ti tambien, ser que solo se alimenta a base de lechuga.
-Soy vegetariana.
-Pareces una oveja, no comes carne.
-Creo que se puede vivir en un mundo sin crueldad hacia los animales.
Casi me ahogo con el puto churro.
-Y lo dice la que le reventó la cabeza a un guardia de seguridad en el banco de la ciudad.
-Mi trabajo.
-No es muy pacífico que se diga.
-Qué decirte, querido hobbit -la bromita de siempre por mi metro cincuenta y ocho-.
-Pues no sé, oveja. Yo tampoco. Un mundo en paz creo que es imposible.
-Y un mundo sin churros tampoco es posible para ti, ¿verdad?
-Cierto. Enloquecería.Tras una seria conversación sobre mis amados churros, dejamos las bandejas y fuimos a nuestro cuarto a cambiarnos para la reunión diaria, en donde nos dicen si tenemos algún encargo y nos lo explican. Básicamente, hacer nuestro trabajo. A mí me tienen que decir mi objetivo, es decir, a quién tengo que matar, y por qué. Si veo que no me encaja y que no es justo, lo rechazo y esa persona sigue viva. Sólo acabo con las malas personas, no he aceptado un solo trabajo injusto.
Fui a mi cuarto y me cambié los shorts y la camiseta por unas mallas de cuero y una camiseta sin mangas de los Ramones y unas botas de piel negras hasta el tobillo de estilo militar y luego un chaleco de cuero y una muñequera de pinchos (sí, soy muy punk). Agarré mis dos pistolas y las sujeté a mi cinturón, y luego me escondí una navaja en la bota. Nunca se sabe cuando vas a necesitar una ayuda extra. Al salir cogí mi fusil con que mataba a distancia los objetivos más peligrosos, o los debilitaba para darles el golpe de gracia cuerpo a cuerpo. Me miré al espejo y recordé a mi familia, el por qué hago esto y la niña infantil que era, un chihuahua que se volvió perro de presa.
Me lavé el maquillaje de la cara y me repinté con una gruesa raya negra bordeando mis ojos y sombra negra, que me daba un aspecto bastante amenazador, pero atractivo a la vez.
Salí de mi cabina hacia la sala principal andando con la cabeza alta y chorreando determinación, uno de mis rasgos más comunes. Llegué en nada y allí ya estaban reunidos todos. En total seríamos unos ciento veinte entre aprendices, medios y élites. Me senté en el banco de delante, en el que estaba todo el equipo de élite formado al lado de mi querido rubio estúpido.
-Hola morena imbécil -qué majo es Paul por dios-.
-Buenos días rubio estúpido. ¿Sueño?
-¿A estas alturas me lo preguntas? Obvio, siempre tengo sueño.
Talya asomó su cabeza de piel morena y pelo negro desde el otro lado de Paul.
-¡Hola Clarke! ¿Preparada para un nuevo día?
-Claro que si, mujer. Siempre estoy preparada.
La voz de Minerva, la vicepresidenta y encargada de anunciar los trabajos, una mujer vieja, arrugada y demasiado delgada, nos interrumpió la cháchara. Se subió a una especie de pedestal como el que usan los presidentes para hacer conferencias y colocó unos papeles. Se aclaró la garganta y empezó con el repetitivo discurso mañanero.
-Buenos días, nuestros queridos integrantes, yo y la dirección les deseamos que hayan tenido una buena noche y que tengan un buen día -un buen día asesinando personas, cuánto sentido- llevando a cabo sus proyectos. Les recordamos que procuren realizarlos con la mayor discreción posible y por favor, que vuelvan con vida. He aquí los proyectos individuales.
Empezó a recitar una lista enorme de nombres asignados a una tarea hasta que oí resonar el mío en la sala.
-Clarke Bloodhound, encontrar y erradicar al líder de la banda mexicana Coconut Pairs, que está aterrorizando a los ciudadanos de los barrios marginales, robando y cometiendo asaltos sexuales.
Me pareció perfecto, debía matar a un desgraciado ladrón y violador compulsivo.
-Te acompañarán Talya Hills y Paul Marker, dado que es un objetivo peligroso. Tomaos vuestro tiempo y realizar el encargo con la mayor discreción posible y erradicando todos los testigos.
Genial, con Paul y Tay, perfecto, no puede salir nada mal.Oí mi comunicador vibraren mi oreja y la voz de Talya en él, desde la calle.
-Entonces, ¿me quedo por aquí como si me hubiera perdido y cuando me encuentre le parto la columna?
-Partimos, Tay, esto es un equipo, cuando le veas haznos una señal y sales corriendo.
Me acomodé en la barra de hierro que unía dos edificios en la que estaba sentada, a unos cuatro o cinco metros del suelo, perfecto para una emboscada. Paul estaba sentado en la repisa de un primer piso oteando el horizonte como un suricato con sus ojos verdes.
-Légolas, ¿qué ven tus ojos de elfo? -no pude resistirme.
Oí a Paul soltar una carcajada.
-Todavía nada.
A pesar de matar y demás horrores que hacemos, este tipo de ratos valen la pena. Somos todos muy raros y eso mola en verdad.
-Veo un tío -soltó Talya en medio de la nada- viene hacia mí y es enorme. ¿Corro?
-Corre -contestamos al unísono Rubio y yo.
Talya echó a correr y el maromo salió detrás de ella. Disparé con el fusil y le atiné en un hombro. Salté de mi barandilla cuando le tuve a tiro y caí sobre su espalda, apretándole el cuello con los brazo, tumbándole bruscamente y haciendo que tosiese, falto de aire. Se iba a levantar cuando Paul cayó desde las alturas sobre su estómago, haciendo que tosiese con fuerza y con algo de sangre. Solo faltaba el toque final. Desenfundé mi pistola clavando mis ojos en su aterrorizada mirada.
-Vete al infierno y saluda al demonio de mi parte.
Y disparé.
ESTÁS LEYENDO
Dancing With The Death
ActionClarke trabaja para la organización Hell's Zone, perseguida permanentemente por Daemonslayer, un cuerpo de élite de la policía únicamente dedicada a su erradicación, una secta de asesinos a sueldo, existiendo en las sombras de la sociedad y enfrenta...