"Vas a ingresar en aquel Internado y se acabó".
Aquellas palabras resonaron en la cabeza de Gilbert una y otra vez durante dos días, de manera incansable y dolorosa, mientras reposaba bajo aquél árbol lejano, de sombra refrescante. ¿Un seminario? ¿A caso Roderich había enloquecido? ¡Pero si al ser vampiro apenas podía tocar una cruz sin resultar lastimado!
Lo que más le dolía era que no sabía cómo decírselo a Lovino... ¿Cómo explicarle a la razón de tu existir que tendrás que marcharte y consagrar tu vida a alguien que para ti te había traicionado hacía tiempo atrás? No. Sin duda alguna no tendría la fuerza necesaria para decirle, para explicarle las razones, para desprenderse de lo que tanto le había costado ganarse... perdería a Lovino. Perdería su amor, la ternura, el calor que él emanaba... perdería la felicidad, la cordura y las ganas de seguir de pie.Pero la decisión ya estaba tomada. Tendría que marcharse, y quizás nunca más vería a aquél chico.
Estaba sumido en sus pensamientos, en el martirio que aquello le provocaba, que ni siquiera notó que la persona que menos quería ver en ese momento se le acercaba sigilosamente. No, no se dio cuenta de ello hasta que Lovino se le lanzó encima, abrazándolo y atacándolo a besos como solía hacerlo siempre.
Gilbert contuvo las ganas de llorar, y disimuló la tristeza que tenía con una amplia sonrisa y una dulce mirada. Rodeó delicadamente al contrario, y acarició su cintura, mientras unía sus labios con los de él. Entre los besos, el castaño se separó, acomodándose de mejor manera sobre el regazo del peliblanco y se cruzó de brazos a la altura del pecho, con una expresión de molestia fingida.-¡Te estuve buscando toda la mañana! -Dijo el italiano, en un claro tono de 'regaño', aunque era más una queja.
-Perdóname, Lovi... no tenía muchas ganas de estar en casa así que vine aquí. Lo siento por no avisar. -Se excusó el vampiro, haciendo un pequeño puchero que enterneció al contrario.
-¡Si haces esa carita me es imposible no perdonarte! -Y dicho aquello, el chiquillo llenó al vampiro de besos en el rostro e incluso acabó dándole una mordida en la mejilla, arrancándole al contrario una suave carcajada.
-Lovino... te voy a extrañar muchísimo, ¿sabes?
-¿Hm? -Aquello hizo que el castaño se separase de su amado y le mirase con curiosidad-. ¿A caso te vas a ir?
-¡N-No! -Se retractó de haber dicho aquello. No estaba listo para confesarle que tendría que marcharse a Roma. No podía. Eso los lastimaría a ambos. - A lo que me refiero es que... si algún día nos separamos, te extrañaré...
-Tonto... jamás nos separaremos.
-No... jamás me iré de tu lado. -Susurró el albino, sintiendo cómo su corazón se hacía añicos en ese preciso instante.
A la hora de la cena, todos se sentaron con tranquilidad menos Gilbert. Sabía que si veía a Roderich acabaría matándolo allí mismo, sin ninguna clase de remordimiento. Él le estaba arruinando la vida de una manera dolorosa, y había dado justo en el clavo; si le separaba de Lovino, era como darle una condena de muerte que tendría que llevar toda la eternidad, hasta el día del Juicio final. Pero sus ganas homicidas disminuyeron cuando el hombre lobo cogió su mano por debajo de la mesa y la entrelazó con la de él, con ternura y mucho cuidado. Eso le dio un poco más de tranquilidad. Se dedicaron una pequeña sonrisa y volvieron a lo suyo.
ESTÁS LEYENDO
Dear Wolf, I want your blood [AU/Hetalia]
Hombres Lobo"-El amor ha sido sinónimo de destrucción todo el tiempo, Feliciano. ¿A caso no recuerdas la historia que nos contó el abuelo sobre la Rebelión? -Inquirió Lovino mientras miraba a su hermano menor, quien, sin decir nada, sólo asentía y escuchaba...