El día carmesí.

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Los días consiguientes estuve entrenando con el equipo.

Nunca sacaba el cuchillo de mi vista. Extrañamente nadie preguntaba por él, creían que era mío desde antes de llegar aquí.

Efectivamente Chris era el encargado de entrenarme con el manejo de armas. Aprendíamos a manejar una arma cada día.

Luego de eso venía la peor parte, el entrenamiento físico.

No había ningún problema con hacer maratones, el problema era levantar pesas.

Empezabas desde 20 kg y tenías que llegar a 120 como máximo.

No podías parar hasta que sangraras literalmente.

Y la alimentación, aunque sabia horrible, era capaz de eliminar todo rastro de hambre.

Patrullar era sencillo con el cuchillo.

Para las expediciones no las usaba ya que tengo la costumbre de revisar lo que tengan los bichos y robar sus armas.

Los días eran muy lentos, y llenos de arduo trabajo.

Hasta que un día...

Explotó.

Toda la torre A estalló sin previo aviso.
Millones de caníbales entraron a la nación.
Vehículos se encargaron de arrasar tanto muertos como vivos.

Y yo sólo ví desesperación.

Nuevo AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora