POV HAILEY
Al llegar a la estación, pasamos las tarjetas, y subimos al metro, con destino al central park, dejando atrás, nuestra casa, y a nuestros padres.
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- Ya vamos a llegar – pregunto Dani.
- No, aún falta – conteste.
- Ammm – hiso un puchero triste – vale.
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- Yaaaaaaa – pregunto Dani.
- ¿ya?, ¿ya qué? – dije mirando a Dani.
- Que si ya llegamos Hailey, no hagas la boba – dice Dani, cruzándose de brazos.
- Jajajajaja, tranquila ya falta poco – conteste.
- agggg – hiso un puchero – vale.
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- ¿y ahora? – pregunto Dani.
- Si, ya llegamos – conteste.
- ¡enseriooooooooo! – grito emocionada – ¡enserio ya llegamos! ¡por fin! – decía cada vez más feliz – y... y... que vamos a hacer – pregunto.
Nos bajamos del metro, pero Dani seguía saltando cada vez más y más.
- ¡Dani! ¡basta! – le sujete los hombros, y la zarandee, y cuando la solté, ella seguía moviéndose, lo cual me causo mucha gracia – estamos en la estación, ¿cierto?
- ¡ciertooo! – dijo Dani, otra vez saltando.
- Bueno, entonces... - dije – como estamos en la estación, falta llegar
- Ya veremos, ya veremos –dije, mientras caminábamos a central park.
Todo esto, el central park, las calles, los árboles, y el gran edificio en el cual habíamos vivido hace 9 años, todo esto fue nuestro, todo esto hizo parte de mi vida, de la de Andrew y de la de Steven, los tres nacimos en por así decirlo, rodeados de riquezas. En cambio, Dani nació en Staten Islant, no sufrió por dinero, pues en aquella época, estábamos en un punto medio, ni teníamos dinero en exceso, ni nos hacía falta dinero.
Cuando llegamos Dani salió corriendo por el camino, mirando de un lado a otro, buscando pajaritos, ardillas, y mirando al cielo, pues su color favorito era ese, el celeste. En cambio el mío era el azul aguamarina, el de Andrew era el naranja atardecer, extraño, ya que ese también es el color favorito de peta, el protagonista de los juegos del hambre, uno de los personajes uno de mis libros preferidos, y el de Steven era en verde lima.
- ¡Hailey! ¡Hailey! – empezó a gritar y a saltar Dani, sacándome de mis profundos pensamientos - ¡mira! – grito, y me arrastro hasta el...- ¡una carrito de helados! Tú me prometiste comprarme uno – y empezó a saltar de un lado a otro.
- Sí, sí, yo lo recuerdo – le dije sosteniéndole los hombros, de nuevo, que esta niña nunca se quedaba quieta - ¡Dani! Si te calmas, te compro un helado doble, ¿vale? – sé que suena como soborno, pero es la única manera de que se calme.
- Vale – dijo la niña, quedándose queta inmediatamente, y aparte de eso, sonriendo como el gato de Alicia en el país de las maravillas, Cosa que me dio escalofríos.
