El sol empezaba a ocultarse detrás de las montañas y la tarde poco a poco tomaba su lugar principal. Sentí tanta nostalgia de estar de estar ahí nuevamente, ahí donde un día fui feliz. Donde tantas veces reí, y lloré. Donde de cierta manera fui obligado a crecer rápidamente, a ser el hombre de mi hogar. A velar por mis hermanos, a cuidar de mi madre. Donde aprendí que no importa cuanto la vida te oprima si tienes al lado la compañía de seres que te impulsan. Esos que cuando el sol se va guardando, te sonríen y hacen que el cansancio desvanezca. Aunque muy lejos esté, aunque mucha trayectoria recorra, tarde o temprano siempre vuelvo aquí. Porque fueron estos caminos los que enseñaron a andar, porque fue esta la lluvia que me enseño a llorar. Porque aquí aprendí amar. Porque, simplemente, siempre se vuelve a esos sitios donde un día fuiste feliz.—¿Recuerdas esa canción? .—Pregunté subiendo el volumen al reproductor.
Cris me miró y sonrió plenamente.
—¿Bromeas? .—Dijo entre risas. —¿Cómo olvidarla? Si te encargaste de cantarla toda la noche.
Giré la vista hacia ella y sonreí.
—Estaba ebrio.
Esta vez su risa reventó completamente moviendo su cabeza de lado a lado.
—¡Vamos! Casi no lo percato, Jey. Sólo un borracho cantaría El elefante a toda garganta en plena madrugada.
Seguí su risa contagiosa y asenti apagando la radio.
—Por está vez te dejaré ganar.
—Yo siempre gano. —Dijo y sonrió descaradamente.Un sonido escrupuloso se oyó y vi la silueta de mi madre atravesando la puerta principal de la casa, y arribarse frente a nosotros. Su rostro era el mismo de siempre, no había cambios, los años al parecer le pasaban por encima sin detenerse a afectarla. Su cabello color azabache relucía como siempre. Su sonrisa seguía creando ilusiones, su mirada aún continuaba siendo refugio ante las tempestades.
Salí del auto junto a Cris y me posé frente a ella.
—¡Hace tanto que no te veía! —Dijo y me fundió en un íntimo abrazo, esos que te compactan todas aquellas partes rotas que yacen dentro de ti. Pude mirar cómo sus ojos se empañaban en lágrimas cuando rodeó mis mejillas con sus manos. —Hijo...
Escondí mi rostro en su hombro y sentí lo cálido de su regazo. Hace mucho que no la miraba, que no le dedicaba esa atención que toda madre necesita. Pero no me juzgo por ello, a todos nos pasa. Cualquiera puede perderse en la rutina y no percatar que su bote salvavidas esta frente a sí esperando ser abordado. !Benditas sean las madres! Siempre lo diré. Sólo ellas tienen la paciencia, la sabiduría y la bondad para comprender que llega un momento en que ese fruto germinado en su ser, debe marcharse. Sólo una madre aceptara que mil veces te marches y mil veces regreses.
Limpió su rostro y recibió a Cris con el mismo entusiasmo.
—Muchachita... —Le tendió un abrazo. —Estás más hermosa que nunca.
—¿Hermosa? Hermosa está usted, Sra Lia. —Dijo Cris sonriendo mientras le limpiaba las gotas de lágrimas que se escurrían en su rostro.Mi madre adoraba a Cris. La primera vez que la vio, me juró que era ella la mujer indicada para ser mi eterna compañera. Yo reí a carcajadas con esa insinuación. Pues para ese entonces Cris pertenecía, para mí, a la lista de mujeres que jamás serían algo más que una fiel compañera de copas y parrandas. Quizás sea por ello que la vida me jugó está pasada, ya saben como dicen por allí "jamás digas de esa agua no beberé" . Nunca se sabe en parte del camino te dé sed y sea sólo esa agua la que te pueda calmar.
Cris y mi madre se abrieron paso a la casa, mientras yo sacaba el equipaje del auto para luego seguirlas.
Llevé los bolsos hasta el corredor y lentamente fui recorriendo cada parte del lugar. Las paredes habían cambiado por completo de color, los muebles estaban de diferente manera a como los recordaba, sin embargo, el buró con nuestro retrato familiar, seguía en el mismo lugar. Una sonrisa nostálgica se escapo de mí. Tomé el retrato en mis manos y me sobré salté cuando sentí una voz resonar justo a mis espaldas.
—¡Imbecil! .—Reclame.
Jhon rió a carcajadas.
—Jey... Jey... Sigues siendo el mismo miedoso...Golpeé su pecho y sonreí tratando de ponerme en calma. Mi corazón parecía salirse de mi pecho con lo sobresaltado que estaba. Siempre fui nervioso desde niño, cualquier imprevisto me hacía agitar hasta casi morir ahogado. Mi madre dice que es a raíz de que cuando esperaba mi parto, vio a mi padre casi atravesar el cuello de otro con un puntiagudo puñal porque quiso entrar a nuestra casa de noche y robar nuestras pertenencias. Ella tuvo que presenciar aquella escena, por lo cual se puso muy nerviosa y al amanecer, mi nacimiento se adelantó.
—Vamos, lo siento. —Dijo disculpándose abriendo sus brazos para recibirme en su regazo. —Cuánto te he extrañado, salvavidas.
Cuando tenía dieciséis años pertenecí a el escuadrón de primeros auxilios de la secundaría. Un día en pleno partido de fútbol el capitán se desmayó, lo llevaron hasta la enfermería pero estaba cerrada, así que tuve que atenderlo yo. Desde ese momento Jhon, que tan sólo tenía ocho años, me apodó salvavidas porque para él, yo había salvado a Mauricio.
Apreté mis brazos en su espalda y reí.
—Hace mucho que no escuchaba ese apodo, Gnomo.
Jhon me empujó y rió apuntando su dedo a mi pecho.
—Habíamos quedado de que no me llamarías así.De los tres, Jhon es el de menor tamaño, en la preparatoria cuando vestía de Deporte solían confundirlo siempre con los niños de primaria. Más de una vez llegó a casa llorando porque le llamaban Gnomo, debido a su tamaño. Reclamaba a mi madre porque Mario y yo éramos de alta estatura mientras él, era un enano. Mi madre lo abrazaba y le decía: "porque tú eres especial, los gnomos son especiales" .
—Sabes que eres especial. —Dije riendo.
Llevó su brazo por encima de mis hombros y nos dirigimos al patio donde mi madre y Cris se encontraban tomando un café.
Jhon saludó a Cris y le brindó un abrazo.
—¿A qué no saben quién casi se muere? —Preguntó.
Le di un codazo a un costado y rió. Mi madre nos miró agitando su cabeza de lado a lado. —Dónde está Mario?. —Pregunté mientras me sentaba y bebía una taza de café. —Pensé que vendríamos todos.
—Su novio no lo dejó. —Dijo Jhon riendo.
—¡Respeta a tu hermano!. —Ordenó mi madre dedicándole una mirada furtiva. Enseguida este dejó de reír y asintió. —Tenía trabajo por eso no podrá llegar hoy.
Desde hace mucho se ha corrido el rumor de que Mario es gay, sin embargo, jamás se ha confirmado nada. Él siempre ha sido el más introvertido de todos, por eso mi madre pide que se le respete y guardemos discreción. Que esperemos a que de ser así, el mismo se decida a hablar.Cris se levantó y pidió permiso para ir al baño. Cuando se hubo marchado mi madre me miró y preguntó:
—¿Qué hay con ustedes?
—¿De qué hablas? .—Respondí devolviendo una pregunta. Haciendo cómo sino supiera a qué se refería.
Jhon golpeó mi hombro.
—Vamos, no creas que no notamos cómo la miras.
—Es mi amiga, madre. Así ha sido y lo sabes.
—Que sea tu amiga no es impedimento para que la ames, Jey. —Dijo llenando nuevamente su taza de café. —Cris es una mujer muy inteligente. Estoy segura que hasta ella se da cuenta de que tu manera de mirarla ha cambiado. Tus ojos brillan, hijo mío. En la vida hay muchas cosas que podemos esconder, sin embargo, el amor no es una de ellas.
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Intermedio.
RomanceEse día fue común; lo mismo de siempre: millones de besos, centenares de ilusiones y entre dos corazones, uno que quedaba en pedazos. ¿Qué ironía, no? Pensar que un corazón se puede destrozar segundos después de haber llegado justo al éxtasis de la...