Capítulo 2.

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A veces estamos tan acostumbrados a lo cotiano, que cuando la vida nos da un giro, morimos desesperados. En un momento sólo era un simple reportero y de la noche a la mañana, mi vida cambió. Mi relación con Cris se transformó; el sexo se involucró entre nosotros, y fui incapaz de manejar la situación. Las noches de copas se volvieron lo más común, digamos que era una huida entre tanta confusión. Un largo viaje me convirtió en un empresario dueño de mi propia imprenta. Y a fin de cuentas, debo admitir que mis días no eran lo que deseaba. Tenía un futuro prometedor, fama y reconocimientos. Pero me faltaba aquello que tenía entre mis brazos y al mismo tiempo estaba a miles de kilómetros: Ella.

Cris se convirtió en mi desvelo, en mi ayer, en mi hoy y en el sueño de mi mañana. Recuerdo claramente la primera vez que la vi. Llevaba suéter blanco y cabellera negra albororotada, su sonrisa era cálida y su mirada, algo adictiva. Era una rueda de prensa y ella tenía la exclusiva, y es que siempre fue superior y ganadora, tan independiente y capaz, que cualquier hombre podría temblar al tenerla ante sí.

Al terminar la entrevista, el viejo Ralcón nos presentó. Y a partir de allí, el tiempo se fue encargando poco a poco de jugar con nuestras vidas y mezclarnos. Compartimos tantas noches, tantas risas, lágrimas y alegrías, que llegó a convertirse en alguien muy especial, y hoy, después de tantos momentos, puedo decir que sin percatar desde cuándo o desde dónde, es ella mi gran amor. Lo que jamás soñé ni imaginé, pero necesito para poder sobrevivir el desquiciado mundo que se encarga de recordarme día a día que no hay nada más triste que llegar al final de tu vida y no haber amado con locura, sin importar si está bien o está mal.

Llegué a la oficina a eso de las siete menos cuarto de la mañana. Yeli me sirvió un café y me dejó los nuevos reportes en mi escritorio, le di tan sólo par de hojeadas pues mi cabeza se estremecía fuertemente por los tragos de la noche pasada. Le indiqué a Yeli que se marchará y momento seguido el teléfono repicó y mi corazón se agitó al contestar y escuchar su voz.

—¡Buenos días, Rey! .—Dijo Cris tras el teléfono.
—¡Buenos días, preciosa! ¿Cómo has amanecido?.
—Excelente, Jey. Disculpa por no llamarte anoche. Salí un poco agotada y me fui directo a casa. ¿Podrías pasar por mí a la hora del almuerzo y comemos juntos?
—A las doce paso por ti, nena.
—Se escucha tan dulce cuando me llamas así. —Dijo entre risas. —Te esperaré, amor.

La llamada culminó y minutos después yo seguía con la tonta sonrisa en mi cara. Estaba totalmente hechizado. Y es que era eso exactamente lo que me volvía loco: Esa contradicción emocional que ella mostraba, fría como la nieve y dulce como una deliciosa uva deshaciéndose en mi boca.

Pasé toda la mañana mirando el reloj. Firmé par de papeles, escribí algunos reportes y a mediodía todo estaba preparado para salir.

Fui por Cris hasta las oficinas de los Koch. Le repique par de veces pero la llamada me mandaba directo al buzón. Así que bajé del auto y me dirigía a buscarla, cuando momento seguido le vi salir de manos de Ralf Koch.

Ralf y Cris mantuvieron una relación amorosa por más de un año, puedo decir que fue él el único hombre que vi a Cris tomar en serio y establecer un compromiso. Pero el muy idiota se marchó dejándola destrozada, y ahora que Cris brilla como una reluciente estrella, vuelve y... ¿Para qué mierda vuelve?

—¡Jey!. —Dijo Cris al voltear y mirarme.
Me acerqué hasta ellos, tratando de simular la confusión, y enojo que realmente me causaba aquella escena.  Saludé a Cris dejando un beso en su mejilla y correspondi a la extendida de mano de Ralf.
—Te llamé pero la llamada se iba al buzón. —Dije mirando la mano entrelazada que sostenía con Ralf.
—Bueno, yo mejor los dejo. Te habló luego Cris. —Ralf se despidió y le brindó un abrazó al marcharse.
Cris caminó junto a mí, y nos dirigimos al auto.
—Mi teléfono se apagó, lo siento. —Hizo puchero y sonrió. —¿A dónde iremos?
—A dónde quieras, nena. —Dudé un momento. —¿Y eso?... Tú y Ralf...
Cris rió interrumpiendo. —No es lo que crees. Sólo me acompañó hasta la entrada, eso es todo. Creo que ya no existen motivos para seguir disgustada. El pasado hay que dejarlo atrás, ¿no?
—Tienes razón. Que bueno que todo esté bien Cris.

Entramos al auto y fuimos hasta el restaurante más cercano. Durante todo el camino Cris preguntaba acerca de mi viaje. Y yo entusiasmado le contaba con lujos de detalles cada cosa, incluso de las veces que la extrañe tanto que pensé en volver. Ella me dedicaba esa sonrisa tierna y ruborizada que de la nada le salía cuando exaltaba un poco su belleza y expresaba mi amor, y yo como todo un romántico enamorado, no me cansaba de mirarla.

Esa tarde fue la mejor que pude pasar en mucho tiempo. Por un momento volví a sentirme dichoso, y  agradecido con la vida. Podía mirarla, sentirla, y hasta besarla, sólo que esto último sólo pasaba a escondidas. Pero en ese instante lo dejé a un lado, quizás siendo un poco conformista sé es más feliz que siempre deseando más.

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