Capítulo 4: Walking Disaster

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Entraron sigilosamente, la música retumbaba en sus pechos al ritmo de la canción que salía de los grandes altavoces. Había una multitud bailando, descontrolada por el exceso de alcohol, gente bebiendo y gritando, sobándose en una esquina, besándose de una forma bastante desagradable y un fuerte olor a tabaco. Las luces violetas y los destellos de la bola me permitieron distinguir un pedestal con una barra en la que una mujer de cuerpo casi esquelético hacía movimientos extraños mientras hacía cosas que no voy a describir, te puedes imaginar qué. Sue se tapó la nariz.
-Pues no son tan inocentes, yo creo...
Asentí llevándome el pañuelo de tela negra que llevaba a la cara y me hice un nudito en la nuca, quedando el pañuelo tapando medio rostro como los bandidos del oeste, solo que el pañuelo tenía una calavera muy tétrica. El olor me mareaba y la música me aturdía lo que no está escrito. Oí la voz de Alan en mi oreja.
-Chicos, tenéis que haceros pasar por simples fiesteros mientras vais colocando los dispositivos. Subid hasta la mitad las escaleras y engachadla ahí, cuando explote el edificio se vendrá abajo. Tened cuidado con los mafiosos, los guardias, no conocen la intrusión aún pero es cuestión de tiempo. Así que haced el imbécil un rato, bebed, fumad y liaros con alguno para parecer "normales" ahí dentro y luego ponéis la bomba. Cuando empiece la cuenta atrás para que la detone empezad la masacre y salid corriendo. ¿Entendido?
-Entendido -el vozarrón de Paul resonó a mi lado-.
-Siento mucho que tengamos que hacer esto, pero no nos queda otra, si no nos echarían y luego o nos matarían a todos o acabaríamos en chirona.
Resoplé. Talya alzó la voz.
-Bueno, ya que estamos aquí para "divertirnos", ¡hagámoslo!
Agarró una botella de lo que parecía Negrita y le dio un buen trago. Agitó la cara ante la bofetada a su estómago del alcohol y soltó un gritillo. Se perdió en la multitud.
-Genial, una menos -Sue frunció el ceño-. Maldita borracha loca... Paul, vamos a colocar la carga, Clarke, vigila por aquí mientras disimulas zorreando o lo que quieras, pero pasa desapercibida, te necesitamos viva, eres la experta asesina y un cadáver mucho no mata.
No sabía cómo tomarme eso, si bien por haber halagado mis habilidades o mal por haberme dicho que me ponga en modo bitch.
Decidí tomármelo bien.
-De acuerdo, rubia, me quedo aquí bailando como perra en celo.
-Ah, y súbete más los pantalones, que marquen el mondongo.
-¿Y luego me visto como una localcoño -no pude resistirme, lo siento-?
Sue se hizo un facepalm y sonrió mientras desaparecía entre el gentío, seguida de Paul.
Viva a vida. ¿Ahora que hago? ¿Me lanzo a cualquier energúmeno o me meto a la vena media botella de vodka? No me apetecían experiencias asquerosillas relacionadas con enfermos mentales asi que opté por ponerme a bailar entre la gente, como solía hacer en las discotecas. El ritmo de la música me llenó y me convertí en un conductor de la música, la música fluía por mi interior y me olvidé del mundo. Amaba esta sensación. Cómo no, me la tuvieron que fastidiar.
-¡Carga lista! -boceó Sue- ¡Liaros a tiros!
El dolor y la culpa me corroía por dentro. Desenfundé mi pistola con una mano temblorosa por la rabia y disparé a la primera persona que vi, un guardia corpulento en la entrada de la puerta y mi bala le atravesó la cabeza, pintando la pared de un salpicado rojo. Esto desencadenó el pánico. Oí a Alan gritarme.
-¡Clarke, asegura el perímetro, que nadie escape!
Obedecí mientras lágrimas de rabia se escurrían por mis mejillas y me puse en una de las puertas y disparé a dos mujeres que iban a salir corriendo hacia la puerta. Cayeron al suelo de inmediato y yo no podía ver por las lágrimas que cubrían mi mirada. Sue llegó y me sustituyó.
-Vete arriba, hay gente allí. Me quedo aquí asegurando la entrada tranquila.
Salí corriendo escaleras arriba deseando escapar de la masacre de la planta baja. Vi dos guardias y les atravesé, estos por lo menos sabía a ciencia cierta que eran mafiosos y no dolió tanto. El pasillo tenía varias estancias, un bar, una terraza con piscina y la azotea, conectada a más edificios. Irrumpí en el bar y disparé a las ocho mujeres trajeadas que había, temblando y al borde del ataque de ansiedad. Entré en la terraza y segué a los guardias y a la stripper de antes, que seguía ejerciendo su labor en la piscina. Volví al pasillo y me apoyé en una pared. Me agarré de los cabellos y rompí a llorar pero mis sollozos fueron sepultados por los disparos y los chillidos ahogados de la gente sumado a la música. Mi crisis psicológica se vio interrumpida cuando vi una sombra en una esquina. Miré y el individuo salió corriendo y comencé a perseguirlo, escaleras arriba, guiada por el sonido de sus pasos veloces intentando salvar su vida. Llegué a la azotea y le alcancé en dos zancadas.
Me abalancé sobre él y apunté con la pistola a su cráneo, sujetándolo con un pie en su pecho. Entonces me fijé en mi presa y se me cortó la respiración al chocarme de bruces con los ojos acaramelados de un chico rubio de pocos años mayor que yo. No sé qué me pasó exactamente pero sus ojos, aterrorizados y pidiendo clemencia, me atraparon y no pude reaccionar cuando se zafó de mí. Lo perseguí y logré acorralarlo en una esquina. Estaba temblando como una hoja cuando se puso de rodillas.
-P-p-por favor, señorita, t-tenga piedad, solamente tengo quince años, no he acabado el instituto, y juro no decir nada si me deja marchar.
No pude responder, me perdí en sus ojos verdosos y algo me revolvió el estómago. El brazo se me bajó solo y sentí como la cara me empezaba a arder. Recordé que si dejaba testigos me matarían a mí también y levanté el brazo con más fuerza hacia su cabeza.
-Lo siento... de verdad...
Fui a apretar el gatillo cuando algo me lo impidió y me derrumbé ahí mismo.
Rompí a llorar delante de mi víctima, patético.
El chaval me miró, extrañado y confundido, pero se acercó.
-Eh... ¿Estás bien?
-¿Tú que crees?
-Que no... no tengo ni idea.
-Soy incapaz de matarte, no sé por qué... No puedo matar más inocentes... Esto me supera...
-¿Entonces... me estás dejando ir?
Miré a sus ojos color caramelo verdoso. Eran mucho más bonitos de cerca, al igual que su pelo color trigo y el color moreno suave de su piel. Me di cuenta de que ese chico tenía algo, algo con lo que si acababa acabaría yo también conmigo misma así que me levanté y le hice una seña para que me siguiese. Corrí por uno de los puentes que conectaba las azoteas y le señalé un edificio varios puentes más allá.
-Mira, por allá podrás escapar. Nunca has estado aquí. Nunca me has visto. Nunca te he dejado escapar, de lo contrario nos matarán a los dos. ¿Vale?
El rubio asintió.
-De acuerdo... y... mil gracias.
Echó a correr y cuando estuvo a punto de escapar gritó:
-¡Soy Mike, siempre estaré en deuda contigo, asesina de buen corazón!
Me quedé mirando cómo su alta figura se desvanecía en las sombras de la noche y sentí mucho no haberle sacado más cosas. En verdad quería volver a verle... quería volver a verle... Joder, Clarke, qué ocurrencia.

Me he enamorado.

Dancing With The DeathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora