IV

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John no es una mala persona, el solo nació en el lugar y en la familia equivocada. Me contó que cuando era pequeño, su  padre ya se dedicaba a la vida un tanto "turbia" y que tenía discusiones con su esposa por el mismo motivo. A pesar de todas las amenazas que su mamá realizó, el hombre jamás cambió. Así que un día, vio a su mamá bajar por las escaleras de su casa, con un montón de maletas a su lado. Cuando se acercó a él, le dio un gran abrazo y le dijo "Mamy te quiere, siempre lo hará. Esa fue la última vez que John vio a su mamá. Debe haber sido muy complicado y doloroso criarse en una familia de mafiosos. Supongo que por eso John me agrada, sé que puedo confiar en él, jamás me haría daño.

Luego cuando John se va, me siento sola de nuevo. La soledad jamás me abandona. Hasta que siento a ese chico de sonrisa cálida llegar. Me acurruco entre unas mantas y comienzo a recordar el rostro de papá, pienso en todo lo que debe estar haciendo para poder sacarme de aquí, luego me imagino a  mí misma en la clase de ballet, practicando la rutina del cascanueces. En mi mente escucho la música y siento a mis  pies moviéndose al compás de la melodía... no sé como pero me quedo dormida.

Así han sido mis días en esta... "habitación"

Me despierto. Es de madrugada, pero no puedo dormir, mis pies se acalambran y mis ansias por moverme ganan la batalla. Me pongo de pie y miro a mi alrededor, el espacio es amplio. Miro mis pies, están ansiosos, se me ha ocurrido una idea. Me planto al centro de la habitación y extiendo mi brazo derecho, me inclino un poco haciendo una pequeña reverencia, e imagino que mi compañero de ballet, Aaron, está a mi lado, entonces doy tres pasos y mi rutina comienza. Tarareo la canción para guiarme. El vals de las flores dura exactamente 6 minutos 44 segundos. Esos minutos están grabados en mi memoria, cada compás y cada cambio en la velocidad. Me sorprendo a mí misma realizando los pasos a la perfección, ni un compás más, ni un compás menos.

Cuando he terminado, estoy exhausta. Lo único que quiero es dormir. Aunque ahora sé que es lo que quiero que John me traiga para entretenerme. Quiero la música del cascanueces, si tengo que estar aquí, al menos quiero practicar.

Es de día supongo, John ha entrado, cuando me ve, me regala una sonrisa. Se sienta a mi lado y me ofrece un sándwich, sabe que no me negare a aceptarlo, tengo hambre. -Como estas hoy?- me pregunta, mientras yo aún como el exquisito sándwich que me a traído. -Bien... oye Marcus no vendrá hoy?- No- me responde él- Marcus tiene unos asuntos pendientes así que solo seremos tu y yo hoy- Me agrada la idea de pasar todo el día con John y no con el amenazante y aterrador Marcus. -Y bueno, ¿qué quieres hacer hoy?- esa pregunta es mi oportunidad para decirle lo que deseo.- Quiero que descargues para mí la música del cascanueces, quiero practicar.- Él me mira un poco confundido luego sonríe y afirma con la cabeza.- Si eso es lo que quieres... pero con una condición. -¿Cual?- respondo.- Tienes que dejar que te vea ensayar, aunque yo era tu vigilante, jamás entre en la academia, sentí que ese lugar era muy importante para ti. -Hecho, puedes verme ensayar.

Ese es un punto que no he mencionado. John era el encargado de seguirme, el debía vigilar mi rutina, debía saber cada paso que yo daba. Cuando me lo conto, no me sorprendí, más bien estaba agradecida de que hubiera sido él quien me asechaba en vez de Marcus u otro.

 Cuando John volvió con la pista, yo había espaciado aún más la habitación, corriendo antiguos muebles y bolsas hacia los rincones. John puso un reproductor en una esquina, yo me pare en el centro de la habitación nuevamente. -¿Lista?- pregunto John, yo asentí con la cabeza. El chico apretó "play" y la música comenzó a sonar.

Inmediatamente la música fluye hacia mis oídos y mi cuerpo se mueve con fluidez, igual a como lo había hecho la noche anterior, la rutina me sale perfecta. Es casi como un ritual, mi ritual, en el cual pongo todo mi corazón.

 La música acaba, y junto a ella mis movimientos. Hago una pequeña reverencia. John estalla en aplausos.- Eres increíble!-  dice muy alegre. -¿Cómo logras esos movimientos? - Es solo práctica y pasión.-le respondo. Me siento a su lado.  Estoy cansada, pero no lo suficiente.

 De pronto un sonido. Son pasos que se acercan hacia la habitación, pasos firmes. Imagino a un toro acercándose a paso seguro, decidido a atacar. Se abre la puerta. Un hombre ingresa a la habitación y grita, al principio estoy tan sorprendida que no logro distinguir lo que dice, pero luego lo comprendo. -¡HACIENDO FABORES EH?! ¿CREES QUE TE TENGO AQUI PARA QUE TE ENTRETENGAS? SE ACABO! ESTA NO ES PARA TI-  De pronto y tan rápido como un rayo veo un brazo cerca de mí, y una mano que se abre al igual que una tenaza, pero la mano no se cierra en mí, lo hace en el brazo de John. La fuerza de aquel hombre es tal, que consigue levantarlo del piso en un segundo. Yo trato de impedir que algo malo ocurra asique agarro también a John pero en dirección contraria. El hombre se da cuenta de mi agarre y me golpea en el rostro, siento mis piernas fallar y caigo al suelo, un ardor inmenso recorre mi cara.-No!- escucho que grita John,  veo sus desesperados intentos por zafarse de su agarre. -Papá por favor, solo era un baile.- Le dice John a su padre en tono suplicante, pero este no se compadece de su hijo en lo más mínimo. A rastras John es sacado de la habitación. Un fuerte portazo retumba hasta en el más mínimo rincón de la estructura, dejandome sola, aterrada y lastimada. 

Zapatillas secuestradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora